Sí, pero no. El Deportivo 2-0 SD Logroñés fue el segundo triunfo consecutivo en Riazor y dejó atrás le durísima derrota ante el Real Unión de Irún. Pero, a su vez, desperdició una oportunidad de vencer convenciendo. De recuperar sensaciones y construir una identidad que no termina de encontrar tras los enormes vaivenes de un inicio de liga convulso. Porque a pesar de encontrarse con un gol tempranero y tener en frente a un rival con pocos argumentos a pesar de su buen trato de balón, el equipo coruñés firmó un triunfo que tuvo más olor de trámite burocrático que de reivindicación.
Juego directo con premio
El Dépor acabó controlando el encuentro, durmiéndolo a base de posesión de balón. Pero en el comienzo del partido, el guion fue radicalmente diferente. Imanol Idiakez planteó un once con unas variaciones que a priori fueron escasas, pero mutaron sustancialmente al equipo. Porque más allá de la portería, la entrada de Valcarce por Hugo Rama y de Davo por Ochoa modificó estructuras y, sobre todo, comportamientos ofensivos.
En fase ofensiva, el Deportivo volvió a dibujarse en algo parecido a un 4-2-3-1, pero con Villares en la mediapunta y Lucas Pérez como teórica referencia, la forma de atacar fue diferente. De hecho, la presencia del de Monelos en punta fue compensada con el vilalbés. El ‘7’ es un futbolista con tendencia a acudir al apoyo. Y precisamente para disponer de alguien que pudiese amenazar en ruptura la figura de Villares se antojaba importante.
No importaba que el mediapunta fuese un hombre poco hábil en esas recepciones entre líneas. Su cometido era tirar de piernas. Porque para lo otro, para aparecer a conectar más en corto, supuestamente, estaban el propio Lucas y un Valcarce que partía desde la derecha, pero iba a contar con cierta libertad para aparecer por el carril central.
Sin embargo, el Deportivo careció en los primeros minutos de juego interior. La SD Logroñés planteó un bloque alto, estructurado en 4-4-2 que priorizaba tapar dentro y presionaba en cuanto el Dépor realizaba un pase con intención de progresar. Ante ese planteamiento, Imanol Idiakez apostó por volver a dejar sin vuelo a los dos laterales y, a la vez, que el doble pivote Jurado-Sevilla aparentase ser opción para recibir en el carril central, ambos en una altura prácticamente idéntica.
Así, el conjunto de Riazor trataba de atraer al Logroñés con ese 1+4+2 (incluido Parreño) y generar espacios en campo contrario. Una opción era el pase intermedio por abajo a espaldas del centro del campo rival. La otra, jugar en largo. Para la primera solución, ni la circulación del Dépor era óptima, ni existían verdaderos apoyos. Así, en esos primeros minutos, el equipo deportivista careció de fluidez a la hora de asociarse y buscó la segunda apuesta: saltarse líneas para aprovechar los metros que el rival concedía, con Villares muy cerca de los tres jugadores de arriba para disputar el duelo aéreo o recoger el segundo balón.
Y lo cierto es que funcionó. Solo había dado tiempo a que resultase una vez, pero fue suficiente. Balón directo de Pablo Vázquez hacia Valcarce, que la peina para un Villares que se descolgó por fuera y detectó muy bien la situación para recoger el toque de su compañero y encarar en vertical la meta rival. Falta sobre el vilalbés ante el peligro inminente y la zurda de Lucas Pérez y el oportunismo de Pablo Martínez hicieron el resto. Palo, gol y 1-0. Sin apenas merecerlo, pero sacando petróleo de una de las intenciones ofensivas. Juego directo con premio.
Una presión que no roba, pero tampoco concede
El 1-0 cambió el guion. Lo que hasta entonces era un encuentro sin dueño, pasó a ser un partido en el que la Sociedad Deportiva Logroñés tuvo el balón y el Dépor buscó robar y correr. Pero ni el equipo riojano fue capaz de hacer cosquillas pese a disponer del esférico, ni el cuadro coruñés recuperó en posiciones avanzadas.
Desde el primer momento del encuentro y hasta la segunda mitad, una de las partes principales del plan del Deportivo era presionar arriba para cortocircuitar el inicio de juego de un rival muy combinativo. Por eso Villares jugaba ahí. Sin embargo, con el de Vilalba no fue suficiente. Esa primera línea avanzada y agresiva no fue correspondida con el resto. Porque al igual que la intención era acosar con esos primeros hombres, existía una segunda pauta: no desestructurarse si el rival progresaba.
De este modo, el plan del Dépor sin pelota salió bien a medias. Porque no, no fue capaz de ensuciar la salida de balón de la SDL en la primera mitad. Pero, a su vez, no se partió como en Irún y no le generaron nada. Con Villares acompañando en la punta del 4-4-2 a Lucas Pérez, era el extremo del lado de balón el que saltaba a por el tercer central que el Logroñés establecía en iniciación. Sin embargo, ese tres para tres era resuelto por el equipo riojano con las apariciones por delante de Javi Castellano, Toni García o Damià Sabater.
Al menos uno de los tres centrocampistas foráneos o el lateral izquierdo Paredes -que partía como carrilero en ataque- encontraban siempre la forma de aparecer como hombres libre para sortear la presión de un Deportivo que era agresivo y, a la vez, no. Porque Salva y José Ángel podían acompañar a su par, pero uno de ellos siempre guardaba el sitio. Lo mismo que los laterales. Y lo mismo que los centrales, que ni siquiera perseguían a Jordi Escobar cuando acudía al apoyo.
¿Le preocupaba que le superasen esa primera línea al equipo blanquiazul? Pues en realidad, no demasiado. Porque buscaba robar o incomodar, pero sin exponerse demasiado. Si recupero la pelota con lo que tengo, bien. ¿Que no? Atácame, que estoy preparado y soy mejor que tú. Y así fue. La SD Logroñés tuvo el balón, pero sin el acierto ni el veneno necesario para encontrar la profundidad. Los de Idiakez no sufrían lo más mínimo.
De este modo, desde el gol hasta el descanso, el choque se convirtió en un quiero y no puedo del bloque de Logroño, respondido por intentos fallidos del Dépor de machacar al contragolpe. Ahí erró Davo, final de muchas transiciones desde su posición tan abierta que permitió al equipo encontrarle con tiempo y espacio. El Deportivo terminaba recuperando cerca de su área y lanzaba el ataque a la carrera, casi siempre conectando con Lucas para que su buen pie encontrase al asturiano. La situación era propicia y el futbolista cedido por el Eupen interpretaba todo bien una y otra vez. Pero para concretarlo en cuestiones tangibles es necesario acierto individual. Y Davo careció de él en el primer acto.
A ritmo de pretemporada
Ya hacia el final de la primera mitad y desde luego a partir del intermedio, el Deportivo fue capaz de recuperar también la posesión. Aprovechándose de un Logroñés incapaz de presionar de la misma manera que al principio, el conjunto deportivista logró hacerse cada vez más dueño del balón, amparado en un Salva Sevilla que jugó a su antojo.
¿Hizo un gran partido el andaluz? Pues probablemente sería algo excesivo calificarlo así. Porque al igual que el rival le ayudó al dejarle jugar plácidamente, sus compañeros no le beneficiaron demasiado para lucir más. Precisamente la actuación del mediocentro organizador deportivista ejemplifica lo que fue el choque prácticamente desde la media hora: un SD Logroñés que no lograba apenas amenazar ni tampoco presionaba como al principio y un Deportivo que tenía el balón, pero en ataque posicional carecía de un ritmo mínimamente adecuado para inquietar de verdad al contrario.
Así, el Dépor estaba muy poco fluido un día más. En muchas ocasiones, no tenía movilidad para amenazar, más allá de un Villares que se dedicó a tirar rupturas una y otra vez como si de Max Svensson se tratase. Y cuando las opciones para acelerar y hacer daño de verdad aparecían, lo que faltaba era acierto o incluso -lo que es más grave- atrevimiento.
Estos argumentos fueron suficientes esta vez para el Deportivo que, al trantrán, fue encontrando las grietas. Que si alguna buena acción de un Davo meritorio en cuanto a personalidad, que si Lucas Pérez apareciendo cada vez más abajo aprovechando las fijaciones por dentro de Villares primero y de Davo y Cayarga después… Chispazos escasos, pero suficientes para acabar generando luz.
El ritmo era de pretemporada ante una SD Logroñés muy laxa, que permitía jugar de cara y muy fácil a los centrocampistas locales para protegerse y, pese a ello, recibió la estocada definitiva en una asociación por dentro. Lucas aprovechó la presencia de Davo y Cayarga fijando a los cuatro defensas para combinar con Salva Sevilla y hacer ese desmarque corto dentro-fuera que ya es su favorito. Control orientado mayúsculo y pase atrás sin necesidad de mirar para que aparezca un rematador: Deportivo 2-0 SD Logroñés.
El choque estaba resuelto y el Deportivo solo se dedicó a ponerle cloroformo hasta el final, ayudado por un Hugo Rama que, con libertad, espacio y tiempo, hizo lo que quiso. Tanto cloroformo le puso que incluso se destensionó en defensa. Porque una cosa fue bajar la línea de presión -como hizo tras el descanso- para provocar que el rival saliese y otra muy diferente permitirle entrar hasta la cocina entre el doble pivote y los dos centrales.
Escobar perdonó la ocasión y con ella se fueron las opciones del conjunto foráneo, del que el Dépor no se aprovechó para dar un golpe encima de la mesa. Fue una victoria pero pírrica. Fue un triunfo por cuestión de calidad. Fue un sí, pero no.