Regresan las columnas de Dani Cancela, ex del Dépor y futbolista coruñés, enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década y ahora de vuelta en A Coruña para recuperarse de una lesión. En su nuevo serial ‘Fuera de la burbuja’, nos cuenta las sensaciones que le dejó el playoff contra el Albacete.
¿Y ahora qué?
Con la distancia que dan los días pero todavía con la rabia por lo sucedido el sábado en Riazor, es el momento de analizar no el partido, sino la temporada. El pasado, el presente y lo que es todavía más importante, el futuro, el camino que nos ha de llevar a un desenlace distinto de ahora en un año.
No sirve de casi nada pensar en lo que pudo haber sido y no fue. Siempre hay un momento crítico que puede cambiar el destino. Lo hubo en la temporada, y lo hubo también en el partido del sábado. Tras una segunda parte muy mala y el empate merecido del Albacete, la prórroga del Dépor fue de equipo grande. De rehacerse después de un palo gordísimo, con tus mejores hombres fuera y con los del campo desfondados. Empujado por 25 mil almas, el Deportivo volvió a apretar y a dominar. El Albacete temblaba. Antoñito la tuvo, pero salió cruz. Últimamente casi siempre sale cruz y la losa cada día que pasa es más pesada.
Pero hay cosas a las que agarrarse. Por supuesto, la principal es la afición. Lo vivido estas últimas dos semanas (pero también, porque no sería justo obviarlo, durante todo el año) fue espectacular. El ascenso hubiese sido un espaldarazo brutal, pero lo vivido por muchos niños y niñas (deportivistas forjados solo en el fracaso) es algo que se les va a quedar grabado para siempre. Porque, aun perdiendo, hemos ganado. Sé que es difícil de entender ahora, y que no es consuelo de nada, pero el orgullo de este sentimiento por encima del resultado es lo que va a seguir alimentando este club y empujándolo hacia adelante.
También hay cosas a las que agarrarse dentro del equipo. En un año en el que hubo demasiados altibajos, la sensación es que en las últimas semanas la dinámica era la correcta. El Dépor tuvo personalidad, ambición y carácter el sábado y, hasta donde le dio el físico, dominó e hizo pequeño al Albacete. Más allá de que el brote de gastroenteritis pueda sonar a una excusa que en mi opinión no habría que haber filtrado, el equipo estuvo bien. Se repuso al golpe y perdió cuando nada hacía presagiar un gol visitante. Esa sensación, esa actitud se echó en falta en muchos partidos del año y eso es lo verdaderamente reprochable. Y no me refiero a actitud personal sino a plan de partido.
Y Borja, que es el centro de la diana ahora como no puede ser de otra forma como responsable último de un proyecto que no cumplió el objetivo. Se le deben reprochar varias cosas.
La primera, la principal, es que hubo varios partidos, algunos en momentos clave, en los que el Dépor no quiso hacer lo que hizo el sábado, que a todas luces era lo que mejor funcionaba, especialmente fuera de casa. Apretar arriba, ser agresivo y no paciente. Esa era la receta y no siempre se optó por seguirla.
La segunda, una gestión no acertada de todos los elementos de una plantilla amplia, que hizo que al último día se llegase con los justos.
Y la tercera, conjuntamente con la secretaría técnica, el mercado de invierno. Álvaro Rey nunca encajó en el equipo, y desde su llegada desaparecieron del mapa jugadores llamados a ser importantes, como Doncel o incluso Menudo. No dejo de pensar que partidos como el del sábado eran en los que Menudo debería haber sido protagonista. De la desconexión de Menudo no tiene la culpa Borja, o por lo menos no toda, pero sí de elegir a Álvaro en vez de un delantero, obligando al equipo a poner todos los huevos en la cesta de Miku.
Con todo, el equipo se construyó de 0, algo dificilísimo siempre y mas todavía en un club con la exigencia del Dépor, y estuvo muy cerca. Ahora hay una base bastante sólida, que de ser capaces de mantener supone una ventaja grande respecto al año pasado. Sabiendo en lo que el equipo cojea y teniendo capacidad en el mercado para buscarlo. Las jugadas a balón parado lastraron al equipo todo el año y también el día D. Hay que corregirlo. Hay que convencer a Quiles de que se quede (o ser intransigente, tiene contrato) y acertar con los 9 que se traigan. Y encontrar sustituto para jugadores clave como Juergen o Mario, que difícilmente pasarán otro año en Primera RFEF.
Pero no todo es tan negro como parece. Borja es parte de un proyecto que como mínimo tiene un año más de vigencia y un cambio de entrenador no es garantía de nada más que de otro comienzo desde 0. ¿Puede salir mejor? Por supuesto. ¿Es una apuesta segura? Ni de broma. Este equipo estuvo a 8 minutos de ascender, y Borja con sus errores, fue el encargado de darle forma. Puede que sea el momento de no dejarse llevar por el fatalismo, por el primer impulso de decepción y rabia y dejar que el proyecto siga su curso.