Mientras en las redes sociales todo son repasos al 2019, las mejores imágenes en redes sociales, o hasta noticias sobre lo mejor de la década (que sin entrar en debates innecesarios, esta termina el 31 de diciembre de 2020), en el Deportivo se ha cerrado un ciclo.
Así como lo leen, así como lo siento. El regreso de Fernando Vázquez al Deportivo supone cerrar una herida que jamás terminó de curar. Augusto César Lendoiro recurrió a su figura allá por 2013 y estuvo muy cerca de obrar el milagro de salvar al equipo. La temporada siguiente devolvió al equipo a Primera, pero ya con una nueva directiva en sus últimos meses.
Unas inoportunas declaraciones hicieron que el final de Fernando Vázquez en el Deportivo fuese abrupto. Se marchaba por la puerta de atrás un entrenador que había devuelto la esperanza a la grada. Un técnico gallego, que hizo suyo el escudo, que levantó el puño en representación de una afición que justamente necesitaba alguien de su perfil.
Tras su marcha, la historia ya la conocen. Hasta diez entrenadores pasaron por el equipo, que finalmente terminó descendiendo con Clarence Seedorf al mando del equipo. En su segunda temporada en el infierno, el equipo ha coqueteado peligrosamente con la Segunda B. Además, la fractura social ha conllevado que en enero llegue el tercer presidente en el lapso de un año.
En medio de la travesía por el desierto, la afición deportivista se aferra a su oasis llamado Fernando Vázquez. A su puño en alto, a sus carreras por la banda, a sus gritos alentando a aquellos que han dejado de creer. Finaliza un ciclo y comienza una nueva era.
El Deportivo arrancará 2020 con Fernando Vázquez de nuevo al frente de la nave. Apenas diez días después de su estreno liguero también estrenará directiva. Un equipo cuya obligación debe ser la de cerrar por fin esa herida abierta cinco años atrás. La afición merece un respiro después de tantos años de sinsabores. ¿Se puede?