Nueva edición de la columna de Dani Cancela, ex del Deportivo y coruñés, enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década. En su serial titulado ‘Desde la (semi) burbuja’, nos cuenta sus sensaciones tras el partido del domingo.
Tras unas semanas de cierta inquietud, sobre todo después de la derrota en Langreo y el
empate en Luanco, el deportivismo puede respirar tranquilo por unos días, antes de hacer la
necesaria reflexión y el reparto de responsabilidades por una temporada que estuvo muy
lejos de ser la esperada, y lo hace tras haber disfrutado por fin de un partido plácido.
En realidad el Dépor empezó a ganar el encuentro el sábado en A Malata. El empate del
Numancia dejaba en bandeja la clasificación para un equipo que por fin pudo escuchar el
aliento de su gente en el estadio. ¡Y cómo cambia la cosa! No seré yo el que ponga como
excusa para el rendimiento de los jugadores la ausencia de público, pero si cinco mil
sonaban así, un estadio simplemente medio lleno hubiese sacado muchos puntos en esta
categoría.
No se echó de menos a Keko porque Lara por derecha se pareció un poco más al jugador
que todos teníamos en mente cuando el Sevilla lo cedió. No se echó de menos ni a Uche ni
a Borges porque entre la capacidad de recuperación de Villares y Alex y los continuos
cambios de posición de Raí y Rayco, el Dépor dominó el medio y creó una autopista en la
izquierda que Héctor aprovechó muy bien. No se echó de menos a nadie porque cada
hueco lo llenaba la voz de Riazor. Y el gol, la asignatura pendiente del equipo, llegó. Del
delantero centro. De estrategia. De falta directa. De los jugadores del banquillo… Todos los
registros que estuvieron ausentes durante la temporada y que aparecieron, tarde para
pelear por cotas mayores, pero aparecieron.
Es verdad que el Langreo en cuanto el partido se puso un poco cuesta arriba bajo los
brazos, (otra consecuencia de este absurdo formato de competición) pero este escenario es
el que al principio de temporada me imaginaba para muchos partidos de casa. Que los
argumentos del Dépor para ganar fuesen tan incontestables que al descanso el equipo
contrario pensase que no merecía la pena un esfuerzo extra y se dejase ir. Pero
desgraciadamente no pasó así y cada partido, hasta los ganados, fueron un suplicio.
Lograda la plaza en la tercera categoría del fútbol español, y aunque queda el partido de
Soria donde hay que competir e intentar lograr el puesto de acceso a la Copa del Rey, las
miradas están puestas en la próxima temporada. Empezando por el entrenador, que parece
claro que seguirá siendo Rubén, y siguiendo por los jugadores, hay que darle muchas
vueltas a lo que pasó este año para no repetir errores.
El que más y el que menos querría una limpia casi total de la plantilla, pero los deseos de
muchos se van a encontrar de bruces con la realidad de los contratos. Jugadores
ciertamente devaluados que difícilmente encontrarán salarios y lugares mejores a los que ir
y que no pondrán fácil su salida. Salarios inflados que dejan poco margen de maniobra…
Un escenario poco propicio para el cambio radical que pide
Hay varios (no muchos) nombres que todos consideramos indispensables en el proyecto. Yo
me conformaría con que fuésemos capaces de retener a Villares, sabiendo que es posible
que peces más grandes vengan a pescar a nuestras aguas y que si queremos ser un club de
cantera, tenemos que ser un club vendedor.
La Liga del año que viene va a ser durísima con muchos equipos que van a tener el mismo
objetivo y las mismas urgencias que el Deportivo. Es necesario aprender de la experiencia
de esta temporada y aumentar la competitividad del grupo en cada partido con
independencia del campo y el rival. Pero por lo menos el formato es más lógico y el margen
de maniobra, en teoría, mayor. Y lo más importante: si todo va como tiene que ir, el
Deportivo tendrá disponible todo el año a su jugador estrella: Riazor.