El Racing de Ferrol 0-0 Deportivo fue un quiero y no puedo para el conjunto herculino. La escuadra blanquiazul estuvo incómoda en A Malata. Lejos, muy lejos de su mejor versión con balón. Poco fluida en ataque. Pero ese corsé, a cambio, le hizo ser un equipo sólido en defensa. No controló el juego como le gusta, pero sí defendió muy bien su área para dejar seco al Racing de Ferrol.
Fue así hasta que el choque se rompió y se acabó ese encuentro de mínimos. Ambos querían ganar y jugaron a la ruleta. El Racing no culminó y el Depor dispuso de las mejores ocasiones para llevarse los tres puntos y dar un golpe encima de la mesa. No lo logró y se quedó con un punto que en cualquier otro contexto podría ser bueno, pero que con la rémora de la dinámica a domicilio se queda corto para reengancharse de lleno al ascenso directo.
Pocas salidas
La vuelta de tuerca que Óscar Cano anunció para Ferrol tras ganarle al Fuenlabrada fue apostar por romper el centro del campo de tres y dar entrada a Max Svensson, un hombre más para amenazar la última línea del rival. Tenía sentido la inclusión del delantero centro para ganar un recurso diferente a la hora de atacar con balones más directos. Pero el cambio, ofensivo, no resultó.

Precisamente para ganar un efectivo capaz de estirar al equipo en vertical, el Deportivo se tuvo que estructurar en un 4-2-3-1 que, cuando el equipo empezaba a construir, obligaba a Rubén Díez a lateralizarse para generar esa primera superioridad numérica. Una superioridad que el conjunto blanquiazul no fue capaz de hacer valer. Porque el Racing de Ferrol, en un bloque medio-alto, permitía a su rival pasarse el balón en horizontal, pero era agresivo cuando el Deportivo trataba de progresar.
Precisamente con Rubén tirado al carril derecho el equipo visitante encontraba una vía, al ‘saltar’ Héber a por él, liberando a Antoñito. Pero el extremo verde tapaba la línea de pase hacia el lateral y el Dépor tan solo podía encontrarlo en una acción de tercer hombre que pocas veces dio resultado. El bloque de Parralo conseguía lo que quería: arrinconar a su rival en poco espacio para robar y correr.

El Deportivo se atascaba y no lograba construir limpiamente para asentarse en campo rival. En acciones combinativas, estaba tremendamente incómodo. Y la ‘bala’ de Max para atacar el espacio o disputar en el cuerpo a cuerpo, nunca fue efectiva. Porque el equipo herculino no lograba sorprender al Racing con este tipo de envíos largos. Eran pases desde posiciones muy hundidas, con el rival preparado para la disputa y en clara inferioridad numérica. Así, la espalda de la zaga verde, uno de sus puntos débiles, nunca estuvo de verdad amenazada.
De este modo, entre la imprecisión visitante y la agresividad local, era el equipo verde quien dominaba. Hasta que Mario Soriano empezó a convertirse en el tercer centrocampista que necesitaba el equipo, muy atascado. Con las apariciones entre líneas del madrileño, el Deportivo empezó a encontrar una vía más para salir. Ya no todo dependía de la labor de orfebrería por el sector diestro o de unos balones largos que iban a ningún lado. Con ese movimiento, el cuadro herculino equilibró el choque, aunque sin terminar de encontrarse cómodo.

Porque le faltó ritmo de circulación y movilidad para alcanzar un dinamismo similar al que encuentra en muchos momentos en Riazor. Y así, asentarse en campo contrario. El corsé apretaba tanto que no permitía encontrar la fluidez. Pero, al menos, aparecieron más vías para vivir lejos de Mackay y disponer de situaciones puntuales de gol.
No caer en los aclarados
Si el Dépor estuvo incómodo con la pelota, lo cierto es que su trabajo sin balón fue notable. Sobre todo durante los primeros 50 minutos, en los que el partido estuvo más cerrado y los ataques y defensas posicionales fueron más habituales que el ida y vuelta del último tercio.

El conjunto deportivista no fue demasiado agresivo sin balón. La prioridad que tenía era no desestructurarse y, sobre todo, ofrecer ayudas en las bandas, sabedor de que la práctica totalidad de las acciones ofensivas del Racing buscan ser acabadas por esos pasillos.
Cristóbal Parralo apostó por introducir a Álex López como teórico mediapunta. Pero, en realidad, se trataba de un movimiento para conformar una sala de máquinas con tres centrocampistas naturales que le facilitaba, en teoría, encontrar superioridades por dentro ante los dos pivotes del Deportivo. Pero el conjunto blanquiazul ajustó relativamente bien. Con Lucas o Max siempre pendientes del centrocampista más retrasado a costa de dejar jugar a uno de los dos centrales, el Racing no encontró casi nunca ese teórico hombre libre. No lo había.

Y eso que lo intentó constantemente, intentando atraer a Villares o a Rubén Díez para estirar el doble pivote y generar aclarados que propiciasen situaciones de uno para uno entre Carlos Vicente y Raúl Carnero. Pero el Dépor no picó. Con Rubén Díez mucho más contenido y guardando la posición, el equipo departamental apenas le generó situaciones ventajosas para Vicente, que todo lo que produjo fue por su obra y gracia en el uno para uno, uno para dos (con Villares) o uno para tres (con Soriano unido para la causa).
El Deportivo tenía claro que las vigilancias sobre el extremos debían ser máximas. Y lo fueron, al igual que la defensa de área, en la que los centrales estuvieron colosales para despejar todo tipo de centros, tanto en balón parado como en juego dinámico. Incluso los que el Racing se sacaba desde tres cuartos, sin ventaja alguna, pero con muchísimo veneno buscando atacar la espalda de una defensa que ni siquiera estaba todavía posicionada en las inmediaciones de Mackay.

La presión, el mejor mediapunta y el peor defensa
Tras una primera mitad con mucho respeto, el choque se empezó a abrir en el segundo acto. El cansancio generó más espacios. Y dos equipos que buscaban ser verticales precisamente para aprovechar esa circunstancia de menor densidad de rivales empezaron a convertir el duelo en un ida y vuelta constante, con mucha transición, pero también mucha imprecisión. Porque las distancias a recorrer eran grandes y las precauciones del contrario altas a pesar de querer jugar a eso. El centro del campo se despoblaba, pero no las defensas.

Así, ambos equipos empezaron a ver que el contragolpe era el mejor método para ganar. Y comenzaron a jugar a la ruleta. Sobre todo un Deportivo que ni mucho menos dio el empate por bueno, por mucho que nunca llegase a sentirse del todo cómodo. De haber sido así, no se habrían visto las agresivas presiones con las que el conjunto herculino pudo ganar, pero también encajar por sus desajustes.

Ese escenario empezaba a superar a un Rubén Díez que ni siquiera en momentos de más pausa estuvo a gusto. Y Cano entendió que debía darle relevo por Olabe. Con el vasco al lado, Villares terminó de desatarse y empezó a no dudar a la hora de ir a apretar hacia delante. Varias de esas acciones en las que intuyó el pase a un rival cercano y le acosó desde el lado ciego generaron buenos robos. Especialmente el de la corona del área, que acabó en la doble ocasión del vilalbés y de Arturo.
Pero ese afán por presionar arriba a costa de abandonar posiciones generó también situaciones comprometidas al Deportivo. Sobre todo porque entre líneas ya amenazaba un Padilla mucho más dañino que Álex López, capaz de alejarse del eje para recibir entre líneas, pero demasiado lejos de Pablo Martínez.

De este modo, el Dépor se tiró a una ruleta rusa que pudo acabar en puerta grande o enfermería. Porque la presión, por momentos tremendamente agresiva, fue su mejor mediapunta. Pero también se convirtió en su peor defensa. Finalmente, no fue ni una cosa ni otra. Y dejó un Racing de Ferrol 0-0 Deportivo en un encuentro aceptable, en el que el equipo compitió a pesar de ser poco brillante. Pero que le otorgó un punto que se queda corto.