Aunque el juego brillante te acerca a la victoria, un partido de fútbol se puede ganar de muchas formas. El pasado domingo, en Balaídos, el Dépor no necesitó ofrecer su versión más primorosa para imponerse y firmar un valioso Celta Fortuna 1-2 Deportivo. El conjunto de Imanol Idiakez apostó por un encuentro de ida y vuelta y mucho desgaste. Por echarle corazón. Por ser agresivo en el robo y vertical en el juego. Y aunque le pudo salir muy mal ante un filial con mucha capacidad ofensiva pero que no tuvo su mejor día, acabó derribando la resistencia enemiga por pura insistencia.
El Deportivo fue una vez. Y otra. Y otra. Pegó menos que su adversario, pero logró elevarle las pulsaciones. Someterle a presión. Tanto que, finalmente, acabó provocando en el Celta Fortuna una fractura por estrés que derivó en un gradual cambio de guion primero y el posterior error en el 0-1, después. Porque el Dépor ha logrado lo más difícil: cambiar su tendencia y volver a creer. Tanto que, sin demasiado juego, es capaz de terminar amarrando partidos por detalles que, en otros momentos del curso, le eran totalmente esquivos.
Fluidez, ¿quién te recuerda?
El cuadro deportivista llegaba a Vigo después de completar su mejor partido del curso. Ante la Ponferradina, Imanol Idiakez dio con la tecla con un nuevo giro de guion. La fórmula del cuadrado había resultado exitosa. Pero ante el Celta Fortuna, Idiakez introdujo matices. Condicionado por los regresos de hombres importantes, por el diferente tipo de rival y por un césped que aconsejaba minimizar riesgos, Imanol colocó de nuevo a Balenziaga en el once, al igual que a Pablo Martínez.
La entrada del francés tenía sentido ante la presión a todo el campo que el Dépor impuso. La del vasco quizá se debió a la tendencia natural a colocar a los futbolistas en sus posiciones más lógicas. Pero con él, el equipo perdió tanto el evidente ida y vuelta como la fluidez en el pase que sí dio Ximo como carrilero izquierdo ante la Ponfe. Sin embargo, incluso una modificación así se puede entender teniendo en cuenta el plan de partido de Idiakez, ya que el Deportivo estuvo lejos de ser un equipo que buscase conectar asociaciones, como sí sucedió en el duelo ante el líder en Riazor.
Claudio Giráldez estableció una presión alta en la que su teórico 5-2-2-1 en fase defensiva se transformaba en un 4-1-3-2. Durán y Alfon se bastaban para condicionar el inicio de Germán y los dos centrales, mientras Román saltaba a por José Ángel. El carrilero Hugo Álvarez se emparejaba con Villares y era Raúl Blanco, teórico mediapunta por la derecha el que se colocaba en intermedias, siempre pendiente de la conexión con Yeremay. Con su posición, el capitán del Celta evitaba ese pase filtrado sobre el canario que tanto busca el Deportivo. Y, a la vez, estaba lo suficientemente cerca del Balenziaga -si no cogía altura- o de Pablo Martínez para acosarlez cuando recibía el balón.
El Dépor podía haber buscado la solución haciendo que Lucas apareciese más atrás, como sucedió frente a la Ponferradina. Pero se juntaron el hambre y las ganas de comer. Por un lado, el Celta tapaba de manera brillante cualquier intento de pase por dentro. Por otro, el conjunto coruñés priorizaba no perderla y atacar directamente la espalda de la adelantada defensa local. Por eso mismo, Lucas hacía más falta acompañando a Davo más que a Mella.
De este modo, el cuadro herculino careció de fluidez en su fútbol durante la primera mitad. No quiso combinar, sino correr. Iniciar ese plan de estresar al rival que completó con su agresiva fase defensiva. Un plan que le permitió ganar el choque al final, pero que le hizo disponer de muy pocas situaciones de peligro en el primer acto y, además, exponer demasiado a Parreño.
Robar sin mirar atrás
El Deportivo de este curso es un equipo que quiere defender muy lejos de su área. Primero, como mecanismo para alejar el juego de las zonas más peligrosas. Y después, como método para robar y tener que correr menos metros. Contar con muchos futbolistas que disfrutan disputando duelos y defendiendo hacia delante ayuda a apostar por esta idea. Pero si el rival es un equipo con calidad para ser preciso, buena interpretación del juego y velocidad, la fórmula adquiere un importante riesgo de poder salir mal.
Estas últimas son cualidades que el Celta Fortuna suma. Y de hecho, las pudo demostrar en Balaídos, aunque no lo suficiente como para ponerse en ventaja. Al filial le faltó pausa para decidir correctamente y precisión para ejecutar bien en el último tercio. Unas habilidades que tiene pero que quizá el césped le dificultó enseñar, pero a las que seguro tampoco contribuyó la alta demanda a la que le sometió el Dépor, que le exigió lo máximo en cada acción.
Sin embargo, esa manera de ir a cuchillo por parte del equipo coruñés que acabó provocando errores y desgaste en el cuadro celtiña fue también parte de la explicación de las numerosas llegadas locales en el primer tiempo. Porque el Celta Fortuna convirtió muchos de sus ataques posicionales en situaciones que parecían contras, ante un Deportivo que fue a robar sin mirar atrás y sufrió mucho. Muchísimo.
Cuando un equipo empareja hombre a hombre solo tiene una opción: ganar los duelos. Un pequeño desajuste o un cuerpeo perdido equivalen a una ventaja para el rival que puede resultar muy difícil de subsanar. Y eso es lo que le sucedió al Deportivo, que se dibujó sin pelota en un 3-4-3 con el que emparejó prácticamente uno contra uno la estructura céltica.
De este modo, Lucas, Davo y Yeremay ‘saltaban’ a los tres centrales locales y, a la vez, vigilaban al pivote Damián. Mientras, Villares se encargaba de Miguel Román. Mella se encargaba de Hugo Álvarez ejerciendo como carrilero derecho. Sin situaciones de desequilibrio en esos emparejamientos, el Celta Fortuna encontraba su maná en el carril derecho gracias a las ubicaciones de Javi Rueda y Raúl Blanco. Claudio pidió a su carrilero que se quedase relativamente bajo y abierto, alejado de un Balenziaga que no quería abandonar del todo a los centrales para no dejarlos a su suerte.
¿Por qué? Porque si lo hacía para ir a buscar a Rueda, el Deportivo se quedaba con sus tres defensas más Jurado para los tres atacantes celestes, con 50 metros que recorrer a la espalda. No había apenas posibilidades de ayuda. De este modo, Mikel partía desde muy atrás y tan solo cuando detectaba que Rueda podía recibir ‘saltaba’ a por él. Pero, evidentemente, lo hacía tarde.
El Celta ya tenía el desequilibrio generado. Porque o jugaba sobre Raúl Blanco si este se situaba entre líneas, demasiado lejos de Pablo Martínez -impidiendo que el francés le acompañase- y obligando a Jurado a bascular y alejarse de los centrales, o directamente golpeaba directo para tratar de ganar un balón que prácticamente se disputaba en igualdad numérica.
Así, daba la sensación de que el Deportivo ni era capaz de llegar siempre a la presión alta, ni era capaz de protegerse bien ante esos envíos directos. El equipo estaba excesivamente largo, los mediocentros no daban abasto. Solo las intervenciones de los Pablos, el palo y el desacierto céltico impidieron que el marcador fuese otro bien diferente al descanso. En el correcalles, el Celta disfrutaba más que sufría. Y el Dépor, al revés.
Un ajuste, dos genialidades
El Deportivo se salvó en el primer acto. Y al lograr salir indemne, provocó un efecto desgaste que acabó pesando al Celta Fortuna. Ese cansancio que fue haciendo mella de una manera más evidente en el filial que el equipo ‘canarinho’ fue uno de los factores que viraron el viento del choque. El otro, un ajuste defensivo de Imanol Idiakez y su staff para seguir presionando, pero sin hacerlo jugándose el todo o nada en cada acción.
El equipo herculino pasó de emparejar a presionar en 4-1-3-2. Davo y Lucas se repartían al portero y los tres centrales más para condicionar que para robar. Mientras, Villares seguía con uno de los pivotes y el extremo del lado opuesto al balón se encargaba del otro. Este comportamiento fue especialmente visible con Mella, mucho más cerrado sobre Miguel Román -el Celta priorizaba salir por su derecha- a costa de dejar libre al alejado Hugo Álvarez. Por su parte, Yeremay se encargaba de Rueda y permitía al Dépor defender en su última línea no solo con Balenziaga, sino con un José Ángel más pendiente de poder hacer ayudas ante cualquier arrastre a los centrales.
El choque perdió en ritmo no solo por el cansancio, sino por este ajuste clave del Dépor, que empezó a estar mucho más cómodo. El Celta ya no lograba salir con tanta fluidez y, sobre todo, era incapaz de correr como había hecho en el primer tiempo. El cuadro vigués empezó a acumular más pérdidas y convertirse en un bloque más largo.
Yeremay, antes bien cubierto, comenzó a aparecer cada vez con más asiduidad. Por fuera, pero también por dentro. Daba pausa y aceleraba. Gestionaba el tempo, aunque de manera inconstante, ya que el Deportivo seguía sin terminar de apostar por juntar pases, sino que en muchas ocasiones seguía siendo hasta demasiado directo.
Aún así, el encuentro se había transformado lo suficiente como para que el Dépor estuviese más cómodo y, en un chispazo de genialidad, empezase a ganarlo. Peke recogió el balón en el primer tercio y logró trasladarlo hasta el último como solo él puede hacer. Enésima amarilla provocada y falta lateral ideal para seguir explotando el mejor recurso ofensivo del partido: el balón parado. Balón de Lucas, error de Rueda y gol de Vázquez.
Luego, envío largo que el Celta despeja mal, segunda jugada ganada y asociación rápida para encontrar a Rubén López. Chutazo. Golazo. Dos acciones geniales suficientes para llevarse un partido que pudo salir cruz, pero que el Deportivo provocó que fuese cara a base de ir minando el hueso celeste hasta provocarle una fractura por estrés.