El Deportivo 0-1 Celta Fortuna fue un encuentro de temeridades y temores para el conjunto blanquiazul. Porque ante el filial de su eterno rival, el Dépor enseñó dos realidades a priori contrapuestas, pero compatibles en el verde.
Por un lado, la temeridad de ir a presionar muy arriba al Celta B. No por presionar en sí, sino por hacerlo con desorden y falta de agresividad. Dos hechos que permitieron al bloque olívico atacar dominar la primera mitad.
Por el otro, el temor a arriesgar con balón. Porque el Deportivo fue un equipo tremendamente rígido durante todo el choque. Primero, jugando directo para sortear la presión del cuadro de Claudio Giráldez. Después, con el marcador en contra, siendo incapaz de encontrar argumento alguno para desarbolar a un bloque bajo que defendió con concentración, a pesar de no ser su especialidad. Una película de impotencia ya repetida que ahonda en una crisis de resultados que, ahora, también es de juego.
El boquete por dentro
De inicio, Imanol Idiakez dio una vuelta de tuerca a su once de Fuenlabrada. Más allá de en la estructura, en los nombres que iban a conformar las debilidades y fortalezas del Dépor en sus líneas más ofensivas. Porque el técnico vasco decidió prescindir de un centrocampista para incluir a un extremo. Hugo Rama se quedó en el banco para dar entrada a Berto Cayarga. Un movimiento que, unido a la presencia de David Mella por Davo, conformaba al Deportivo como un equipo con un doble pivote, dos extremos puros a pie natural y dos jugadores en el carril central como Lucas Pérez y Pablo Valcarce que no son centrocampistas, pero tampoco arietes.
Esto afectó sobre todo a los comportamientos ofensivos del equipo, pues no es lo mismo jugar con cuatro delanteros y dos medios que hacerlo con tres y tres de cada. Aunque en la fase defensiva, el boquete por dentro que el Celta Fortuna logró generar no se entendería sin estas primeras líneas, carentes de agresividad e incapaces de difuminar la salida limpia del filial. Cuando se dice que la defensa empieza en los atacantes, es por esto. El Deportivo estuvo tremendamente desajustado. Perdido. Sin saber a quién referenciar y con una falta de agresividad definida por las dudas.
El Celta no hizo inventó nada nuevo. Plantó su habitual línea de tres defensas, con dos mediocentros y los carrileros abiertos. Por delante de ellos, dos mediapuntas que fueron quienes dieron, junto al móvil punta Pablo Durán, la solución al equipo para superar una y otra vez la presión de un Deportivo que quiso ir arriba. Pero lo hizo tan mal que acabó siendo temerario en ese press suicida.
Porque Giráldez intentó hacer lo mismo que Idiakez: atraer la presión del rival para generar espacios entre el centro del campo y su defensa. La diferencia estuvo en que el técnico de O Porriño lo consiguió. Con Lucas presionando con la mirada, Valcarce sin terminar de referenciar ni a un central ni a un mediocentro y los extremos dudando de si ‘saltar’ a por los centrales laterales Javi Rodríguez y Joel López, el Celta Fortuna encontró la fórmula. Tanto Miguel Román como Damián Rodríguez se enseñaban como posibles receptores para, así, llevarse consigo a los mediocentros del Dépor y encontrarles la espalda con Raúl Blanco y Alfon, los dos mediapuntas.
Especialmente significativo fue el desajuste en el sector izquierdo blanquiazul, el lado fuerte del Celta Fortuna. Quizá por esa forteleza, Idiakez invirtió los perfiles de su doble pivote y mandó a Villares a morder a ese lado. Sin embargo, el esfuerzo del de Vilalba fue vacío. Se hartó de correr, intentando estar en todos los lados. Pero no logró estar en ninguno. La pizarra blanquiazul le penalizó y a su espalda se generó un agujero que siempre aprovechó Raúl Blanco.
Alguien distraía a Villares y estiraba el doble pivote blanquiazul, pues José Ángel se encontraba más pendiente de no dejar solos a los centrales o de apretar al otro mediocentro. Y por ahí aparecía siempre el mediapunta de turno. Sobre el lado ciego de Villares, demasiado lejos de un Barcia que estaba más pendiente de presionar a Javi Rueda o de ayudar a Pablo Martínez. Y demasiado lejos de los dos centrales, que no se atrevían a perseguir al primo de Aspas para no dejar a su compañero en el eje en un mano a mano con Durán.
Así, desde ese sector derecho visitante se gestó todo el peligro en contra del Dépor en la primera mitad. Y aunque el Deportivo 0-1 Celta Fortuna no llegó en una acción cosida desde atrás, lo cierto es que dio la sensación de que el bloque celtiña contraatacaba cada vez que atacaba. Encontraba los espacios para correr pese a encontrarse en ataque posicional. Todo porque el equipo deportivista quiso ser valiente para apretar arriba, como suele hacer. Pero cuando la valentía se mezcla con las dudas se transforma en temeridad.
Un juego directo demasiado obvio
Si el Celta Fortuna intentó atraer la presión del Deportivo para jugarle a la espalda encontrando a sus mediapuntas en líneas intermedias, el cuadro de Riazor buscó hacer algo parecido con pelota. La diferencia estuvo en la rigidez. Mientras el conjunto ‘celtiña’ fluía, con movilidad e interpretación de los espacios, el Dépor fue demasiado obvio en ataque.
Idiakez apostó por darle poca altura a los dos centrales, hundir a los laterales a la par y acercar mucho a los mediocentros, situados en el carril central. Un 1+4+2 -contando al portero- que iniciaba el juego en corto con pases horizontales para provocar que el Celta Fortuna fuese arriba. Y lo hizo, pero de una manera menos temeraria y más agresiva.
Todo esto, sumado a las dudas del Dépor, transformó al equipo local en un conjunto que se dedicó a jugar relativamente directo. Lo hizo intentando encontrar la espalda de la zaga rival con envíos ‘telegrafiados’ que no pillaron por sorpresa al Celta. Y lo hizo con pases a los apoyos lejanos de Valcarce como mediapunta y David Mella como extremo. ¿La diferencia? Que ellos siempre tenían un rival en su cogote.
De este modo, tan solo cuando el jugador deportivista era ganador del duelo había posibilidad de progresar. Lo logró un par de veces el Dépor con descargas a un José Ángel que actuó como tercer hombre para girar el juego y encontrar a Cayarga. Una acción interesante que, aún así, no cogió al enemigo desprevenido. Y que, además, estuvo ausente de veneno por una falta de atrevimiento y desequilibrio individual generalizada.
Así, el bloque deportivista se partió en dos, como ya hizo en Fuenlabrada. Tenía sentido en el Fernando Torres ante un rival peor tanto a nivel colectivo como individual y con un césped que se preveía en mal estado. Pero menos lo tuvo en Riazor, pues el Deportivo se desnaturalizó. Porque una cosa es priorizar atacar por fuera como quiso hacer para encontrar la debilidad céltica y otra carecer de cualquier tipo de juego interior.
Sin ideas
Tras la malísima primera parte, Idiakez intervino. Ante la victoria en la pizarra de su contrario en el banco, decidió enfrentar estructuras, replicando una distribución muy parecida a la del Celta Fortuna que, en teoría, provocaría que los futbolistas acabasen con sus dudas a la hora de repartirse las marcas. Si tu dibujo es espejo del contrario, tú ya sabes quién es tu par.
Emparejar le resultó positivo a la hora de cortar la sangría. Los tres centrales ajustaban con el punta y los dos mediapuntas. Mella y Paris, carrileros, se emparejaban con los carriles contrarios. Los tres centrocampistas controlaban a los dos pivotes rivales. El que sobraba, ajustaba hacia delante o hacia atrás en función de la situación. Y Lucas y Valcarce se repartían a los tres centrales con el ‘salto’, si era preciso, de uno de los interiores.
La partida estaba equilibrada a la hora de evitar que Mackay tuviese trabajo, pero el Deportivo estaba en desventaja en el marcador. Faltaba la segunda parte de la ecuación: el ataque. Y ahí, el equipo siguió sin dar con la tecla. Porque emparejar era positivo a nivel defensivo, pero a la vez obligaba a los locales a ganar a su par en ataque.
Así, el Dépor sguió con dudas cuando su rival le fue a apretar arriba y sin colmillo cuando debió atacar un bloque bajo que, de nuevo, se le atragantó muchísimo. A pesar de las intenciones de Hugo Rama, el Deportivo fue incapaz de darle velocidad a la circulación de pelota.
Paris y Mella jugaron muy abiertos para darle amplitud al equipo. Pero el conjunto deportivista fue incapaz de juntar de verdad al Celta para hacerle bascular y encontrar el lado débil. No hubo tal porque Rueda y Tincho -sustituyó a Hugo Álvarez en cuanto tocaba defender- siempre tuvieron controlados a los carrileros y contaron, además, con ayudas. Si algún futbolista interior rompía dentro-fuera para generar espacio a los carrileros, ahí había más hombres del Celta. Ayudas célticas ante soluciones casi improvisadas deportivistas.
Así, sin interpretación colectiva para generar ventajas y sin acierto individual para conseguirlas desde la inspiración, el Deportivo se convirtió en un ‘quiero y no puedo’. Porque, además, ocupó pésimamente el área. Ni volumen de jugadores, ni buen reparto de espacios. Tan solo la movilidad de un Davo que sí dio soluciones sin balón pero estuvo negado con la pelota y la aparición de un Ochoa que, al menos, ejerció como referencia en el área provocaron algo de incertidumbre. Un bagaje demasiado escaso como para merecer algo más que el Deportivo 0-1 Celta Fortuna.