Tomás Magaña regresa con ‘El Mediapunta Defensivo’ para dar su punto de vista sobre el proceso electoral del que los jugadores y el cuerpo técnico se han abstraído de la manera que han podido.
Muchos críos tienen su particular ‘plato maldito’, una comida odiada que con su aparición sobre la mesa da comienzo a una tortura culinaria. Si ese plato es además un potaje, el pobre chaval sabe que tendrá que preparar su estómago para repetir una y otra vez durante toda la semana, hasta llegar al fondo de la olla. En algo similar se ha convertido el proceso electoral en el Deportivo: un menú indigesto que el aficionado, inevitablemente, debe tragarse día tras día. Afilados puñales que vuelan de esquina a esquina del ring, afilados dedos que señalan a la acera de enfrente, afiladas críticas por veces cargadas de demagogia.
Quizá uno no lee tanto como debiera, pero algunos compartimos la impresión de que lo que más importa es de lo que menos se habla. Los asuntos que generan grandes revuelos de corto recorrido son verdaderas minucias, por no decir cortinas de humo, al lado de los partidos decisivos que se juegan a puerta cerrada. Es como si antes de jugar la final de la Champions la preocupación capìtal fuese el color de la camiseta del adversario. La diferencia es que para esa clase de batallas siempre hay una oportunidad de revancha, no así para la que disputa el Dépor. Como club, no como triste excusa para la gresca entre intereses e interesados.
Si las elecciones se celebrasen hoy, fuese cual fuese el resultado cabrían dudas más que razonables sobre el futuro económico de la entidad. Resulta complicado digerir que, a la vista de los números, los debates se alejen reiteradamente de la única cuestión determinante por sí misma; si bien es cierto que no todos juegan con la misma baraja, porque sólo uno conoce por el momento la situación real. Y casi tan preocupante es contemplar cómo son pocos los que demuestran interés en plantear una modernización interna; si se prefiere, un plan concreto para exprimir hasta la última gota las pocas naranjas que el Deportivo tenga, prioridad lógica de cualquiera que nade en la escasez y no en la abundancia.
Entretanto, el equipo ofrece ejemplo y consuelo sobre el terreno de juego. No gana con holgura, pero gana. No juega con brillo, pero sabe a qué juega. No lidera con superioridad aplastante, pero lidera. No da gran cosa que hablar fuera del 105×68, pero nadie le replica dentro. Lejos de contagiarse de la tensión que le rodea, los blanquiazules aprovechan la niebla para trabajar lejos de los focos. Con tanta polémica electoral no sobran espacios para los elogios futbolísticos, de modo que no se presentan ocasiones para una borrachera de piropos y no queda otra que seguir adelante con paso sobrio.
La mejor noticia para el Dépor sería encontrar un candidato más trabajador que charlatán, que tratase de probar su valía lejos de los micrófonos y cerca de las necesidades del club. Un candidato libre de las cargas personales de los pecados pretéritos, volcado sin temores en el presente y el futuro. Un candidato con carisma en el trabajo diario, con capacidad para unir a la masa social, con pericia para extraer rendimiento máximo de sus escasos recursos. Si las elecciones se celebrasen hoy, servidor votaría a Fernando Vázquez.