Saber estar en el 11 contra 11, en el 11 contra 10 con un marcador positivo y en el 11 contra 10 con un marcador negativo. Capacidad de adaptación para hacer lo que tocaba en todos los contextos. Eso fue lo que mostró el Dépor en El Toralín para llevarse un Ponferradina 1-1 Deportivo tan insuficiente como valioso de su visita a un campo en el que el equipo local había amarrado 10 de 12 puntos posibles.
El cuadro coruñés empezó bien a partir del ‘revolucionario’ planteamiento de Idiakez. Y aunque pronto se vio en inferioridad por un error propio condenado por el colegiado, logró adaptarse para defender a una Ponfe plana, que encontró el gol en una acción prácticamente aislada y muy polémica. Pese al golpe, el conjunto deportivista siguió remando. Dio un paso adelante y con los cambios recuperó cierta naturalidad ofensiva para amenazar y, a la primera de cambio, encontrar una igualada que puede suponer un punto de inflexión después de tocar fondo ante el Celta Fortuna.
La apuesta por el centrocampismo
Un equipo hecho para los extremos entregado al ‘centrocampismo’. Ante una Ponferradina muy directa, que rehúsa de tener el balón si no es para atacar de manera muy vertical, el Deportivo quiso cambiar. Idiakez debía tocar cosas tras el pésimo encuentro ante el Celta y en un momento sin piezas confiables en el lateral izquierdo y con sus extremos a un nivel lejos de ser óptimo, se entregó al ‘centrocampismo’. El técnico vasco juntó en el mismo once a sus cuatro centrocampistas en una clara apuesta por tener el balón. Y ante la teórica falta de profundidad, quiso dar vuelo a Paris y liberar a Lucas con la presencia, por fin, de un ‘9’ puro como Ochoa.
¿Cómo se tradujo esto? En un 3-4-2-1 en ataque en el que Paris y Hugo Rama se ubicaban en la máxima amplitud. El primero, para atacar en vertical. El segundo, para recibir al pie y provocar el ‘salto’ del lateral derecho Carrique, tal y como explicó Idiakez. Desde ese movimiento, el Dépor quería atacar la espalda del ex del Celta B con Lucas u Ochoa y, así, sacar de zona a unos centrales que se sienten más incómodos moviéndose.
Mientras, por dentro, la línea de tres centrales daba una primera ventaja numérica sobre una Ponfe que defendía en 4-4-2. Salva Sevilla y José Ángel Jurado, muy juntos y a la misma altura, trataban de atraer a los dos medios rivales y, así, distraer la atención para que Lucas y Villares recibiesen entre líneas, con Ochoa fijando a los centrales. Las superioridades eran evidentes sobre el papel y parecía que el Dépor empezaba a plasmarlas en ataque, a pesar de que la muestra fue ínfima.
Mientras, a nivel defensivo el cuadro coruñés recuperó esa agresividad bien entendida. Se dispuso 4-4-2, una estructura idéntica a la de la Ponfe y que le hizo ir arriba a presionar sin dudas, al contrario de lo que sucedió una semana antes. Con Lucas más pendiente del mediocentro más retrasado que de uno de los centrales, el equipo de Idiakez iba orientando a la Ponferradina para que sacase el balón fuera y, ahí, bascular y dejarle sin salida. No apostó la Ponfe por el juego directo como suele hacer y el Deportivo pudo robar algún balón en zona peligrosa.
Es decir, todo pintaba bien, pero el guion cambió con la expulsión de Pablo Martínez. Y aunque parecía que el Dépor lo iba a tener en chino, se logró adaptar.
La resistencia
A pesar de la superioridad numérica, el contexto no era el más propicio para una Ponferradina que no se desenvuelve tan bien ante equipos que le esperan. El Deportivo fue a lo básico: 4-4-1 y juntar líneas. Permitir el pase fuera y, con el balón en banda sin opción de centro, protegerse para evitar una hipotética situación de superioridad.
El equipo leonés careció de velocidad en la circulación y juego interior para mover la estructura defensiva del Dépor, que se juntaba en su propio campo. En el carril derecho, Ochoa permitía el pase hacia un Andoni con menos vuelo y veneno que Carrique. Y una vez el balón iba al lateral zurdo, entre José Ángel, Villares y el citado canterano aportaban superioridad ante el poseedor del balón y el peligroso Dacosta.
Por el perfil zurdo, era un esforzado Rama el que encimaba a Carrique en cuanto detectaba una opción de pase sobre el lateral derecho. Mientras, Paris se ocupaba de Ernesto o Abelenda -quien cayese por esa zona-, que aparecían más por dentro, y Salva Sevilla terminaba de sumar ayudas desde el centro para negarle la opción de profundidad a una Ponfe que tenía que acabar centrando casi desde cualquier lugar.
Ahí, en la defensa del área, también estuvo bien el Deportivo hasta la acción del gol. Porque el equipo coruñés esperaba ese centro y porque protegiendo el punto de penalti estaba un Pablo Vázquez colosal, al que se le unieron las buenas ayudas de un fantástico José Ángel y un Salva Sevilla esforzado, pero algo errático con balón. Sin pelota, ambos medios aportaron equilibrio y se entendieron bien. Si uno ‘saltaba’ al por el centrocampista local más cercano a la zona del esférico, el otro se quedaba protegiendo la frontal, bien para incrustarse en el eje, bien para defender la zona de rechace.
Así, al Dépor le daba para defenderse. Pero en su debe estaba una notoria incapacidad para amenazar. Más allá de alguna llegada muy puntual, el conjunto deportivista fue incapaz de estirarse para amenazar con 0-0 y uno menos. Algo en cierta medida lógico, porque la manta daba para lo que daba.
Con el fútbol tan plano como poco riesgo de la Ponfe era casi imposible robar y correr. Así que cualquier atisbo de ataque dependía de la fase ofensiva pura. Ahí, la prioridad seguía siendo no desordenarse. Y de este modo, lo que faltaron fueron salidas.
La Ponferradina apretaba alto y el Dépor no sabía cómo progresar. Salva y José Ángel nunca se escalonaron para ofrecerse a diferentes alturas para no perder el sitio. El juego a la espalda de la zaga rival era complicado porque el equipo no tenía tiempo y espacio. Y los apoyos en corto de Ochoa y un liberado Rama para progresar fueron tan positivos como insuficientes. Porque si alguno de ellos se quedaba con el balón de espaldas, le faltaban socios a su alrededor para darle continuidad hacia delante a la jugada. El Dépor no quería desplegarse.
Mientras, sin referencias poderosas en el juego aéreo ni veloces, hacer daño desde el fútbol directo era prácticamente una quimera. Esos balones largos únicamente servían para evitar pérdidas cerca de Mackay. Un tema que no era menor.
Reacción
Sin embargo, pese a tener controlado a un rival que comenzaba a desesperarse, en una acción de centro lateral llegó el gol. El Deportivo estaba perfectamente preparado para ese tipo de ataque, ya que el envío llegaba desde una posición muy lejana y había superioridad numérica visitante en el área. Pero, al margen de polémicas, existió cierta falta de entendimiento.
Paris, que marcaba a Abelenda, se desentendió al entender que la trayectoria del dubrés provocaba que fuese Pablo su responsable. Pero, a la vez, el valenciano se encontraba detrás de Jaime, esperando un posible fallo como hombre libre.
Nadie se quedó con Brais, que marcó su cuarto gol consecutivo al Dépor y puso el choque muy cuesta arriba para un conjunto herculino que, sin embargo, reaccionó. A pesar del golpe, a pesar del esfuerzo y a pesar de verse muy abajo en la tabla. El equipo deportivista sacó coraje y dio un paso adelante.
Le faltó fútbol al principio, condicionado por encontrar solo la solución para progresar a través de los pases interiores. Ahí, en ese carril central, se juntaban Rama, Valcarce y Lucas, pero sin generar conexiones. El equipo estaba atascado e Idiakez le devolvió las alas con la sorprendente entrada de Retu y el regreso de Paris al lateral derecho.
Así, con los dos laterales como elementos para atacar por fuera, Rama como canalizador del juego al lado de José Ángel, Valcarce por dentro con Lucas y Davo aportando movilidad en la última línea, las soluciones empezaron a aparecer.
Un par de acciones algo más verticales, un córner… y el gol de Pablo Vázquez para poner el Ponferradina 1-1 Deportivo. De nuevo, un giro de guion antes de interpretar si, de verdad, el cambio táctico había surtido efecto. Pero, a la vez, un tanto que hizo honor al saber estar de un Dépor que encontró las fórmulas para luchar contra todas las adversidades en un partido anormal.