Cuatro temporadas lejos de los grandes focos a los que se había acostumbrado en las últimas décadas. Cuatro temporadas en la tercera categoría. Cuatro temporadas en las que la afición del Deportivo ha incluido en su vocabulario habitual, con cierto tono entre humorístico y resignado, la palabra ‘barro’. El Dépor ha tenido que competir en ese ‘barro’ como metáfora, pero pocos equipos más que el Tarazona ejemplifican mejor todo lo que significa esa palabra.
Aunque el encuentro se juegue en el jardín de Riazor (domingo, 19:00 horas), el cuadro herculino tendrá enfrente a un equipo que es pura Segunda B. Puro ‘barro’. Porque a falta de talento diferencial para ganar partidos, el Tarazona sabe cómo embarrar sus encuentros. Una cualidad que lejos de ser una crítica, es una virtud. Porque encontrar la fórmula para igualar los partidos ‘por abajo’ no es nada fácil.
Sí, el Tarazona únicamente ha marcado 16 goles en 23 encuentros. Sí, el Tarazona únicamente ha transformado dos tantos o más en dos partidos (Sestao y Rayo). Sí, el Tarazona es el equipo que menos chuta de todo el Grupo 1 (6,7 remates por cada 90 minutos) y ni siquiera se tratan de ocasiones demasiado claras, ya que solo promedia 0,78 goles esperados. Todo eso es cierto. Al equipo de Molo le cuesta un mundo generar. Pero, a cambio, es capaz de proteger mucho y muy bien a su portero. Paga el peaje y bien a gusto.
Los números defensivos del Tarazona son los de un equipo de playoff. Con 20 dianas en contra es el quinto mejor equipo en este registro. Unos tantos que, además, se corresponden con sus concesiones. Porque el rival solo promedia 0,97 goles esperados en los encuentros ante el cuadro rojillo, que únicamente permite 9,48 remates de media. Cifras que demuestran que su trabajo sin balón es más que notable.
Aunque parte de esa fortaleza reside en sus encuentros como local. En su estadio, nadie le ha generado tanto como el Deportivo en la primera vuelta. A domicilio, las prestaciones del cuadro aragonés bajan, lo que le hace ser el tercer peor visitante del Grupo 1, con solo una victoria (meritoria, en Ponferrada) y cinco empates en Cornellá, O Carballiño, Salamanca, Pamplona y Teruel. No son buenos dígitos, pero su triunfo en El Toralín (0-1) y sus derrotas por la mínima en Vigo (1-0) o Tarragona (2-1) demuestran qué tipo de equipo es. Rocoso hasta el final.
El Tarazona, juego directo y presión
¿Cómo logra el Tarazona plantear esos partidos de mínimos? Con un plan de juego muy directo para tratar de generar y, a la vez, poder presionar arriba. Porque no se podría decir que el equipo de Molo es defensivo per se. El hecho de juntarse mucho para disputar esos balones en largo le permite ser agresivo tras pérdida, en cada balón dividido. Todo a partir de un 5-4-1 en el que Cubillas es referencia. El habitual verdugo deportivista es baja en Riazor, por lo que habrá que ver quién le sustituye: si es el espigado extremo Guiu o Ballo, recién llegado del Recreativo Granada.
Acompañándole por fuera para buscar las peinadas se prevé a Liberto Beltrán, fichado en el mes de enero tras media temporada libre. Hábil y rápido, es un refuerzo de nivel para el Tarazona, que tiene en Dani Pichín -habitual en la derecha- a su futbolista más diferente. El que fuera un extremo veloz es un ahora un futbolista con más pausa, aunque con el mismo veneno.
Clave para evitar que el equipo se rompa en ese juego directo es Carlos Rodríguez. El ’22’ ejerce de pegamento en el centro del campo y es el eje sobre el que gravita el equipo, a pesar de que el balón pasa más por encima de su cabeza que por sus pies. Junto a él, no sería de extrañar que partiese Keita, en una apuesta por redoblar el matiz defensivo de su centro del campo.
¿Y atrás? El conocido Borja San Emeterio es el dueño del carril derecho con su ida y vuelta constante. No tiene dudas el canterano del Racing en su papel ofensivo: recibir el balón y centrar. Por algo el Tarazona es uno de los equipos que más centros al área ejecutan pese a su bajo volumen ofensivo y su mínima posesión (el segundo que menos). Por la izquierda, con un rol muy similar, parece haberse ganado el puesto el joven Gnali, llegado este invierno del Melilla.
Ya en el carril central, el trío Pedreño-Trilles-Kortazar se ha afianzado con dos porterías a cero consecutivas, apoyadas también en el papel de Salvi Carrasco. El meta es, sin duda, el gran fichaje del invierno. Tras una gran temporada en la Cultural Leonesa -fue pesadilla en Riazor el pasado curso-, la llegada de Miguel Bañuz le cerró las puertas de la meta del Reino. Ahora, en Tarazona, busca volver a destacar. Y, por el momento, acumula dos partidos imbatido.
El meta andaluz apunta a erigirse el líder de un sistema defensivo solvente a pesar de la vieja falta de nivel en la portería. Un sistema defensivo que es capaz de imponer el guión en los partidos para recordar a todos que la Primera Federación sigue siendo fútbol de barro. Habrá que ver si también logra embarrar el glamouroso verde de Riazor, aunque sea a costa de dar un paso más atrás y perder agresividad a cambio de no concederle espacios cerca de su área a un Deportivo letal con metros para correr.