Regresan las columnas de Dani Cancela, ex del Dépor y futbolista coruñés, enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década. En su serial titulado ‘Desde la (semi) burbuja’, nos cuenta las sensaciones que le dejó el empate contra el Racing de Ferrol.
El camino hacia el gol y Yeferson Quintana
El partido del sábado se puede analizar desde dos perspectivas completamente distintas, que llevan a conclusiones diferentes. Pero si nos quedamos solo con una y pasamos de puntillas sobre la otra, cometemos un error.
La primera tiene que ver con el arbitraje. Soy de los que pienso, siempre, que arbitrar es muy difícil, y que la gente que salta al campo a poner orden, lo hace lo mejor posible. Básicamente porque de su labor depende su futuro profesional y no creo en las conspiraciones. Sí creo que, como con los jugadores, las categorías están para algo, y si arbitrar es tan difícil para los buenos y con todas las herramientas a su disposición, qué no será para los que no lo son tanto. También pienso que ante un escenario como Riazor, o como el de pitarle a un equipo como el Dépor, hay formas de afrontarlo, y muchos árbitros se lo toman como una prueba de personalidad, de no dejarse influir por el escudo y el ambiente. Y muchos se pasan de frenada.
El sábado las tres tarjetas de la primera parte, las cuatro, incluyo la de Manzanara, son muestras de que el árbitro estaba arbitrando un partido que solo ocurría en su cabeza. Quiso controlar algo que no necesitaba ser controlado, y acabó poniendo a todo el mundo de los nervios.
La jugada de Yeferson Quintana ya no tiene ni sentido hablar de ella. ¿Qué pensó que la mano la tenía apoyada en el césped? Es la única explicación posible y aun así cae por su propio peso simplemente por la reacción del protagonista. Solo con eso, el árbitro tenía que haber leído lo que había pasado, pero, una vez mas, estaba demasiado preocupado reafirmando su personalidad. Un error clamoroso que cambió el signo del partido. Penalti y expulsión. A Yeferson le gusta hacer penaltis en Riazor. Va a uno por partido. Pero el árbitro no lo sabía…
Aun así, pensar que el equipo no sacó los tres puntos por culpa del árbitro, o analizar el partido en clave arbitral o conspiranoica es meter la cabeza en un agujero para no tener que enfrentarte al verdadero problema, futbolístico, que tiene el equipo en estos momentos. Porque mas allá de ciertos chispazos esporádicos, el Dépor ni fue infinitamente superior al Racing ni hizo lo suficiente para ganar el partido. Y ese es el problema que hay que corregir. El que está en las manos de jugadores y cuerpo técnico solucionar.
Borja volvió al trivote, no sé si por aclamación popular o por autoconvencimiento tras la mejoría del equipo la semana pasada con Calavera en el campo, y los primeros compases del partido parecieron darle la razón. Dos o tres combinaciones rápidas del catalán pusieron al Dépor cerca del área rival y animaron a una grada que creía que esta vez sí el equipo daba un paso firme hacia delante. Pero no. El problema no estaba ahí, aunque Juergen tardó en darse cuenta de que jugaba más adelantado y que tenia que ocupar otros espacios más cerca del área. Cuando lo hizo, casi siempre acostado hacia la izquierda, el equipo cogió ritmo y de sus visitas al área surgieron las principales ocasiones del Dépor, incluida la que forzó la estirada de Keylor Quintana.
Los siete de atrás el Depor los tiene más o menos claros. Ian volvió a sacar una de esas manos que valen puntos y que tanto él como el equipo necesitaban tras unas semanas en las que parecía que se le había caído la capa de Superman. Lapeña hizo una vez mas un partido excepcional y Trilli tiene que ser el lateral del equipo muchos años, o hacer mucho dinero con él. Podríamos debatir entre Hector o Aguirre (el vallisoletano que siempre fue mas ofensivo que defensivo ahora está destacando en la retaguardia y eso es otra prueba y otra de las situaciones que explican el cambio de tendencia) y entre Villares o Alex, aunque yo pienso que el sábado por fin vimos al Villares que nos sorprendió gratamente el año pasado, apretando, robando muy alto y corriendo mucho con y sin balón. Y Calavera merece tener un poco de continuidad y seguir explotando esa opción.
El problema, como decía, no estaba ahí, sino en los de arriba. Durante toda la temporada, el equipo vivió de los goles de sus delanteros, pero ahora ni Miku ni Quiles están bien. La aportación goleadora de su segunda linea es insuficiente: Villares llega pero tiene poco gol, Juergen, Soriano, William… lo mismo, pisan poco el área y cuando lo hacen no son determinantes. También es pobre el rédito de la estrategia ofensiva, para un equipo al que le hacen tantas faltas y provoca tantos córners en cada partido. Cuando los delanteros no son una amenaza, los defensas contrarios pueden apretar mas y mas arriba, los medios tienen menos tiempo y espacio, y todo se complica. Cuando el rival sabe que te puede parar con faltas y que eso no le va a generar peligro, defiende mas agresivo, y todo se complica.
Eso es lo que le está pasando al equipo. Y lo peor es que no parece tener solución. Noel cuando entra agita el árbol y lo hace muy bien, pero Borja no lo ve como delantero. En realidad no ve a nadie más que a Miku y por eso lo mantiene. En el debe de la dirección deportiva, que armó un equipo entero y competitivo en tiempo récord y no se lo podemos dejar de reconocer, está el no haber traído un delantero en invierno para prevenir una situación como la que estamos pasando.
En su lugar, vino Álvaro Rey, y su utilización por parte de Borja es al menos cuestionable. No está con ritmo, y no es lo que el equipo necesita. El sábado casi todas las decisiones que tomó fueron erróneas, con malas ejecuciones, toques de más y pérdidas de balón. Hasta el sprint que lo lesionó fue un error, porque el árbitro ya había pitado y la jugada no valía. No dudo que sea muy bueno, pero de momento en este equipo no funciona.
Al final otro empate, otro día sin marcar y la sensación de que cada paso cuesta un mundo. Pero el empate del Santander el domingo demuestra que ganar le cuesta a todos, y que no hay nada perdido. La diferencia ahora mismo es que ellos tienen a Pablo Torre en estado de gracia, pero ese empate debe reforzar el pensamiento de que queda un mundo todavía. Eso sí, el Dépor tiene que encontrar el camino hacia el gol, y ahí también es preciso tomar decisiones.