Ganó el Deportivo a un rival directo. Y esa es la mejor noticia de un encuentro con dos partes bien diferenciadas. En la primera, el Dépor buscó con premura y acierto la meta rival. En la segunda, el tanto del Rayo Majadahonda hizo que el equipo se echase atrás. Y aunque defendió bien, ni logró protegerse a través del control de balón, ni fue capaz de matar al contraataque. La escuadra herculina fue un equipo directo y fluido en el inicio del choque. Pero tras el descanso, fue incapaz de estirarse posicionado a 70 metros del meta rival. Porque una cosa es ser vertical y otra muy diferente, un correcaminos.
Movilidad al espacio
No contaba el Deportivo ni con Quiles ni con Miku y Borja Jiménez tuvo que tirar de Noel en punta. La aparición del canterano restó potencial aéreo al equipo en la última línea, pero permitió al Deportivo ganar un registro más. Porque el ’27’ es un futbolista muy bueno al apoyo, como Quiles. Pero tiene lo que sus otros dos compañeros de delantera no: ruptura al espacio.

Así, el cuerpo técnico del Dépor diseñó un plan de partido que pasaba por juntar en el costado derecho a William De Camargo y a Juergen Elitim. Y además, hacer caer mucho a esa zona tanto a Noel como a Álex Bergantiños. Al contrario de lo que suele ser habitual, el carril diestro fue la vía de ataque principal del Deportivo en el primer tiempo. ¿Cómo? A través de los movimientos al espacio tanto de su delantero como de WDC o incluso Juergen. O bien, encontrando la línea de pase hacia el colombiano, que fue más mediapunta que nunca.

Pero principalmente, el conjunto coruñés se saltó el centro del campo. No fue de extrañar que Calavera y Soriano brillasen muy poco en un encuentro en el que los envíos largos de Lapeña o Granero hacia las espaldas de los laterales fuesen una constante. Buscaba el Deportivo atacar a la espalda y, de no lograr ganar el envío, hacerse con la segunda jugada. Lo logró muchas veces la escuadra coruñesa con Bergantiños y Elitim, ganadores y gestores de los rechaces para crear peligro a un Rayo Majadahonda situado en un bloque alto no excesivamente presionante, lo que permitía a los de casa llegar arriba minimizando riesgos. Porque si los acosos a los poseedores no son buenos y hay espacio entre la defensa y el portero, la oportunidad de hacer daño es fabulosa.
La ‘falsa’ pasividad
Si el plan en ataque era ser lo más directo posible, las intenciones en defensa pasaban por la pasividad. El Deportivo no fue a presionar arriba. Se situó en un 4-4-2 en bloque medio con repartos zonales. La premisa era clara: que proponga el Rayo Majadahonda. El equipo majariego fue incapaz de construir salidas de balón claras e incluso la introducción de Jesús Bernal como tercero en línea defensiva para ganar superioridad tardó en hacer efecto. El conjunto madrileño no encontraba jugadores por dentro para progresar y cada balón largo era un regalo para un Dépor perfectamente preparado para defender esos envíos.

Pero la del cuadro de Riazor era una pasividad impostada. Porque el Deportivo se activaba cuando olía sangre. En cada recepción de espaldas, cada mal control o cada reinicio del Rayo cambiaba la actitud del conjunto coruñés, que presionaba al poseedor y era agresivo para robar. Algo que también sucedía en las transiciones defensivas. Los de Borja Jiménez querían pescar en la incertidumbre. Y lo lograron en la acción que provocó el penalti a Noel y que acabó en el 2-0. El plan salía.

Pero con resultado tan a favor de los locales, el partido fue cambiando. Abel Gómez ancló definitivamente a Bernal como central y le dio más vuelo al equipo por fuera. El Dépor, estrecho, sufría para bascular cada vez que el Rayo Majadahonda encontraba a sus hombres anchos. Y su banda izquierda, con Osei y Nando, empezó a hacer cambiar el viento del partido.
Demasiado lejos
El bloque de Riazor no sufrió en exceso durante la primera mitad pese al tibio dominio visitante. Pero el triple cambio de Abel Gómez en el descanso le dio una vuelta de tuerca más al choque. El técnico sevillano se olvidó de las superioridades en iniciación y ante un Deportivo pasivo, prefirió meter más gente por delante del balón. Del 4-2-3-1 que acabó siendo una especie de 3-3-3-1 pasó al 4-4-2, con Héctor Hernández acompañando a Raúl Sánchez en una doble punta. Por detrás, Tropi formaba con Mario García en el eje y las bandas eran para un Néstor Albiach muy móvil y para Nando. La diferencia es que el último fijaba casi siempre en amplitud y Ángel Bastos, que pasó al lateral izquierdo, aparecía entre líneas para hacer dudar a WDC.

Mejoraba su circuito asociativo el Majadahonda, pero ganaba también referencias ofensivas para el juego directo. Y eso provocó que cada vez el Dépor se metiese más atrás. El equipo blanquiazul defendía bien en último tercio, pero el Rayo llegaba con relativa comodidad hasta ahí. Bien a través de la circulación, bien a través de envíos largos sobre sus puntas, a los que los centrales deportivistas no perseguían si iban al apoyo. No había que desguarnecer la última línea.
Y aunque, como decimos, la defensa fue buena, el Deportivo estaba demasiado lejos de Champagne para poder inquietarle. Noel estaba aislado y bien vigilado. Y el equipo no era capaz de recuperar y tener paciencia para poder ponerle a espacio. No había forma de estirarse. Porque además, todos y cada uno de los inicios de juego desde Mackay eran en largo para no arriesgar. Y por alto, el equipo no tenía nada que hacer, ya que únicamente Álex podía disputar con ciertas opciones de ganar el duelo.

Tan solo alguna cabalgada solitaria de William o Héctor Hernández dio aire a un Dépor que logró ser vertical cuando debía atacar, pero al que le faltan futbolistas poderosos para salir al contragolpe cuando está instalado atrás. Pese a ello, el trabajo exclusivamente defensivo le dio para amarrar tres puntos fundamentales de cara a asegurar el segundo puesto.