Nueva edición de la columna de Dani Cancela, ex del Depor y coruñés, enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década. En su serial titulado ‘Desde la (semi) burbuja’, relata como ha vivido el partido ante el Celta B:
Si algo nos está enseñando el 2020 a base de palos es que siempre le queda una manera de hacer mas daño. Cuando ya crees que lo peor ha pasado y miras hacia delante con moderado optimismo, un nuevo golpe te manda de nuevo a la lona. Y a empezar todo de cero.
Nos pasa aquí, donde la cuarta (sí, cuarta, ánimo) ola del virus nos volvió a mandar a casa. Colegios y fútbol al limbo y una nueva burbuja como mejor de los escenarios para poder volver a entrenar, sin plazos ni garantías de nada. Y desde luego le pasa al Depor.
Un año para olvidar no podía terminar de otra forma. Cuando parecía que el esperpento Fuenlabrada y el descenso de categoría habían hecho tocar fondo al equipo y lentamente (demasiado, sobre todo en cuanto a juego) se avanzaba hacia la luz, el NO derbi puso patas arriba a todo el deportivismo. Y veremos con qué consecuencias, porque estos tres puntos, sumados no hubiesen significado mas que tres puntos, pero perdidos son cañonazos en una línea de flotación ya maltrecha.
El partido lo empezó el Depor desde la misma indefinición que en Pontevedra. Por un lado, mismo sistema (y peor once, porque Gandoy ya claramente aporta mucho mas que Nacho) con cinco defensas, pero apretando arriba como nunca en la temporada. Bueno, o eso me parecía percibir a través de los píxeles de la web de la TVG. Supongo que mas gente de lo normal en Vigo decidió que era buen día para ver jugar a su filial por primera vez y conocer sus jugadores, y el sistema por momentos no daba abasto.
El Deportivo presionaba arriba y robaba, no tanto por la eficacia de su presión, sino porque el Celta B empezó el partido con flojera. Queriendo salir con el balón jugado hasta cuando era imposible y regalando ocasiones, como la que cazó Rolan y que incomprensiblemente no acabó en gol. Es imperdonable que el pase que le da a Galán sea una piedra y no un caramelo para empujar a la red. Una jugada que hubiese cambiado el partido, como lo hubiese hecho que el pase medido de Borges lo hubiese recibido Galán o Keko y no Bóveda, que no acertó a encontrar a Rolan a tres metros en un pase que tenía que haber sido de gol.
La flojera le duró al Celta B el tiempo que tardó en superar la primera línea de presión del Depor y encontrar las autopistas que dejaba el equipo a sus espaldas, y en apretar y robar la mala salida de balón del Depor. De las muchas cosas inexplicables del equipo, una son los saques de puerta. En Pontevedra el gol local viene de ahí y este fin de semana varias situaciones de peligro del rival se inician con un saque de puerta propio. Otra, más flagrante aún, es la ineficacia en estrategia ofensiva. No sé cuantos córners tiene que sacar Nacho para que el entrenador vea que no sabe hacerlo. La poca fe que tiene el equipo en su propia estrategia es algo que hay que corregir ya, sobre todo cuando no tienes fútbol para hacer gol de otra forma.
Poco a poco el Celta B se fue creyendo con derecho a disputar el partido. La presión del Depor comenzaba a ser desesperada, hecha mas por la obligación que sentían los jugadores desde la grada y desde la camiseta que tenía enfrente más que por convicción propia. Y el equipo empezó a sufrir al perder el balón. Todos llegaban tarde, los pases rivales se empezaron a filtrar y la defensa de cinco empezó a hacer aguas, porque defender con cinco no significa defender mejor. La prueba es que en los dos partidos en los que el equipo jugó con 5, encajó mas goles que en toda la temporada. Los dos, en jugada, y en los dos sale en la foto Eneko una vez mas. No es normal que teniendo 5 defensas Bóveda le dé distancia al extremo del Celta, como no lo es que Alex que estaba en el sitio de Mujaid no hiciera el dos para uno tapando el posible disparo. ¿Para qué juegas con cinco si al final defiendes 1v1?
El Depor tenía ante sí el peor escenario posible en el peor día. Pero reaccionó. Un centro de Borges, una peinada de Rolan y un remate de 9 de Galán, el mejor el otro día. Roles cambiados pero con el premio buscado, el gol. Sin daños, sin margen para la zozobra, el Depor podía empezar otra vez de cero y supuestamente con la lección aprendida. Pero no. Nadie contaba con otro gol del Celta B, pero en una jugada parecida, Eneko volvió a dejar espacio a su par. Mismos actores, mismos resultado. Otra vez a remar, con menos tiempo, con menos paciencia.
El paso por el vestuario no le sentó bien al Dépor ni a su entrenador. Tardó mucho en quitar a un Nacho que a cada acción iba pidiendo a gritos el cambio. Eneko y Salva se fueron fundiendo en un mar de kilómetros casi siempre estériles, corriendo siempre de mas y casi siempre sin premio.
Sus recambios mejoraron un poco la prestación pero sin tener el impacto en el juego que Fernando esperaba, porque en ese momento el Depor ya era un manojo de nervios. Los chicos del Celta controlaban de forma sonrojante el tiempo y el nervio de un partido que acabó muriendo en un par de córners en los que a mas de uno le debió venir a la mente aquella jugada de Vagner y Tristán. No acabó en patada y expulsión aunque alguno hubiese celebrado cierto ataque de vergüenza torera, pero es que esto no era primera, y ni siquiera era un derbi, sino un partido de Segunda B entre el mejor equipo de la categoría y un filial que siempre sufre por mantenerla, aunque sobre el campo fuese difícil saber quien era quien.
Pero Fernando tenía razón solo en parte. El partido no era un derbi. Si lo ganabas no podías sacar pecho; perderlo fue la mas absoluta de las ignominias. Ahora quedan varias semanas de aguantar el merecido escarnio, apretar los dientes y mejorar. Semanas sin el bálsamo de la competición, en la que a falta de fútbol sólo habrá ruido. Momento para tener temple y pensar que mas allá del bochorno, las opciones siguen intactas. Y 2021 difícilmente puede ser peor, aunque con este Dépor nunca se sabe.