Nueva edición de la columna de Dani Cancela, ex del Depor y coruñés, ahora enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década. Su rutina también se ha visto afectada por la pandemia y os traemos un serial titulado ‘Desde la (semi) burbuja’. En esta ocasión, nuestro protagonista reflexiona sobre el primer partido oficial de la temporada:
Cuenta Homero en su obra mas famosa las peripecias de Ulises y sus hombres en su vuelta a casa tras el final de la guerra de Troya. La Odisea de trabas y obstáculos que tuvo que superar, incluido el descenso a los infiernos hasta poder llegar a Ítaca, el lugar al que pertenecía. Nuestra Ítaca es la Primera División, nuestro caballo de Troya lo trajo el Fuenlabrada, y el descenso al infierno solo acaba de empezar.
La primera buena noticia para los deportivistas exiliados como yo llegó un par de días antes, con el acuerdo alcanzado con la Televisión de Galicia para retransmitir los partidos. Parecía de sentido común que el equipo mas grande de Galicia y el ente autonómico acabaran por llegar a un acuerdo que hiciese posible que los miles de seguidores que tiene el Deportivo en todo el mundo pudiesen tener acceso al sufrimiento que les depara continuamente el equipo. Y es un acuerdo en el que todos ganan, porque estoy convencido de que los niveles de audiencia tanto en televisión como en la web fueron altos y lo serán todavía mas a medida que la competición avance.
Yo no lo vi en directo, porque son horarios complicados aquí en Asia, y he leído que el streaming en la web funcionó sólo regular, pero a primera hora de la mañana del lunes el partido estaba colgado en la web y disponible sin problemas, así que a pesar de que no es lo mismo que verlo en directo con la emoción del resultado, al menos tengo la seguridad de que lo puedo ver. Y bueno, si es como el del domingo, mi corazón gana años de vida.
Porque todos pensábamos, creo, que a pesar de la imagen y las dificultades de la pretemporada, todo iba a cambiar con el inicio de la competición oficial. Riazor con gente en las gradas (tres mil que parecían quince mil, otra lección de esta increíble afición) tenía que ser ese punto de inflexión que desatase la indudable calidad de la plantilla. Pero no fue así.
El Dépor tiene muy poco que ganar en cada partido. La victoria se le presupone y casi se da por hecha, y eso es algo muy complicado de digerir para el futbolista. Al equipo se le notaba lento, espeso, con un control de mas, un toque de mas en todos sus futbolistas. Algunos, como Borges, todavía lejos de su mejor versión, y otros, como Nacho o Lara, sintiendo la responsabilidad de un escudo que no es
fácil de llevar sobre todo en estos tiempos.
Aún así, el Depor hizo lo difícil. Tras una primera parte que acabó con malas sensaciones, el gol nada mas empezar presagiaba un segundo tiempo tranquilo. El Salamanca tenía que soltarse algo y dejar espacios, y el gol debería ser suficiente para serenar los ánimos y empezar a jugar. Pero de momento falta fútbol. Ni Borges ni Nacho tuvieron presencia en el juego, y ni siquiera Lara y Keko, lo mejor de la pretemporada, crearon peligro a una defensa que nunca pensó tener un partido tan plácido en Riazor. Para colmo, una falta tonta dio origen a un córner y en el rechace marcaron el empate. A balón parado. Otra vez, un equipo que debería dominar la estrategia en la categoría, no solo no hizo daño sino que acabó encajando. Como
contra el Valladolid Promesas.
Tocaba volver a empezar, con menos tiempo y mas nervios. Otra vez a la heroica como tantas veces hubo que hacer la temporada pasada, con el resultado que conocemos. Otra vez a sufrir hasta el último minuto. Esta vez (crédito a Fernando Vázquez) los cambios agitaron el partido. Miku, que también está lejos de su nivel, fue la referencia que necesitaba el equipo. Gandoy hizo lo que ninguno de los pivotes había hecho: pasar y moverse para pedirla, y Borja Galán desbordó e hizo por primera vez sufrir a la defensa contraria.
Y aun así no fue suficiente. Solo una ocasión de Miku antes de que Bóveda, un lateral jugando de delantero centro, hiciese el gol en el 97. Alegría inmensa, sí, pero que no esconde una carencia de dominio y de fútbol preocupante. Ganar el primer partido es fundamental, y la mejor manera de que el equipo siga creciendo, pero la épica no puede ser el camino. Ítaca queda todavía muy lejos.