Nueva edición de la columna de Dani Cancela, ex del Depor y coruñés, enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década. En su serial titulado ‘Desde la (semi) burbuja’, relata cómo vivió el estreno de Rubén de la Barrera en el banquillo del Deportivo:
Se presentaba el Dépor en Salamanca con cuatro días de trabajo del nuevo entrenador. Poco tiempo para cambiar cosas y mucha necesidad, no tanto de puntos como de sensaciones. Y ni puntos ni sensaciones se trajo el Dépor del Helmántico.
Los primeros minutos nos hicieron frotar los ojos. El equipo no parecía el mismo. Granero y Mujaid vivían permanentemente en campo contrario, trataban de filtrar pases por dentro y de recuperar rápido tras pérdida. Borges aparecía mucho más en la creación cayéndose a banda derecha para iniciar el juego, y Lara, ausente desde la expulsión en Pontevedra, mostraba cosas pegado a la banda derecha. Un buen punto de partida que poco a poco fue chocando con la tozuda realidad del equipo este año: no Rolan, no party.
Y no es que Adri Castro lo esté haciendo mal, ni mucho menos. Es la mejor noticia de los últimos partidos, y hace mas incomprensible su falta de oportunidades hasta ahora. Va bien a la espalda, se las queda bien, pelea, trabaja… pero el gol se paga caro y mucho mas en este Dépor en el que las llegadas al área rival son con cuentagotas. Con todo, suyas son las dos pseudo ocasiones que tuvo el Dépor en estos minutos de luz. La de cabeza, alta, y la que acaba en los pies de Lara y que éste, sintiéndose Guti en Riazor, dejó de tacón a Borges en vez de tirar él.
Pero hasta ahí. El efecto RDLB se fue diluyendo en un campo en el que los jugadores no se podían mantener en pie entre el barro y el hielo. Un par de robos en esos pases interiores metieron el miedo en el cuerpo al equipo y no se recuperó más. Ni Galán ni Gandoy aparecían en el juego del Dépor y poco a poco empezamos a ver a Carlos Abad en la pantalla, hasta el punto de que la ocasión mas clara del partido fue de un Salamanca que, no podemos olvidarlo, es el colista del grupo, con solo tres puntos y cuatro goles a favor. Uno de ellos en Riazor.
Dejó pasar el Dépor la primera parte, en la que atacaba el lado menos malo del campo, sufriendo más de lo debido y sin encontrarse a sí mismo. Las buenas sensaciones del inicio fueron desapareciendo, y el espejo empezaba a reflejar los mismos rasgos que le estaban haciendo deambular por la categoría hasta ahora. Las pocas jugadas a balón parado, intrascendentes; cada saque de puerta, un drama, y los jugadores del equipo rival empezando a ganar los duelos individuales. Valin y Salva empezaron a sufrir con sus pares y Borges y Gandoy se iban desdibujando. Solo Mujaid y Borja hacían recordar la supuesta diferencia de nivel entre los dos equipos. Especialmente Mujaid, cuyo partido fue simplemente perfecto. A la habitual solidez defensiva le sumó un manejo de balón al que no nos tenía acostumbrados. Pero una vez mas no era suficiente.
En la segunda parte el partido dejó de tener áreas para enfrascarse en una batalla en el medio de la que nadie salió ganador. A falta de espectáculo, el árbitro quiso poner su granito de arena para evitar el aburrimiento. No hay nada peor que un arbitro al que no le gusta pasar desapercibido. En un partido en el que no sucedió nada, se cansó de sacar tarjetas, la mayoría irrelevantes.
Rubén de la Barrera movió el banquillo, aunque desde el once inicial dejó claro que confía mas en Gandoy o Adri que en dos de los supuestos fichajes de peso, como Rui Costa o Nacho. Su entrada en el campo no hizo mas que dar la razón al entrenador. Con Lara ya muy cansado y tomando malas decisiones después de un partido aceptable, en un momento en el que el Dépor ya no tenía que mirar hacia su área porque estaba todo controlado y con la necesidad de subir la intensidad del juego de ataque, los cambios no aportaron nada. Rui Costa tomó casi siempre la elección errónea, el pase malo o el regate de mas. Y del partido de Nacho solo recordaremos como supimos, diez segundos antes de que pasara, que iba a hacer una falta innecesaria y de tarjeta. Solo faltaba saber el color. Afortunadamente (o no, según se mire) fue de amarilla.
Las dos aproximaciones mas claras del Dépor fueron de sus laterales. Salva no llegó por poco a un buen pase interior que lo dejó delante del portero, y Valin no pudo mantenerse en pie y centrar con precisión en una jugada que en un campo normal hubiese sido una ocasión clara de gol. Con el paso de los minutos los dos equipos se fueron conformando con el resultado. El Salamanca consiguió un tercio de los puntos que llevaba hasta ahora, y el Dépor sintió que ya no podía sacar nada positivo de un partido marcado y mucho por los condicionantes externos.
La puesta en escena no fue mala pero el desarrollo y el resultado, claramente insuficientes. Los dos próximos partidos en Riazor deben de ser el punto de partida de un Deportivo al que la mano
del entrenador debe empezar a notársele desde ya. La exigencia es máxima y el tiempo es limitado. Con el líder a cinco puntos y muy cerca de abandonar los puestos de playoffs, a partir de ahora el alambre sobre el que camina el equipo cada vez es mas fino, y además debajo ya no hay red.