Un centrocampista que tanto te hace de pivote o de interior, como de lateral derecho o de extremo. El chico para todo sigue reinventándose. Y el encuentro del pasado sábado todavía tenía reservada una nueva vuelta de tuerca a su versatilidad. Porque ante la SD Logroñés, Diego Villares retrocedió a sus años mozos para jugar donde hasta ahora nunca había sido necesitado en el Deportivo: como delantero.
No fue solo una cuestión defensiva. Sí, Villares ejerció con Lucas Pérez como primera línea de presión en esa doble punta que buscaba ensuciar -sin éxito- la asociativa salida de la SD Logroñés. Pero el de Vilalba ya se había soltado en momentos puntuales durante temporadas anteriores en ese puesto. Siempre con el objetivo de ejercer de primer obstáculo sin balón y adaptar el dibujo defensivo del equipo al habitual 4-4-2 en el que se suelen estructurar casi todos los colectivos en la actualidad para presionar arriba.
Así, bajo esa premisa y tratando de potenciar su enorme habilidad para leer la circulación del rival, trazar trayectorias de carrera y acosar al rival, Diego había coqueteado como hombre avanzado cuando se trataba de defender.
Sin embargo, el lucense nunca había mantenido esa posición tan adelantada también a nivel ofensivo. Porque contra el equipo riojano, Diego fue en todas las fases del juego un segundo punta. Sus piernas a disposición para presionar, pero también para romper al espacio, una necesidad evidente que compensaba la ausencia de amenaza de un frente ofensivo en el que Valcarce no termina de encontrase, Lucas Pérez suele aparecer más al apoyo que en ruptura y Davo se estrenaba como extremo izquierdo encargado de dar amplitud.
Así, sin ser un especialista recibiendo entre líneas ni tampoco un consumado rematador, Diego Villares partió con el cometido de aparecer en la asociación, pero sobre todo repetir esfuerzos largos para generar espacios a sus compañeros. Correr en vertical para estirar al rival y provocar que la última línea visitante no solo pueda mirar para delante, sino también preocuparse por defender su espalda. Fue delantero, pero con una labor más enfocada hacia el gregarismo que al lucimiento.
Así, siempre desde ese trabajo oscuro que no cambia sea cual sea la posición, Villares volvió a cumplir con creces en su enésima reconversión. Ni remató como un delantero, ni robó como un mediocentro adelantado. Pero aportó en ese trabajo sin balón tanto en ataque como en defensa.
Siempre sin rechistar, siempre sumando kilómetros con cabeza. Este curso ya ha sido mediocentro en un doble pivote, interior, extremo y lateral -cuando el equipo se quedó con uno menos en Ponferrada-. Ahora, en Tarazona, puede que la baja de José Ángel le devuelva de nuevo a su posición ideal. Pero lo que Idiakez tiene claro es que con Diego, dispone de un tesoro de un valor incalculable para cualquier colectivo.