Fue malo. Muy malo. Porque perder por cuatro goles en casa, independientemente de quien esté enfrente, no tiene defensa alguna. El Deportivo 0-4 Mirandés fue una dura derrota. Una pésima forma de acabar el año 2024 y afrontar tres semanas sin fútbol. Pero la goleada encajada por el Dépor no se explicó desde una manifiesta inferioridad en el juego por parte del equipo blanquiazul, sino desde una nula competitividad cerca del área propia, un bajo estado de inspiración en el último tercio rival y una insignificante capacidad de reacción. Justo los ingredientes con los que el cuadro de Gilsanz sí cocinó su fabuloso triunfo ante el Castellón.
El partido tuvo tres partes bien diferenciadas. La primera, marcada por la igualdad hasta el 0-1. La segunda, en la que el Mirandés recolectó cuatro goles en 24 minutos ante la alfombra dorada que le tendió el equipo de casa. Y una tercera insignificante, con todo el pescado vendido con demasiado tiempo por delante.
El Dépor no estuvo cómodo en ninguna de ellas ante un cuadro jabato que fue capaz de demostrar en Riazor solidez por un lado y paciencia y pegada por otro para esperar y aprovechar las concesiones de su contrario. Pero hasta que adelantó la Navidad regalando varias situaciones de gol que no existían, tenía todavía el partido en su mano. Muy en su mano.
Yeremay, un faro apagado
Deportivo y Mirandés ejecutaron un plan defensivo con similitudes a partir de una presión muy alta en la que ambos equipos emparejaban sus piezas uno contra uno. Cuando el Dépor iniciaba desde atrás, el Mirandés le acosaba con marcajes al hombre a todo el campo. Cuando era el conjunto de Lisci quien reiniciaba su ataque, era el Dépor quien elevaba sus líneas para impedir que el cuadro burgalés jugase fácil. La consecuencia de la suma de planteamientos fue que, al igual que sucedió contra el Castellón tres días atrás, el encuentro se convirtiese en un duelo de duelos.
Sin embargo, esta vez no le salió bien al Deportivo. Por un lado, porque el equipo deportivista careció de demasiadas soluciones para, una vez iniciaba en corto, encontrar ventajas desde el juego combinativo. Las suplencias de Escudero y Villares dejaron al Dépor sin dos ‘centrocampistas’ más para generar las superioridades posicionales que el equipo sí fue capaz de producir ante el Castellón.
Con un Obrador que a día de hoy solo resuelve la papeleta recibiendo por fuera y de cara y un Mario Soriano que partía más cerca de Mfulu y no podía sorprender con sus descensos al apoyo, el plan del equipo local perdía variantes. Tal y como explicó Gilsanz en rueda de prensa, la iniciativa del Dépor pasaba por provocar que Hugo Rincón, carrilero derecho del equipo pero extremo derecho de facto en el módulo defensivo en 4-4-2 por el que apostó Lisci, ‘saltase’ a por Obrador.
De este modo, con el futbolista cedido por el Athletic Club lejos de su compañero Juan Gutiérrez -central en línea de tres con permiso para incorporarse en ataque, lateral en defensa-, el Deportivo tendría la posibilidad de buscar pase sobre Yeremay para que el talento del canario le generase la ventaja en un duelo en el que tenía todas las de ganar ante el defensor cántabro.
Con Lucas más pendiente de tirar desmarques-dentro fuera para atacar la profundidad una vez el Deportivo avanzaba para aprovechar los espacios que provocaban las movilidades de sus compañeros, buena parte del juego ofensivo deportivista dependía de su ’10’. Sin embargo, entre el bajo nivel de inspiración y energía de Yere, las dificultades del equipo para encontrarle y el buen hacer de su marcador y las ayudas del Mirandés, el Dépor apenas pudo encontrar al extremo, elemento fundamental sobre el que construir su ataque.
Otro encuentro a duelos… en los que ya no ganas
Así, ante las dificultades para jugar combinativo, el Deportivo acabó buscando mucho juego directo. ¿Tenía sentido buscar balones largos? Sí, ya que más allá de minimizar las pérdidas comprometidas, el Mirandés no se guardaba un futbolista a mayores para defender en superioridad numérica los balones sobre su última línea. Era un tres para tres o un dos para dos.
Sin embargo, al contrario que los zagueros del Castellón, los defensores jabatos sí fueron contundentes en los duelos. Ni en la disputa aérea, ni al espacio. El Dépor era incapaz de quedarse con el balón porque ni Barbero lograba imponerse a Tachi, ni Mella o Lucas lograban ganar la espalda de la defensa. Bien fuese por colocación, bien fuese por piernas, bien fuese por energía, el Mirandés apenas concedía. Y así, el Deportivo se quedaba muy corto.
Pese a todo, esta mezcla entre juego en corto y en largo le servía al Deportivo para, al menos, inquietar al rival de vez en cuando. No fluía, no jugaba cómodo. Pero lograba que el Mirandés no viviese pensando única y exclusivamente en atacar la meta de Helton. La tuvo Ximo en un segundo balón recuperado por el Dépor y lanzado sobre Lucas, que pisó línea de fondo y puso un centro sin que ningún rematador levantase la mano, y la tuvo Yeremay, en un envío largo que Barbero acabó ganando a Parada.
Como también la tuvo Mella gracias a una de esas apariciones necesarias de Yeremay, que logró recibir en el círculo central medio liberado para descargar sobre el santiagués y que este se apoyase en un Soriano que le había ganado la espalda a Alberto Reina. Tras un envío venenoso del madrileño que repelió la defensa, Mella recogió el rechace y se sacó un tiro que despejó Raúl. Fue un par de minutos antes del tanto del Mirandés, en el que estaba siendo el mejor momento de un Deportivo capaz de poco a poco, irle tomando el pulso al encuentro y tener paciencia desde atrás para acabar encontrando al futbolista libre.
Concesiones y pasividad
Sin embargo, en el momento en el que parecía que el Dépor crecía, quien acabó golpeando fue el Mirandés. Un saque de banda en el que Mfulu defendía por delante y Vázquez por detrás al posible receptor más próximo acabó con Ximo yendo también a la disputa y dejando solo a Roca, con la mala fortuna de que el balón le cayó a él. Un tres contra uno que no ganas. Soriano, dentro del área por su rol de mediocentro a pesar de lo poco especialista que es en los duelos, tuvo que abandonar a su hombre a la desesperada para tapar el tiro. Lo hizo, sin embargo, con la gran imprudencia de no esconder las manos y provocar un penalti evidente.
Casi sin tiempo para asumir la condición de desventaja en el marcador, Pablo Martínez regaló un balón fácil por precipitarse en el despeje y enviar el esférico hacia dentro, en una zona en la que además solo había rivales. La jugada progresó y aunque el Dépor se replegó, Yeremay concedió un centro a pie cambiado a Hugo Rincón.
El envío podía llevar veneno, pero pronto pareció un esférico muy ventajoso para la zaga deportivista. Tanto fue así que ninguno de los tres delanteros del Mirandés atacó ese balón. Sí lo hizo Pablo Vázquez con exceso de ímpetu y lo suficientemente forzado como para regalar un mal despeje. Ni Ximo ni Helton le hablaron para que recalcarle que no era necesaria su intervención. Y si lo hicieron, el valenciano no les hizo demasiado caso. Así, lo que era un centro que se iba a ir a saque de puerta se convirtió en una asistencia a Alberto Reina, que tocó de cabeza para Izeta, quien también cabeceó hacia Roca como pudo. Deportivo 0-2 Mirandés.
Todo le salía al Mirandés, sí. Pero todo le salía también porque el Dépor le había regalado varias situaciones de remate en balones colgados al área sin amenaza real. Así, el partido se fue al descanso y tras el intermedio, el Deportivo apenas amagó con reaccionar. El equipo deambuló entre una impaciencia que acababa con juego tan directo como precipitada y la calma para tener la pelota y buscar situaciones por fuera. Unas situaciones que el equipo de Lisci, con un fabuloso sistema de ayudas para ser siempre uno más en potenciales situaciones de desquilibrio exterior, le negó.
El cuadro coruñés comenzaba a desesperarse con pelota. Pero lo que le volvió a matar fue su trabajo sin balón. Esa presión agresiva en los reinicios visitantes se tornaba en pasividad una vez el Mirandés progresaba. El Dépor trataba de priorizar mantenerse en zona, pero en las pocas veces que su enemigo lograba asentarse en campo contrario eso equivalía a dejar demasiado tiempo al poseedor para elegir y a no ‘saltar’ de verdad a futbolistas entre líneas. Todo lo contrario que el Mirandés.
Y así, lo que no fue el desencadenante de ningún gol en la primera mitad, sí lo fue en la segunda. Porque el Deportivo fue tremendamente pasivo. Tras un nuevo envío en largo que solo partió al equipo, el equipo de Miranda de Ebro recuperó. Pese a ello, el Dépor sumó densidad en zona de balón. Pero una cosa es densidad y otra muy diferente agresividad. Gorrotxa recibió y dejó de cara a Reina, que pudo dar hasta seis toques de balón sin que ninguno de los cuatro deportivistas que tenía en su radio de acción le encimasen de verdad.
Así, el ex del Ceuta logró batir toda una línea con una sencilla conducción y encontró el tiempo y espacio suficientes como para filtrar a la espalda de la defensa adelantada del Dépor. Pese a la evidente exposición, la zaga podía haber solventado la papeleta. Sin embargo, Obrador abandonó su marca buscando un fuera de juego imposible. En vez de perfilarse para correr hacia atrás e incomodar la carrera -una de sus especialidades por su capacidad para corregir a campo abierto-, el lateral decidió tirar la línea, algo harto difícil en cualquier situación al exigir un alto nivel de coordinación, pero negligente cuando el poseedor de balón está tan solo.
De este modo, Izeta recibió el balón en ventaja para definir. Un error de concepto evidente sumado a una pasividad extrema. Un equipo que juega directo y que quiere ser agresivo tanto en los reinicios del rival como tras perder el balón debe cometer faltas si es superado. Y el equipo, un día más, no alcanzó ni la decena (se quedó en 9). Un rasgo más de esa ausencia de competitividad que, cuando no fluye como le gusta, acaba condenando en demasiadas ocasiones a un Dépor al que le está costando saber sufrir.