Hace exactamente 21 años, el Deportivo lograba levantar la segunda Copa del Rey de su historia. Pero más allá del enorme valor del trofeo en sí, aquel triunfo en el Santiago Bernabeu la noche del 6 de marzo del 2002 alcanzó un plano superior por el contexto. Porque todo estaba preparado para que el Real Madrid celebrase sus 100 años de vida con un título. La RFEF había colocado la final en esa fecha y en ese estadio como homenaje al club blanco. Y los de Vicente Del Bosque habían ‘cumplido’ metiéndose en la final de un torneo que nunca se la ha dado especialmente bien y que no ganaba desde hacía nueve años.
Sin embargo, con lo que no contaba el equipo merengue es con que el Deportivo de La Coruña ejerciese de algo más que de un simple convidado de piedra. El conjunto herculino se rebeló ante un destino que parecía escrito y aguó la fiesta, convirtiendo el centenario madridista en el Centenariazo, una palabra clavada en la historia del fútbol español para siempre y que elevó la grandeza del Dépor a un lugar que solo alcanza la vista de unos pocos.
Aquella epopeya fue tan singular que ha servido como marco sobre el que construir centenares de relatos durante estos 21 años. Sin embargo, de lo que poco se ha hablado es que para alcanzar la gloria, el Deportivo tuvo que recorrer un sendero tortuoso, que le llevó a estar a punto de despedirse en varias ocasiones de poder firmar a posteriori una de las páginas más brillantes de su historia. Así fue el accidentado camino hacia el Centenariazo.
Remontada en Luanco
Aquel camino hacia el Centenariazo empezó como empezaba la Copa del Rey para todos los equipos de Primera División: visitando el campo de un humilde. Luanco fue la primera parada del Dépor. Un viaje corto ante un rival de Segunda B que acabó con un 1-4 algo mentiroso. Porque si bien el conjunto entrenado por Jabo Irureta acabó goleando sin sufrir -tanto que incluso Dani Mallo pudo tener minutos sustituyendo a Nuno-, arrancó el choque perdiendo.
Un tanto de Ramón Benéitez a los 13 minutos adelantó al Marino e hizo saltar las alarmas en el Deportivo, que con una alineación con nombres importantes, logró darle la vuelta al choque en los últimos nueve minutos del primer tiempo. César, Pandiani y Víctor colocaron el 1-3 justo antes del descanso. Y el propio delantero uruguayo redondeó el resultado a la salida de los vestuarios.
Susto en León
Tres semanas después, el Deportivo afrontó el choque de dieciseisavos de final en León, ante una Cultural Leonesa que ya había eliminado al Racing de Santander. De nuevo con un once de garantías, los de Irureta acabaron sufriendo de lo lindo para pasar la eliminatoria. El choque estuvo igualado hasta que en el minuto 70, la Cultu se adelantó con un tanto de Raúl Ibáñez.
El Deportivo tenía 20 minutos para empatar o darse el batacazo. Y fue más allá. Porque en tan solo diez, le dio totalmente la vuelta al marcador gracias a dos goles de Diego Tristán, que había entrado al cuarto de hora de partido sustituyendo a Pandiani por lesión.
Lío contra L’Hospitalet
El Dépor ya estaba en los octavos. Y el sorteo le volvió a cruzar contra un equipo de Segunda B. En este caso, un L’Hospitalet que en su campo de césped artificial ya había superado (2-1) a una Real Sociedad germen del equipo que fue subcampeón de liga al año siguiente. Tras vencer 0-3 al Logroñés en la siguiente ronda, el modesto conjunto catalán se plantó en unas instancias que, por aquel entonces, se decidían a ida y vuelta. Pero no hubo ni ida, ni vuelta.
Porque el Dépor se negó a jugar en hierba sintética amparándose en el reglamento, que permitía vetar ese tipo de campos a los equipos de Primera. El Ministadi del Barça fue la alternativa elegida, pero L’Hospitalet se plantó y decidió no competir. Con el once coruñés en el césped y nadie del cuadro catalán presente, la incomparecencia acabó en eliminación para los locales y pase de ronda sin sudar para el Deportivo en uno de los episodios más feos y rocambolescos del fútbol nacional en este siglo.
En Valladolid, la agonía
Llegaban los cuartos de final con el comienzo del 2002. Y a Riazor acudió un Real Valladolid que, por aquel entonces, rondaba la media tabla en Primera. En la ida, el Deportivo triunfó 2-0 gracias a que Capdevila rompió la igualada al comienzo de la segunda mitad. Roy Makaay amplió la diferencia cuando se había cumplido la hora de juego.
Quedaba el choque de vuelta, pero la eliminatoria estaba encarrilada, ¿verdad? Pues no, para nada. Porque un gol de Fernando a los tres minutos de arrancar el choque de vuelta en Zorrilla hizo creer al Pucela, que empató el cruce antes del descanso con un tanto del central Mario. Todo estaba como al principio. Y aunque el Dépor sabía que un gol le aseguraba prácticamente el pase por el valor doble de los tantos en terreno contrario, no lo logró en los 90 minutos.
El billete a semifinales se iba al tiempo extra. Y en la prórroga, un penalti en el 110 transformado por Diego Tristán evitó una tanda agónica y dio al Dépor el acceso a la ronda previa a la final.
Sudar ante la revelación
El Dépor se veía a un solo paso de la final en el Bernabeu. Y la fortuna se alió con él para que el bombo le regalase el rival más débil de entre Real Madrid, Athletic Club y la UE Figueres. Le tocó el equipo catalán, en Segunda B pero revelación de la Copa del Rey tras ‘cargarse’ a Barcelona, Osasuna, Novelda y Córdoba.
La ida, jugada en el Municipal de Figueres, acabó con un escueto 0-1. Un gol de Tristán a los 5 minutos dejaba el pase muy a favor del equipo herculino que, sin embargo, no logró ampliar esa renta para llevarse una ventaja más cómoda a Riazor.
Aún así, en el choque en A Coruña, José Manuel adelantó de nuevo al Dépor al poco de comenzar. Un 2-0 en el global era una renta más que suficiente para vivir el resto de partido con tranquilidad. Y más si el Figueres no inquietaba a Nuno. Pero ya en el añadido, lo hizo con un tanto de Piti de penalti que provocó que todo el deportivismo viese peligrar, aunque fuese durante algunos segundos, un viaje al Bernabeu que parecía hecho.
Un gol del Figueres echaba de la Copa al Dépor, pero el choque acabó 1-1 y el cuadro herculino finalizó ahí, aunque con sudores fríos, su tortuoso y accidentado camino hacia una final más que repasada. Ya saben: un héroe no sería un héroe si no tuviese que superar dificultades. Y aunque la más memorable fue la de aquel 6 de marzo del 2002 que acabó en Centenariazo, el Deportivo se fue labrando su condición mucho antes, a base de resistir en momentos en los que quizá otros se hubiesen dejado ir.