Nueva edición de la columna de Dani Cancela, ex del Depor y coruñés, enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década. En su serial titulado ‘Desde la (semi) burbuja’, nos cuenta las sensaciones que le dejó el empate contra la SD Logroñés.
Un accidente y una lección que aprender
Viernes por la noche. Riazor casi lleno y enfrente, un rival de los que en teoría no cuentan para la pelea. Escenario perfecto para que el Dépor se lamiese las heridas de la derrota en Salamanca y volviese a poner sobre la mesa sus credenciales de equipo dominador de la categoría. Pero esto, ya lo podemos asegurar si es que no nos había quedado claro después de la temporada pasada, no va a ser un camino de rosas. Por muy bueno que seas.
Y el Dépor es un buen equipo, de eso no hay dudas. No había dudas después de perder contra Unionistas y no las debe de haber a pesar de haber perdido dos puntos en el último suspiro, porque durante 93 se hicieron las cosas lo suficientemente bien como para evitar ese desenlace. Pero el fútbol, y en especial estas categorías, tienen cosas que se escapan al control de los partidos y que hay que aprender a dominar para lograr el éxito.
Al Deportivo le costó tomar el pulso al partido. La SD Logroñés vino como van a venir todos los equipos, cada uno con su estilo, a Riazor: a jugar el partido de sus vidas, a rozar el 100% de concentración y activación y a dar cada jugador y el equipo en sí su mejor versión. Porque jugar en Riazor es un caramelo para cualquiera, y otorga un plus en el rendimiento. El “si no juegas bien aquí no juegas bien en ningún sitio” que parece solo una forma de hablar no lo es tanto, y contra eso tiene que saber el Deportivo que va a competir todo el año. A cambio, tu casa, tu gente y tu propio nivel te deberían llevar en volandas y no solo equilibrar, sino inclinar la balanza hacia el lado blanquiazul.
Y eso fue precisamente lo que pasó a partir del primer cuarto de hora. El equipo empezó a sentirse cómodo combinando, ocupando espacios y haciendo mucho daño por las bandas. Borja quería un lateral derecho que pudiese jugar alto y desequilibrar, porque Villares ocupa esa posición en salida de balón mientras Quiles lee el espacio que se genera a las mil maravillas. Por la izquierda no hay dudas. Lo que Héctor quiera. Es espectacular la influencia que tiene desde el lateral izquierdo en el fútbol de ataque del Deportivo. Lleva cuatro asistencias de gol, pero no solo es lo que acaba en gol, sino el peligro que genera. Le da igual que su socio sea Mario (otros muy buenos minutos del chaval hasta que se fundió) o un Camargo que desde su buen partido ante el Badajoz desapareció del mapa. Él siempre aparece, como apareció MIku para ejecutar muy bien su oficio de delantero centro. Ruptura al primer palo, espacio ganado, remate perfecto. Otra vez el Dépor por delante y todo de cara.
De ahí al descanso, e incluso en los primeros quince o veinte minutos del segundo tiempo, el partido tuvo el guión que yo espero en el 90% de los encuentros en Riazor. El Deportivo generando fútbol y ocasiones. El día del Celta B se metió la primera y la segunda, y el partido se acabó. El viernes Quiles tuvo tres muy claras que hubiesen finiquitado el choque. Es humano y esta vez no marcó. Dos palos antes del descanso y otra mas al poco de la reanudación dejaron vivo a un Logroñés que poco a poco volvió a encontrar las sensaciones del inicio de partido, pero sin crear demasiado peligro. El Dépor ya no llegaba pero se encontraba relativamente cómodo, aunque las pilas de los que sostenían al equipo se iban agotando. Se apagó Mario, al que sustituyó Aguirre. Se apagó Juergen y entró De Vicente, y se apagaron Quiles, MIku y Villares, y a estos dos últimos nadie les dio el relevo. Puede que fuese por jerarquía, porque lo cambia siempre y el viernes había marcado y no quería hacerlo, o porque confiaba en que se las quedase y desahogase al equipo, pero el caso es que Borja dejó a MIku en el campo. El venezolano, que hizo un buen partido, ya no podía mas, no apretaba y el equipo lo notaba. El único delantero disponible era Noel, y el partido estaba para él. Un chico que con espacios se encuentra muy cómodo, que lee el fútbol de maravilla y que no viajó a Polonia para ayudar al Primer Equipo. Pero Borja no lo vio así.
Después de haber hecho de sobra para ganar, el partido llegó a los últimos cinco minutos con incertidumbre, más por lo corto del resultado que por el peligro real. Un córner y una segunda jugada que casi acaba en gol pero que parecía fuera de juego fue el único susto que la SD Logroñés le dio al Deportivo, hasta llegar al último minuto del descuento, donde lo único que hay que hacer es que no pase nada. Es muy sencillo analizar a posteriori y con las imágenes la sucesión de errores que llevaron al empate visitante, pero lo cierto es que el gol fue un accidente: Una pérdida de Doncel en una zona y en un momento inoportuno. Un pase filtrado que Villares no acierta a cerrar porque ya no puede con su alma, y un centro muy lejano en el hay cinco jugadores visitantes emparejados uno contra uno contra los defensas del Dépor. Nadie libre, nadie sin marca, pero a Héctor le toca saltar con el central visitante que le saca veinte centímetros. El balón le va a él y la mete en el único sitio al que no llega Mackay. Mala suerte, puede pasar.
Dos puntos al limbo, dos jornadas sin ganar y una sensación de vuelta a las andadas que, analizando el partido fríamente, no lo es tal. Un accidente, y una lección que aprender: para lograr el ascenso no llega con jugar bien y generar ocasiones. Hay que saber cerrar los partidos en las dos áreas, y en eso todavía hay mucho margen de mejora.