Estoy agotado. Se me acaban los adjetivos para describir lo que siento cuando veo al Dépor, a pesar de lo cual no pierdo la esperanza de que se consiga la salvación.
Estoy agotado. Se me acaban los adjetivos para describir lo que siento cuando veo al Dépor, a pesar de lo cual no pierdo la esperanza de que se consiga la salvación. Los argumentos futbolísticos se pierden a medida que pasan las jornadas de Liga, y el equipo encadena derrotas cada vez más duras.
Getafe debe marcar un punto de inflexión para la plantilla. No se puede repetir una imagen como la del fin de semana pasado. Con todo a su favor, el equipo no fue capaz de sacar una victoria que hubiera sido clave. Me aterra hablar de finales en el mes de febrero, pero el partido ante el Granada adquiere una dimensión y una importancia impropia de las fechas en las que nos movemos.
Sólo vale ganar, y ahí radica uno de los mayores problemas que asolan a este equipo: la endeblez mental. Cada vez es más frecuente observar como hay jugadores superados por la presión ambiental. Y en este punto es básica la aportación del entrenador, que debe lograr aislar a los futbolistas y componer el once más fuerte posible, cultivando y reforzando la solidez mental de los jugadores. Ya no importa el cómo, sólo sirve vencer.
La semana ha venido agitada, y es completamente lícito que la gente exija una actitud mayor al equipo. La hinchada es el gran patrimonio del club y el activo más valioso que posee. Cada vez sirven para menos las palabras y más los hechos. En Getafe se demostró por enésima vez que esta afición está muy por encima de los jugadores y estos deben recompensarla de una vez. Así que por favor, detengan ya esta sangría.