Durante gran parte de la temporada, el origen de los males del Deportivo se ubicó en la línea defensiva. Los errores individuales y los desbarajustes colectivos se amontonaban semana tras semana y provocaron que el conjunto coruñés se precipitase hacia la zona baja de la clasificación. De hecho, el Dépor todavía es el equipo de la Liga que más goles ha recibido, con sesenta.
Antes de la llegada de Clarence Seedorf, la cifra de tantos encajados por partido era insostenible. Con Pepe Mel, el Deportivo recibió dieciocho goles en nueve partidos (2,00 por encuentro), y con Cristóbal Parralo la cifra se disparó hasta los treinta y tres tantos en trece partidos (2,53). El objetivo de lograr la permanencia pasaba por rebajar esos datos con urgencia.
Con las estadísticas en la mano, es indudable que Seedorf ha conseguido detener esa sangría. Bajo la batuta del holandés, la meta del Deportivo ha sido perforada en nueve ocasiones (1,28 veces por partido), si bien es cierto que no se ha enfrentado a ninguno de los seis primeros clasificados. Sin embargo, la situación actual del equipo herculino es considerablemente peor de la que se encontró el técnico natural de Surinam cuando aterrizó en A Coruña. El motivo de esta aparente incongruencia estriba en la alarmante incapacidad del Dépor a la hora de marcar goles. Dos tantos anotados en siete encuentros es una cifra irrisoria y evidentemente insuficiente para revertir la dinámica negativa.
Seedorf ha alineado conjuntamente a Lucas Pérez, Florin Andone y Adrián López —los tres máximos goleadores del equipo— en la práctica totalidad de los partidos que ha dirigido, pero la confluencia de futbolistas ofensivos no ha sido efectiva en absoluto. De hecho, el delantero rumano es el único de ellos que ha sido capaz de marcar desde que llegó el holandés (ante el Éibar, en un gol que no habría sido tal de no haber contado con la colaboración de Marko Dmitrović).
En algunos encuentros, la sequía ha procedido de las dificultades para generar ocasiones de peligro, pues en líneas generales el entenador ha preferido priorizar el equilibrio a la creatividad. En otros —especialmente en Riazor— la falta de gol estuvo estrechamente vinculada a una nula habilidad a la hora de definir. Ante Espanyol, Éibar o Las Palmas, el Dépor tuvo oportunidades para llevarse el triunfo, pero careció de ese punto de acierto necesario para decantar los partidos. Los delanteros del conjunto coruñés, imbuidos del nerviosismo y las dudas que atacan a toda la plantilla, se han mostrado impropiamente erráticos, y aunque su actitud y su empeño han sido intachables, se necesita algo más para ganar encuentros.
Especialmente preocupante resulta el caso de Lucas, que no anota desde el 19 de noviembre, en La Rosaleda, hace casi una vuelta. Las escasas opciones del Deportivo pasan por recuperar la mejor versión de sus delanteros y confiar en que su racha aciaga dé paso a un tramo final de brillante inspiración.