Fue un triunfo de los que valen por dos. Porque el Ceuta 1-2 Deportivo fue un partido malo del conjunto blanquiazul. Óscar Cano explicó al término del choque que su equipo había estado muy condicionado por un virus gástrico. Que sus jugadores tenían sensación de «pesadez» de estómago y «cara de muertos». Y precisamente eso es lo que transmitió el bloque herculino: pesadez.
Porque el Dépor fue un equipo radicalmente diferente al habitual. Desde su incapacidad para atacar bien, perdió el control absoluto del choque. Y estuvo a merced del Ceuta, al que le penalizaron dos errores de su central y una gran falta de efectividad ante todo lo que su rival le concedió.
Atacar mal, el principio del fin
El Deportivo ofreció muchas facilidades a un muy buen Ceuta. Muchísimas. Pero esas concesiones no se explicaron solo por el posicionamiento del equipo en fase defensiva y la evidente falta de energía del cuadro herculino. No. El Dépor empezó a perder la batalla en la pizarra desde su incapacidad para atacar mal. Fue el principio del fin.
Al igual que en Badajoz pero todavía de una manera más exagerada, el cuadro herculino fue incapaz de progresar a partir de la posesión. Básicamente porque no la tuvo. Es cierto que en este sentido el hecho de verse tan pronto con una ventaja importante en el marcador condicionó. Pero es que el Deportivo no fue capaz de tenerla ni cuando se lo propuso.
El Dépor registró un promedio de 2,52 pases por posesión de balón. Fue su dato más bajo en esta métrica, que ante el Ceuta se quedó casi a la mitad de su media de la temporada (4,7 pases por posesión). Es decir, el equipo herculino no pudo organizarse a partir de su fase ofensiva. Y eso le penalizó en el resto de fases del juego.
¿Y por qué no pudo hacerlo? Principalmente, por dos cuestiones. La primera, por el gran trabajo del rival. El Ceuta no concedió espacios por dentro. Y eso provocó que Quiles y Soriano estuvieron desconectados. Varió entre una presión menos agresiva y una más agresiva en función del momento del partido. Pero siempre tuvo como prioridad estar muy junto en el carril central a costa de dejar libre el lado alejado del balón. Era el peaje que quería pagar, sabedor de que no es tan caro como conceder huecos interiores. Y le salió muy bien.
De este modo, aunque el Deportivo trató de juntarse para atraer, como siempre, en su fase de inicio, con uno de los tres mediocentros bajando a línea de centrales y los otros dos por delante, los de Cano apenas encontraron soluciones por delante de balón. Faltó, evidentemente, movilidad. Y no sobró, ni mucho menos, el acierto. Al Dépor le costaba encontrar líneas de pase. Pero cuando lo hacía, fallaba el control o el siguiente pase para empezar a encadenar secuencias más largas.
Así, al Dépor le fue imposible ir progresando metros, juntándose sobre el balón y moviendo al rival hacia donde más le convenía. Ni iniciando desde atrás, ni cuando recuperaba. No encontró la forma en el primer tiempo, salvo en el par de acciones que acabaron en gol. Porque el penalti sobre Svensson llegó a partir de un buen giro de juego tras juntarse en la izquierda y encontrar al binomio Antoñito-Quiles en el lado débil. Y el segundo llegó a partir de una buena presión de Villares, sí. Pero porque el vilalbés apretó hacia delante al verse bien arropado en zona de balón por sus compañeros tras una pérdida.
En el segundo tiempo, cuando la presión del Ceuta fue más agresiva, el Deportivo se empeñó en muchas ocasiones en tirar por la conducción individual como medida para salir de ella. No hubo paciencia, aunque tampoco demasiadas soluciones para los poseedores de balón. No le salió bien y el equipo herculino perdió muchísimas opciones de pausar el partido, instalarse en campo rival y frenar el ritmo del Ceuta. Atacar mal fue el principio del fin.
Una presión a medias
Fue muy evidente la pesadez del Deportivo con el balón en los pies. Pero también resultó obvia sin él. Porque el conjunto herculino tan solo fue capaz de ser agresivo en el press tras pérdida o cuando logró llevar al rival hacia la banda en zona de inicio. En esas dos situaciones, el equipo blanquiazul sí se tiró hacia arriba sin miedos, buscando robar.
Pero no fue lo habitual. Porque aunque en la primera parte el Deportivo se colocó en fase defensiva en un bloque medio-alto organizado en 4-4-2, el Ceuta encontró la fórmula para progresar. Bien fuese desde la asociación más corta o desde el pase más largo. El Ceuta creaba superioridad en inicio y salía. Max no incordiaba como siempre.
Aún así, en el primer acto, el equipo herculino apenas sufrió. Su rival apenas le incomodó a partir de las soluciones que aportó Adri Cuevas, siempre entre líneas estirando al equipo u ofreciendo una solución al apoyo. El Dépor no era demasiado agresivo, pero tampoco lo requería la situación. Permitía al Ceuta jugar, pero no se descomponía. De hecho, el conjunto local apenas le inquietó más allá del balón parado.
Pero en el segundo tiempo, la cosa cambió. Porque el Deportivo ya se quedó totalmente a medias. Empezó tratando de mantener lo de la primera mitad, ya con Soriano por Rubén Díez. Pero acabó metido muy atrás, sin energía para presionar y condenado por su incapacidad para tener el balón y, así, poder salir de la cueva.
Dio igual que Soriano bailase entre la mediapunta y el interior izquierdo para conformar, en muchos momentos, un 4-5-1. El Ceuta encontró el ritmo y la movilidad que le faltaba a su enemigo. Y cada cambio mejoró al anterior. Así, juntó futbolistas por dentro para acabar buscando al Deportivo por fuera, donde ganó muchísimos duelos individuales al equipo coruñés. Sobre todo en el costado izquierdo blanquiazul, con Alain incorporándose una y otra vez en amplitud y profundidad ante un Dépor que se tenía que juntar, sí o sí, para que no le hiciesen daño por dentro.
Así llegó el 1-2, en un cambio de orientación que fue cómodo ante el hundimiento del Dépor. Carnero resbaló y el cuadro herculino defendió mal el área, con superioridad numérica, pero con varios jugadores únicamente pendientes del balón y dejando solo en posición franca a Adri Cuevas. Y así pudo caer alguno más. No lo hizo por pura ausencia de pegada en el cuadro ceutí.
Sin salida en el Ceuta 1-2 Deportivo
Para colmo de males, el Deportivo tampoco encontró la solución en el contragolpe. El Ceuta tenía muy claro que debía interrumpir cada ofensiva blanquiazul en la que su presión fuese superada. Y lo hizo muy bien. Sin embargo, en los minutos finales del partido, el conjunto herculino tuvo varias transiciones que desaprovechó estrepitosamente.
En primer lugar, porque el Deportivo no tiene futbolistas capaces de dañar al espacio con Max Svensson fuera del césped y sin las conducciones de Quiles. Esa ausencia de velocidad pesó en algún contragolpe, como también lo hicieron las malas tomas de decisión.
El Deportivo no tenía forma para atacar la espalda de la despoblada zaga local. Pero tampoco encontró la solución a partir de algún balón directo que se quedasen sus atacantes. Santamaría y Kuki volvieron a quedarse muy cortos en esta faceta, aunque en el encuentro el Murube ningún jugador ofensivo encontró su nivel óptimo.
De este modo, el equipo de Cano no encontró soluciones a su hundimiento. Quizá por los problemas físicos, sí. Pero fuese cual fuese la causa principal, el equipo se quedó corto para, ante la presión rival, ganar metros. Y por eso el técnico dejó caer que busca refuerzos en ese sentido. Al menos, lo hará con un nuevo triunfo más por cuestión de acierto-error que de fútbol. Porque el Ceuta 1-2 Deportivo premió en exceso a un cuadro herculino pesado, pero que mira con optimismo el futuro.