Entre algunos intentos de ‘Moneyball’ y el empuje creciente de las estadísticas, en el fútbol aún queda un hueco para los instantes. Para los estados de ánimo. Porque asomar la cabeza al deporte profesional tiene algo de lotería, mucho de suerte con las lesiones y, sobre todo, de sacar partido al trabajo diario. Y ahí, en el Juvenil A que entrena Rubén Coméndez, aparece el ejemplo de un crío de 17 primaveras que llegó el pasado verano de La Rioja, comenzó el curso en el segundo escalón de la categoría y terminó el año figurando en convocatorias del Fabril.
«Mujaid siempre ha destacado mucho, pero lo que más ha sido su progresión reciente». Habla Adrián Gallego, entrenador del Valvanera de la Liga Nacional Juvenil y testigo directo de su evolución durante los últimos años. «Le traje en alevines desde las Escuelas de Fútbol de Logroño. Le había entrenado en su último año allí y llegó con una técnica más justita, pero ahí ha crecido muchísimo. Ha sido año tras año», detalla. Porque además de los Gandoy, Aarón y Ortuño, otro de los nombres propios de la temporada ha sido el suyo, ya internacional con Santi Denia en la sub-17.
Gallego y, en extensión, el Valvanera, le han seguido la pista de cerca durante estos meses. «Yo sigo hablando bastante con él, porque le tengo cariño y él también a mí tras tantos años con nosotros». Y nada parece haber cambiado desde que el joven central riojano llegó a A Coruña: «Vive por y para el fútbol. Es competitivo y así lo dice su predisposición: siempre llegando el primero y siempre yéndose el último«, relata. Y es que lo fácil desde fuera sería verlo simplemente como un ‘hobby’, pero a menudo ocurre que la pelota también es una vía de escape.
Lo cuenta Adrián al hablar de cómo club y jugador afrontaron su adiós cuando supieron del interés del Deportivo en captarle tras acabar su etapa como cadete: «El trato del Deportivo fue de 10, y tanto él como nosotros nos lo tomamos muy bien. Yo, personalmente, porque le tengo mucho cariño tras traerle y entrenarle tanto tiempo, pero también por su situación familiar: su madre se tuvo que marchar a Londres a buscar trabajo, su padre no tenía y están criando a dos hermanos más pequeños. Al no estar muy estructurada, lo de Mujaid te deja contento por partida doble».
Incide Gallego en esa idea, en cómo desde fuera es lógico creer que el camino de un futbolista es lineal y, su vida personal, ajena a los reveses. Y no. De hecho, él dejó el fútbol a los 21 años tras ascender con la S.D. Logroñés a Segunda B. A los 15 caminaba por el área técnica y, desde entonces, afianzó su camino en los banquillos. «Me alegro mucho por todos los chicos que van saliendo, pero un poco más en su caso, porque lo necesitaba». Y la recompensa también ha sido mutua: «Es para estar satisfecho. Entrenarle y que al año siguiente lo haga Pepe Mel, como quien dice, es todo un orgullo«.