No tenía pensado escribir un artículo de opinión sobre este día. De hecho, creo que en un 19 de mayo con tanta información sobre lo que pasó hace 25 años, no es ni necesario. Pero, según iba preparando los contenidos de esta jornada, sentía que necesitaba poner por escrito una reflexión. Breve, si queréis. Pero necesaria.
En esta ocasión no voy a recordar nada de lo que hice aquel 19 de mayo del 2000. Solo quiero apuntar lo curioso que es cómo funcionan los recuerdos. Hace unos días hablaba con Alfonso sobre lo vívido que tengo el penalti de Djukic. Aquel día fui a Riazor con mi abuelo, ocupando el asiento de mi padre, que estaba fuera por trabajo. Recuerdo a la perfección el ambiente, el momento del penalti, cómo me tapé los ojos con la bufanda… y lo que pasó después, ya lo sabéis.
Aunque la afición respondió de forma mayúscula, para mí todo era desasosiego. Fue la primera bofetada de realidad. Volver a casa con la mirada perdida atravesando una ciudad engalanada de blanquiazul, pensando que tal vez ese era el momento en el que más cerca estaríamos de un título. Por aquel entonces no se me pasaba por la cabeza que años después crearía un medio de comunicación del Dépor… pero tampoco que celebraría una Liga… y todo lo que vino después.
Por eso es tan importante no darle nunca la espalda a la historia. Porque de ella se aprende, se corrigen errores, se fortalece el carácter. Y también porque te enseña que, si caes, te puedes volver a levantar. El Deportivo ha vivido en estos últimos años unas durísimas bofetadas que lo mandaron otra vez a la lona: Mallorca, Albacete, Castellón… Pero aquí sigue. Aquí seguimos.
Lo más triste de toda esta historia es el ruido. El ruido que rodea al Dépor cuando debería dejarse oír solo la voz del recuerdo, la emoción compartida o el orgullo de pertenencia. En vez de eso, nos hemos vuelto a acostumbrar a las peleas institucionales, nombres que aparecen y desaparecen sin más, presidentes en el olvido o polémicas que se cuelan en días que deberían ser sagrados para este club y esta afición.
Hoy, 25 años después de tocar el cielo, el Dépor sigue buscando el camino que inicie otra época dorada. Con una afición que nunca falló, con un equipo que pelea, con una cantera que empuja. No será fácil. Pero lo más difícil ya lo hemos hecho: aprender a levantarnos.
Que estos 25 años nos sirvan no solo para recordar, sino para aprender, unirnos… y reencontrarnos con lo que fuimos.