Regresa ‘Alta Definición’ a Riazor.org después de que el Dépor, con la inestimable ayuda del Zaragoza, haya corregido el enorme fiasco que supuso Pucela. Tras meses en la cuerda floja, viaja a Málaga dependiendo de nuevo de sí mismo para salvar la categoría.
Cuando ya no quedaban uñas y un miedo creciente invadía Riazor, apareció él –él, otra vez- para robarnos el desasosiego y castigar nuestras gargantas, para hacernos saltar con amor en los ojos y fuego por dentro. Bruno Gama, pieza clave, lleva jornadas montado en una Variant trucada, con sus piernas bailando en este final de temporada con más ritmo que lo nuevo de Daft Punk. Y sin el aire ése retrofuturista. La rompían más, mucho más, con los dibujitos en tonos pastel. Daft Punk digo, no Bruno Gama. Bruno la rompe cuando está en forma y con confianza, cuando el equipo ataca y él inventa resquicios desde sus andares trencos y su culo bajo; cuando engancha su ‘slalom’ atribulado, su perfilarse predecible –pero no por ello parable- para soltar latigazos certeros. Y en uno de ésos acabó con el Espanyol y nos regaló otro domingo. ¿Fútbol? No queríamos de eso.
Y así, con el gol del ’16’ en la memoria, media Europa de vacaciones y poco más que bizarros cruces de Libertadores en las madrugadas -¿Huachipato, por qué nos has abandonado?-, hemos llegado a este jueves por la tarde de una semana asquerosa sin fútbol que sirva de opio a nuestra angustia prolongada. Una semana en la que el Dépor debería estar pensando en hacer seis de seis –o tres, ojalá- y mandar toda esta mala suerte nuestra –o lo que sea- a la mierda. Y, sin embargo, hacemos malabares, caminamos sobre cristales y escupimos fuego con Oliveira, Valerón y un comunicado del club que representa un nuevo pulso a la justicia. Resumido el propósito de éste vagamente, viene a ser como cuando de pequeño te mandaban hacer cosas y las hacías mal a propósito para que no te volvieran a mandar hacerlas. Bueno, quizás eso solo lo hacíamos unos pocos cabrones, pero creo que se me entiende. Igual que se entiende el tono socarrón, y ciertamente desafiante, del escrito. Con todo, el famoso comunicado divide al deportivismo en debates absurdos: guardo mensajes en el Whatsapp que van desde “está el surrealismo y luego ya es cuando viene el ‘toque Dépor'», hasta “es una jodida genialidad”. Del precio de la fruta y los bocadillos estuve hablando media hora –sí, media hora estragada- el martes por la noche. Y el Málaga puede que juegue a fútbol australiano por lo que sabemos por aquí. Pese a todo, no estamos tan mal (si se pronuncia en el tono de Laporta hace más chiste); en Zaragoza, a Bienvenu le llamaron «hipopótamo» –hay que reconocer cierto ingenio- y pidieron «más Movillas, blancos y españoles» –hay que reconocer cierta escasez neuronal- justo después de que en Coruña comenzáramos a tallar las imágenes de Ibai y De Marcos –si Bruno Gama nos regaló el domingo, ellos nos hicieron multiorgásmicos- en el acantilado del Monte de San Pedro. Salvando el ‘incidente Granada’, por aquí manejamos bien –o mejor que allí, en todo caso- el esperpento. Con más elegancia al menos. Será la costumbre.
Pero lo que yo quería es hablar de Málaga, esa trampa para conejos con aires de fiesta y felicidad local. Si pierden Zaragoza y Osasuna, aquí no se ha muerto nadie y seguimos con el whisky, las lucecitas de colores y el escenario listo. Pero, ¿y si ganan? Si ganan, te quedas con cara de tonto, con una mano delante y otra detrás. Por eso, lo que no se puede es ir a La Rosaleda a empatar. Nosotros (la afición) fuimos de fiesta a Valladolid, valientes y confiados, a arrasar con todo, y ellos (los jugadores), sin embargo, fueron con miedo, atenazados y a por el puntito. Y los empates son los ‘push up’ del fútbol; que sí, que a primera vista están muy bien, pero luego… Luego es otra cosa. A empatar ya se fue al Camp Nou hace dos años –envueltos en una mediocridad absoluta- para una semana más tarde irnos a la B. Ahí, a la B, es a donde Lux –Lux, capitán y canchero, ¡qué bueno que viniste!- le preguntó a Oliveira si quería mandarnos. ¿Le habrá preparado hoy costillas en el asado? Es lo que tiene hacer grupo, que lo haces quieras o no. Luego ya cada uno para su casa, pero el hacerle la comida –en este caso- no te lo quita nadie. Pero de Nélson me apetece hablar tanto que no voy a decir nada y lo que yo quería era Málaga. Ganar en Málaga, exactamente.
Además, no están tampoco muy centrados por allí, pensando en las ventas y coqueteando con el ‘tatamartinisimo’, toda vez que el ingeniero Pellegrini ha dibujado ya su salida. Supuestamente clasificados para Europa, en la Rosaleda esperan una fiesta que celebre, festeje y despida el periplo del chileno en la Costa del Sol. Y en ese ambiente festivo es donde el Dépor debe aparecer vestido de muerte. De muerte y destrucción. Que si Jarmusch está presentando en Cannes una de vampiros, el Dépor puede ganar al Málaga casi sin bajarse del avión, pero vamos, casi mejor salir como en la ida y no dejar que pasen más de tres minutos sin que haya que ir al choque y jugarse la pierna. Y ahí romper con todo. A la tercera, escaparán del contacto; Isco, probablemente a la segunda. Nos jugamos la vida, los jugadores quizá sus sueldos. Llevamos meses en el matadero, así que dudar ante la puerta de salida no es una opción. ¿Fútbol? No queremos de eso. Ganar en Málaga y sacar los pintxos contra la Real en Riazor, bailar todos juntos regados de Txakoli y festejar el renacer de los muertos durante toda la noche. Eso queremos. Ojalá. Como extraños en el paraíso. Como cuando ganamos la Liga y fue lo mejor que nos pasó en la vida. Pero nuestra vida ahora es esta lucha, esta aparente alegría que supone escapar de la tristeza, este fango tramposo en el que se ha convertido la permanencia en España. Y despedir los demonios con una fiesta es lo menos que nos merecemos. Con Zaragoza, Mallorca y Vigo reducidas a ceniza. Con papelitos blancos y azules, Donato en la grada y cantando por Valerón, Vázquez y quien se ponga por delante. Porque nos lo deben. Nos lo debe el fútbol, los jugadores, la directiva y el dichoso karma. Porque estamos del ‘sí se puede’ hasta las narices. Porque, aunque no juguemos, queremos un descanso y entretenernos en fichajes de medio pelo durante todo el verano. ¿El fútbol? El fútbol ya para el año que viene.