Pocas historias tan efímeras como exóticas ha conocido Riazor como el idilio establecido entre la afición herculina y Ryan Babel entre octubre y diciembre de 2016. Un período de tiempo que coincide con la mejor versión del Deportivo vista en esta temporada 2016/2017. En el último tramo del año, los chicos de Garitano desarrollaron un fútbol atractivo y efectivo gracias, en gran medida, al buen hacer de Babel.
Un rendimiento, el del futbolista holandés, que quizá nadie se esperaba cuando aterrizó en A Coruña en septiembre para cubrir la baja de Joselu, lesionado de gravedad en su debut. No porque el historial de servicios del atacante fuera discreto –brillantes actuaciones individuales y colectivas en sus etapas en Ajax y Liverpool, además de su participación habitual con la selección holandesa- si no porque su aventura futbolística más inmediata en el Golfo Pérsico y su estado físico, lejos del que sería adecuado para un deportista de élite, hacían prever lo contrario.
Sin embargo, el fútbol es caprichoso y frecuentemente depara sorpresas que hacen inútil cualquier previsión. Y uno de esos momentos llegó en la última jugada de la séptima jornada, en el enfrentamiento en Riazor frente al Sporting de Gijón. El holandés se sacó un zapatazo de la nada desde fuera del área que hizo temblar a la hinchada y decantó el encuentro del lado blanquiazul (2-1). Un balón de oxígeno para un equipo que había sufrido un mazazo moral tras la marcha de Lucas Pérez y comenzaba a ser criticado por su irregularidad en el campeonato.
Una victoria que, sin embargo, no se traduciría en un cambio de dinámica hasta finales de año. Tras varias semanas en las que el equipo jugó bien pero no obtuvo recompensa –con días para el olvido como las goleadas encajadas en el derbi gallego (4-1) y ante el Barcelona (4-0)- llegó el mes de diciembre. Bajo los mandos de un Ryan Babel en plena forma, un Deportivo renacido encadenó tres victorias -ante Real Sociedad (5-1), Osasuna (2-0) y Betis (3-1)- en cuatro partidos que supusieron un desahogo clasificatorio y el pase a la siguiente ronda de Copa del Rey, gracias a la remontada frente a los verdiblancos.
Todo parecía indicar que la nave blanquiazul había corregido su rumbo y que la grada de Riazor había encontrado en el ex del Liverpool a su nuevo ídolo. Sin embargo, los cuatro goles anotados con la elástica blanquiazul en tan corto lapso de tiempo llamaron la atención del Besiktas quien, con una oferta económica irrechazable, convenció a Babel para hacer las maletas rumbo a Turquía.
Tocado en lo anímico y en lo deportivo, el conjunto blanquiazul se mostró incapaz de sobreponerse a este varapalo anímico y encadenó la peor racha de la temporada, acumulando diez encuentros consecutivos sin conocer la victoria. Ni Gaël Kakuta ni Ola John funcionaron como recambios adecuados para un jugador que había dejado una herida profunda en el vestuario. La consecuencia a este Deportivo gris, inoperante y sin identidad fue la destitución de Gaizka Garitano y la llegada al banquillo de Pepe Mel.
Si bien es cierto que el técnico madrileño insufló a la plantilla el aliento que necesitaba para alcanzar –no sin apuros- el objetivo de la permanencia, el equipo no volvió a ofrecer las buenas sensaciones ni el peligro en ataque mostrados bajo los mandos del holandés: apenas cuatro victorias en veinticuatro partidos suponen el pobre bagaje del Deportivo post Babel. La marcha del holandés dejó tras de sí un equipo sin alma y carente de un líder que terminó manteniendo la categoría más por fallos ajenos que por méritos propios. Por delante, un mercado de fichajes para fortalecer la plantilla, sentar las bases de un nuevo proyecto y volver a ilusionar a la grada de Riazor.