El Sabadell 0-1 Deportivo fue un triunfo de mínimos para el cuadro coruñés. El equipo dirigido por Imanol Idiakez encontró el gol antes que el juego. Y tras una flojísima primera media hora ofensiva, fue capaz de elevar su nivel para al menos no sufrir demasiado. El conjunto deportivista nunca controló el encuentro. Pero sí fue capaz de mostrar solidez y conceder pocas situaciones ante un rival que jugaba en casa, con argumentos ofensivos y necesitado.
No fue el partido más brillante, pero sí el necesario para amarrar un 0-1 que debe ayudar para sumar confianza. Porque si la falta de resultados borró el buen juego del equipo, la concatenación de buenos marcadores debe ser el camino para salir del bache futbolístico y encontrar la brillantez.
Una salida previsible
Bien fuese por el mal estado del césped, por la presión del rival o por cualquier otro motivo, lo cierto es que el Deportivo firmó un primer tercio de partido muy malo con balón. El 4-2-3-1 por el que volvió a apostar Imanol Idiakez tenía el enorme matiz de estar lleno de centrocampistas. Con Hugo Rama en la izquierda y Villares en la derecha flanqueando a Lucas, era previsible que el Deportivo apostase por intentar asociarse en corto como mecanismo de progresión, a falta de futbolistas capaces de atacar el espacio y desbordar en el uno para uno.
Sin embargo, el conjunto coruñés fue terriblemente previsible en su fase ofensiva. Porque cada vez que buscaba iniciar el juego asociándose desde atrás, lo hacía de la misma manera: apertura a Retu, apoyo de Hugo Rama y caída a banda de Ochoa. ¿Tenía sentido que el Dépor saliese por ese carril zurdo? Sí, porque en él se juntaban un Pablo Vázquez que interpreta el momento ideal para soltar el pase y un Retu que es mejor con balón que sin él junto a Salva Sevilla y Hugo Rama, los dos futbolistas del centro del campo con mejor pie.

Pero desde su 5-3-2, el Sabadell fue capaz de controlar perfectamente esas movilidades del Deportivo para cortocircuitar una y otra vez su salida de balón. El equipo catalán se situaba en bloque alto y con uno de sus puntas controlaba a José Ángel Jurado, mientras el otro acosaba a los centrales e iba orientando la presión hacia fuera. Mientras, cuando Retu recibía, el interior derecho Domenech ‘saltaba’ sobre el lateral madrileño.
El equipo de Gerard Bofill se transformaba así en un 4-4-2 que dejaba al Dépor sin salida por banda. Porque Moyano, mediocentro, negaba el pase sobre Salva Sevilla y el carrilero David Astals ejercía de lateral para perseguir a Rama e impedirle girar. Con Lucas alejado para ejercer de receptor en una zona menos densa en el caso de que la jugada progresase, todo pasaba por las recepciones de Ochoa. El punta riojano era el principio y el final. Debía recibir de espaldas, aguantar a un Antonio Sánchez que le encimaba y encontrar a un socio. Eso o atacar el espacio, aunque siempre vigilado por el citado central derecho. Misión imposible.

De este modo, aunque el delantero se quedase algún balón, la ausencia de compañeros cercanos con quien asociarse acababa provocando que el equipo perdiese rápidamente la pelota. Algo que sucedía también en el otro carril, donde el Dépor incluso se saltaba pasos para buscar en largo una disputa para la que no estaba preparado. Ante un Sabadell que apretaba muy alto y cohesionado, todo era demasiado previsible. Al Deportivo no le duraba un suspiro el balón. No se estiraba y debía contentarse con defender. Al menos, a esa faceta se agarró para superar un mal inicio que ni el 0-1 cambió.
Más espacios, más calma
El Dépor logró ponerse por delante fruto de una acción aislada generada más bien por su activación defensiva que por su acierto ofensivo. Y aunque el Sabadell 0-1 Deportivo no modificó la tendencia, sí lo fue haciendo el desgaste del equipo catalán. El cuadro arlequinado llegaba como el más agresivo a la hora de intentar robar el balón y lo demostró. Sin embargo, mantener ese nivel de acoso es imposible. Y en cuanto decayó, empezaron a aparecer los espacios.
Poco a poco, el conjunto de Imanol Idiakez empezó a salir de la cueva. Un par de ataques en los que el bloque se asienta más arriba, más paciencia para tener el balón y mover al contrario… y lo que era un partido nefasto en fase ofensiva pasó a ser un fútbol-control con poco veneno, pero que al menos servía para respirar y no dedicarse única y exclusivamente a defender.

El Dépor fue capaz de jugar más junto. Lo que antes era un Ochoa absolutamente aislado pasó a ser un punta recibiendo pero con más soluciones cerca para apoyarse y dar continuidad al ataque. Mientras, cuando se asociaba, el equipo deportivista empezó a encontrar a un Salva Sevilla que ejerció de auténtico faro. Siempre bien colocado y apareciendo muchas veces como hombre libre, en cuanto el Sabadell dejó de atosigar emparejando, el balón pudo empezar a pasar por sus botas. Y con sus apariciones, llegó la calma.
Porque el Deportivo era capaz de atraer al Sabadell en un lado y soltar al otro para encontrar el espacio. Lo hizo poco e, insistimos, con no demasiado veneno. Pero ese tramo entre la media hora y la ofensiva final del equipo local fue al menos un remanso de cierta paz que dio oxígeno al Dépor. No se trataba de tener más posesiones, sino posesiones más largas.

Luego llegó ese toque de corneta final del Sabadell que generó todavía más espacios para el Deportivo. Ahí también a espaldas de la última línea rival. Unos metros que el Dépor, súper impreciso, no supo aprovechar a la contra. Ni siquiera con facilidades para correr encontró el colmillo el equipo coruñés, su gran déficit en un triunfo de mínimos amparado en su defensa.
Amarrando el fuerte

A falta de acierto en ataque, defensa. Porque sí, el equipo coruñés tuvo el gol que acabó en el definitivo Sabadell 0-1 Deportivo y un par de situaciones más: un remate de Ochoa y el larguero de Salva Sevilla. Situaciones demasiado aisladas e incluso surgidas de un trabajo defensivo que fue lo que de verdad le hizo ganar en la Nova Creu Alta.
El Dépor fue sin balón todo lo agresivo que no fue capaz de serlo con él. En defensa, Imanol Idiakez planteó de nuevo un 4-4-2 con Villares y Rama protegiendo los carriles exteriores en la línea del centro del campo. La intención del equipo coruñés era ir a presionar muy arriba para ensuciar la salida del Sabadell. Si el cuadro arlequinado superaba esta primera línea, entonces el equipo se juntaba en un bloque medio-bajo que era mucho más contemplativo, pues priorizaba defender de manera más zonal y no desordenarse.

Durante casi todo el primer tiempo, dio igual que el equipo coruñés fuese mandando en el marcador. Esa agresividad inicial en la presión no bajó. Con Ochoa y Lucas centrándose en dos de los tres centrales, Villares era casi siempre el encargado de saltar al tercer zaguero en discordia. Eso provocaba que el carrilero zurdo local quedase más liberado. Y a por él ‘saltaba’ Paris. No importaba lo lejos que estuviese. La prioridad era que el cuadro catalán no jugase fácil si trataba de progresar por fuera.
No estuvo mal el equipo en ese sentido, aunque la génesis del Sabadell 0-1 Deportivo surgió de una genialidad de Villares, que demostró una vez más por qué es el mejor futbolista de la categoría presionando hacia delante. El vilalbés se activó tras pérdida y acosó como un poseso a un Pau Resta que estaba lejos y, además, no era su par. Pero su habilidad es tal que provocó el pánico en el central locatario y acabó robando el balón para entregárselo a Ochoa y que el ariete hiciese el resto. Así, el gol no fue consecuencia directa de la presión colectiva. Pero la pauta que tenía Villares para poder apretar en esa presión colectiva le hizo robar ese balón.
Ya en la segunda mitad, el Deportivo rebajó la altura de esa primera línea y se juntó incluso desde los primeros pases del Sabadell. No interesaba tanto desgastarse para robar a costa de exponerse, sino juntarse para permitir que el rival saliese y correrle al espacio. Así, Villares evitó soltarse tanto como ‘tercer punta’ en el press y se amarró más a una línea de 4 en la que Hugo Rama estuvo enormemente sacrificado para dar una y otra vez ayudas a Retu.

De este modo, el Deportivo vivió durante todo el choque muy cohesionado. No concedió espacios. Y cuando fue a apretar arriba oliendo sangre pero no robó, tenía una red de seguridad suficiente y la activación correcta para no ofrecer concesiones. Su defensa del área incluso en el tramo final, con un rival volcado, fue más que notable. Protegió bien la frontal, ofreció ayudas por fuera y no corrigió los espacios grandes que podían surgir en la última línea. Minimizó el peligro del rival para lograr un triunfo sin brillo, pero de mérito.