Norte, invierno, dureza, gélido. Todas esas palabras pueden venir a la mente de muchos cuando se habla de Burgos. La ciudad castellano y leonesa es una de las capitales estatales que registra las temperaturas más bajas durante los meses de menos luz. Y su equipo, el Burgos CF, hace honor a esa personalidad. Porque ‘los hijos del frío’ son un conjunto áspero e incómodo, ante el que al igual que el pasado curso, esta temporada no es fácil jugar.
Jon Pérez Bolo dio continuidad la última temporada al fabuloso trabajo realizado por Julián Calero. El técnico madrileño no solo sacó al Burgos CF de Segunda B, sino que le dio continuidad en la categoría de plata a base de solidez. No en vano, hace dos temporadas, el meta José Antonio Caro logró acumular casi 1.300 minutos sin encajar un gol y pulverizar el récord de Abel Resino en el fútbol español.
El Burgos CF se convirtió en un fenómeno a monitorear semana tras semana y esa estabilidad logró trasladarla al resto de la temporada para salvarse por segundo curso consecutivo. Luego llegó una tercera, de la mano de un Bolo continuista, en una temporada en la que el equipo estuvo muy cerca de colarse en el playoff de ascenso. Tan solo una mala racha en los últimos encuentros le alejó de unos puestos que hubiesen sido no solo un éxito, sino un reconocimiento a un bloque con una personalidad muy marcada.
La escuadra dirigida por Bolo es sinónimo de Segunda División. El Burgos CF es un equipo rocoso, capaz de hacer incómodo al rival cualquier partido independientemente del escenario. Sus 5 goles en contra en 5 encuentros ocultan una tendencia al alza: el equipo burgalés ha dejado su portería a cero en sus dos últimos partidos. Ambos, además, acabaron en victoria para el bloque castellano, con el añadido de que enfrente estaban los actuales líderes en aquel momento (Huesca y Zaragoza).
De este modo, el Burgos CF parece haber empezado a cogerle el pulso a la competición a nivel defensivo. Atrás quedan ya los dos goles encajados con centros al segundo palo de las primeras jornadas o el daño que le hizo el Castellón en el carril central. El equipo blanquinegro ha limado el único aspecto que le faltaba por pulir y ya se destaca como uno de los equipos que menos concede. Según Opta, tan solo acumula 4,7 xG en contra, una cifra muy similar a la de Zaragoza (4,2) e idéntica a la de Huesca y Racing de Ferrol.
Así, en Riazor podemos esperar a un Burgos que ofrece pocos resquicios a su rival tanto en ataque posicional como, sobre todo, en transiciones. Y que, además, ofensivamente tiene armas numerosas y variadas para producir. Sin ser un conjunto que destaca por el juego combinativo, tiene capacidad tanto para atacar más en corto como para jugar en largo. Siempre con ritmo.
El Burgos CF, recursos pese a una ausencia importante
Clave en esos momentos con balón en su línea de mediapuntas, liderada por el talentoso Curro Sánchez. El canterano del Sevilla es el faro de los ‘hijos del frío’. Un futbolista para dar pausa a un equipo que ataca a toda velocidad. El ’16’ sabe moverse entre líneas para recibir, ha ganado capacidad para aparecer en situaciones de remate en el área y posee una capacidad asociativa sobresaliente. Juega en corto y en largo gracias a una zurda prodigiosa que le convierte en una poderosísima amenaza en el balón parado. Sus 15 tantos y 4 asistencias la pasada campaña hablar por sí solos.
Pero por si el pie de seda de Curro no fuese suficiente, el Burgos CF cuenta con otro experto ‘golpeador’: un Álex Sancris que le flanquea a su derecha. El ex de Leganés y Linares es un extremo diestro completísimo, que juega a pie natural y amenaza desde su capacidad para poner centros y disparar, pero también asociarse y regatear en corto. La ausencia de Iñigo Córdoba, su homólogo por la izquierda, deja a Bolo sin sus dos extremos predilectos a pie natural, pero para sustituirle está un Dani Ojeda tan escurridizo como peligroso con su diestra.
Así, el Burgos CF suma mucha amenaza de segunda línea. Posee asociación, velocidad y capacidad para hacer daño con disparos de media y larga distancia. Todo ello sin contar a Fer Niño o Edu Espiau, los hombres que se reparten los minutos en la punta del ataque. Ambos poderosos en las disputas, un aspecto clave en el juego del equipo de Bolo, que los busca no solo al espacio, sino al apoyo para jugar de espaldas y, así, poner de cara al equipo para atacar.
Mientras, Iván Morante y Miguel Atienza se han consolidado como la pareja de doble pivote de un equipo que no busca que el juego pase demasiado por ellos. Eso no quiere decir que no sean claves, pues de su capacidad para girar rápidamente el juego y coser las líneas depende buena parte del éxito ofensivo y defensivo del Burgos CF.
Atrás, el cuarteto conformado por el poderosísimo Anderson Arroyo, Aitor Córdoba, David López y Florian Miguel es prácticamente inamovible. De buen nivel, está además perfectamente protegido por un colectivo bastante reactivo, que no se descompone, y que tiene como a Ander Cantero, pretendido por el Dépor este verano y uno de los mejores bajo palos el pasado curso. El meta es el último guardián de la noche de un Burgos CF que le viene a recordar al Dépor que esto es Segunda División y se acerca el invierno. Hay que saber sufrir.