Cuatro temporadas y media después, con 149 partidos a sus espaldas y 55 goles celebrados con la camiseta del equipo de su ciudad, Lucas Pérez ya tiene la tarde histórica que le faltaba en Riazor. Porque sí, Lucas había dejado hasta ahora grandes actuaciones con el Deportivo. Pero ninguna, más allá de uno de los goles de una inesperada permanencia en el Camp Nou, había alcanzado una trascendencia tal como para colarse en las páginas de oro de la biografía del deportivismo. Hasta el pasado domingo.
El delantero de Monelos se hizo un nombre en su primer año en el Dépor, cuando llegaba como un coruñés desconocido que había hecho ‘Las Américas’ en Vitoria, Madrid, Ucrania o Grecia. Aquel primer curso fue de menos a más, gol final al Barcelona incluido en lo que fue un preludio de lo que estaba por llegar. Porque al año siguiente, se convirtió en ídolo de la hinchada blanquiazul. 19 dianas que valieron un traspaso al Arsenal que dejó jugosos millones en las arcas del club.
Lucas saboreó las mieles de la Champions en Londres y ganó títulos. Pero al igual que a su respetado Iago Aspas, genio coetáneo del sur, le pudo la morriña. Inglaterra tenía la lluvia, pero le faltaba el olor del barrio y la brisa de Riazor. Por eso tan solo una temporada después logró regresar. ‘O Neno’ de Monelos volvió con el cierre del mercado encima, sin apenas pretemporada. Se sumó a un equipo con talento, pero al que no pudo reflotar. Cuando pareció empezar a coger la forma, ya era demasiado tarde.
Lucas Pérez y el frío
Su Dépor se iba a Segunda. Y él volvía a tener que hacer las maletas, esta vez con reproches de la dolida hinchada resonando en sus oídos, en un eco que le quemó durante años. Tanto que acumuló una deuda pendiente que pesaba más que sus buenos contratos y las luces que le enfocaban en la élite. Con más o menos lustre, fue pasando por West Ham, Alavés, Elche o Cádiz. Siempre con la mente puesta en regresar para saldar su deuda y volver a ser profeta en su tierra. Porque si el frío rompe la noche de escarcha, el hielo hará crecer la herida más sabia.
Amagó en el 2021. Y cuando se decidió a volver de verdad, en el verano del 2022, el Cádiz le cerró la puerta. Lucas Pérez lo asumió, ayudó al colectivo amarillo en la labor de lograr la permanencia con unos goles que le convirtieron en el máximo artillero del equipo mientras iba ablandando el corazón de su presidente, Manolo Vizcaíno. Esta vez sí, previo pago de un dinero que el propio Lucas asumió, el club gaditano le dejó volar para volver a casa por Navidad.
«No vengo a jugar a Primera Federación, vengo a jugar al Deportivo», recalcó el jugador en una presentación que levantó expectación a nivel mundial. Daba igual el barro. No importaba el lodo. Era ‘su’ Dépor. Tocaba demostrar el nivel en el campo y aunque Lucas Pérez anotó 8 dianas en media temporada, no fue suficiente para lograr a la primera el tan ansiado ascenso. Su llegada no elevó al equipo al deseado primer puesto y en un esquizofrénico partido de playoff, el Dépor se estrellaba en Castellón.
Lucas había ido de más a menos. Sonaron cantos de sirena, pero decidió seguir apostando por el Deportivo. No iba a abandonar a las primeras de cambio. Aunque pareció que a la segunda tampoco iba a ir la vencida. La historia ya es de sobra conocida. Un inicio demoledor, en el que el equipo cayó incluso a puestos de descenso y él se peleó jornada sí, jornada también, con el gol.
Incómodo en muchas ocasiones como punta de referencia tras la lesión de Barbero, Lucas estaba lejos de rendir jugando de ariete. Y cuando encontraba una versión parecida a la de su nivel, algo sucedía para que la pelotita no acabase entrando. Pero ya saben, si estás atrapado en las sombras, aguarda.
A falta de dianas, el ‘7’ deportivista repartía asistencias por doquier. Era su contribución indirecta al colectivo más mantenerlo a flote, a la espera de coger una buena ola… que llegó justo con el cambio de año. Se cumplían justo 12 meses de su regreso y Pérez lo festejó con un doblete ante la Real Sociedad B, justo a tiempo para no rematar la primera vuelta sin gol alguno en su haber.
Aquel fin del maleficio en el primer encuentro del 2024 coincidió prácticamente con el despegue del equipo. Contando aquel partido del 4 de enero, desde entonces han sido 15 choques con 12 dianas y 9 asistencias. Unos números impresionantes que cristalizaron en una única derrota, tres empates y 11 triunfos.
De estar a diez puntos del liderato, a poder ser campeón a falta de dos jornadas. «Los tenemos en nuestro campo, como queríamos», gritaba el capitán en el regreso a vestuarios tras la batalla de Sestao, en la que una genialidad de su zurda forzó el penalti a Yeremay. Segundos después, ese mismo pie lo transformó y decantó la balanza a favor de los blanquiazules.
148 partidos después, Lucas sabía que estaba ante su momento. Era el día de entrar en los libros de historia del Deportivo. Y lo logró con un zurdazo que, yéndose únicamente a lo particular, le permitió poner todavía más tierra de por medio con respecto a los ‘mortales’. 12 goles y 16 asistencias: 28 tantos producidos de manera directa a través del remate o del pase definitivo que son, en total, el 46,66% de los totales del Deportivo. Y todo esto, habiéndose perdido 6 de los 36 encuentros disputados.
Ante el Barça Atlètic, un rival que ejerce de potentísima metáfora del momento actual que vivía el Dépor, Lucas Pérez fue capaz de culminar su obra. Con ese zurdazo desde la frontal que se coló por el palo de Astralaga devolvió al deportivismo lo que él pensaba que todavía le debía.
Aunque, en realidad, su hinchada ya le había ‘perdonado’. Lo hizo mientras todavía se frotaba los ojos, atónita y tratando de entender cómo era posible semejante acto romántico al cambiar millones por amor. ¿Cómo renegar del de casa cuando no abandonas a tu equipo ni estando en Tercera? Ese gol para el recuerdo era solo el cierre perfecto a un relato mágico, propio de otra era ajena al fútbol negocio.
Pocas canciones encajan mejor con estas imágenes de @LP10oficial.
Y es que todo es mejor cuando le pones de fondo a @xoellopez: pic.twitter.com/n2EAZ7oUux
— Riazor.org (@riazororg) May 13, 2024
Así, Lucas Pérez escribió la tarde histórica que le faltaba en Riazor para poner a sus pies a una ciudad echada a la calle. Hacerlo en esta categoría del inframundo no era un factor que minimizase la hazaña. Al contrario, la potenciaba. El hombre hecho y derecho regresa a casa para ayudar a ver la luz a un grupo comandado por la irreverente inconsciencia de algunos jóvenes para los que fue, es y será leyenda. El ídolo caído vuelve para sacar del barro a quien parecía hundido sin solución en él. Quizá, porque en el fondo, Lucas ya lo sabía: del lodo crecen las flores más altas.