Este es un buen momento para detenerse en una figura clave para el deportivismo en los últimos años. Manuel Pablo iniciará su decimoquinta temporada en Riazor.
Nadie podía pensar en el año 1998 que el futbolista que llegaba adosado en la «Operación Turu Flores», se convertiría en un icono para el deportivismo. Tímido y reservado, Manuel Pablo llegó al Dépor por la puerta de atrás. Una costosa adaptación y la titularidad de Armando, obligaron al canario a esforzarse al máximo para alcanzar su sueño: triunfar en A Coruña.
Manuel Pablo reunía todas las cualidades necesarias para hacerse un hueco aquí. Su juventud y potencial pronto fueron determinantes para que se adueñara del carril derecho de Riazor. El lateral alcanzó la gloria proclamándose campeón de Liga y Copa del Rey. Sus grandes actuaciones provocaron que media Europa se fijara en un futbolista prometedor y trabajador, que se convirtió en un fijo de la selección española.
Pero en cualquier texto que haga referencia al canario, tiene que aparecer la fecha del 30 de septiembre de 2001. Manuel Pablo heló la sangre de todo el fútbol español, cuando una desafortunada entrada de Giovanella frenó en seco su carrera. Una doble rotura de tibia y peroné, en un derbi con el liderato de la Primera División en juego, acabó con el sueño de Manuel Pablo de llegar al Mundial de Corea. Nadie puede saber cual habría sido el techo de un futbolista clave en la época dorada del club.
A sus 36 años, Manuel Pablo afronta su decimoquinta temporada en las filas del Dépor, un dato increíble en un fútbol que cada día tiene menos hueco para el romanticismo.
Es probable que no sea el jugador más mediático, que no haya participado en hazañas europeas como la de Old Trafford o el Olímpico de Munich, pero Manuel Pablo es uno de los nuestros y la Primera División le espera con los brazos abiertos.