«El fútbol es un estado de ánimo», dijo una vez Jorge Valdano. La afición blanquiazul pasó por muchos diferentes mientras su equipo se jugaba la permanencia en el Camp Nou. El gol de Messi en el 5′, el de Lucas en el 67’… nos damos una vuelta por la cabeza de la hinchada herculina.
Durante la semana solo tenía una respuesta. Deportivistas o no, coruñeses o no, futboleros o no, aquellos que me preguntaban qué pensaba que pasaría el sábado en el Camp Nou yo respondía lo siguiente: «Llevo toda la semana igual. Esto es como una montaña rusa de emociones. Cada cinco minutos cambio de parecer. Un rato pienso en el empate, otro rato pienso en el 3-0 en el 30′; un rato empate, otro 3-0 en el 3-0′. Empate, 3-0 en el 30′. Empate, 3-0 en el 30′». Podía repetirlo diez veces hasta que encontraba la comprensión del otro interlocutor. «A mí me pasa igual», me decían la mayoría.
El domingo anterior nos habíamos dado cuenta que el Dépor necesitaba sumar al menos un punto en el Camp Nou. El empate del Eibar en Getafe y la victoria holgada del Granada en Anoeta -y el calendario de estos dos equipos en la última jornada-, obligaban al Dépor a sacar algo de uno de los escenarios más difíciles del planeta. Hacía falta un punto. Tan cerca y tan lejos. Tanto y tan poco.
Pues bien, si durante la semana el deportivismo estuvo subido en una montaña rusa, ésta era de las modesta, de las de barrio, de fiestas de pueblo. Lo del sábado fue subirse al Dragon Khan. Y nunca mejor dicho porque el vuelo aterrizó directamente en Barcelona. Noventa minutos de intensidad y frenesí, noventa minutos de sentimientos que florecen, de desilusiones e ilusiones.
La primera desilusión llegó una hora antes del inicio del encuentro cuando las redes sociales escupieron un once del Barcelona con Messi y con Neymar. «La primera en la frente», pensaron los deportivistas. Todavía no sabían los codazos que le esperaban en los primeros 45′ cruciales.
SALIDA DEL DRAGON KHAN
Carlos Clos Gómez pitó a las 18.30 horas y con él lo hicieron siete árbitros más en otros respectivos campos de Primera División. La hinchada blanquiazul activó sus móviles y puso en ‘favoritos’ cuatro partidos: el Barça-Dépor, el Granada-Atlético, el Almería-Valencia y por supuesto el Eibar-Córdoba, el más importante para los intereses herculinos. Este fue el inicio de estos partidos y también fue el inicio de la montaña rusa de emociones que vivió el aficionado deportivista durante 90 minutos. El carro comenzaba a moverse y los corazones se preparaban para emociones fuertes.
La primera caída desde un piso elevado, el primer golpe, llegó en el 5′. Rafinha aprovechó un contragolpe para sentar a Laure y centrar con su pierna mala el balón en el segundo palo para que Messi pusiese el 1-0 en el Camp Nou. «Ya está. Cinco minutos hemos durado nosotros». Esto pasaba por la cabeza de todos y el seguidor gallego se encomendaba a que fallase el Eibar en su encuentro contra el colista. Poco duró esa esperanza, pues un minuto después el móvil vibró para dar más malas noticias. Gol de Arruabarrena en el 6′. «Ahora mismo estamos en Segunda. Hay que empatar porque estos no fallan». Y vaya si no fallan. En el 11′ volvían a llegar noticias de Ipurúa con el 2-0 de Raúl Navas a la salida de un saque de esquina de Javi Lara.
Dos minutos antes, en el 9′, los deportivistas ya habían clamado al cielo preguntándose quién había escrito este fatal guión. «¿Pero qué está pasando? ¿El Almería también?». Efectivamente, Thomas hacía el 1-0 en los Juegos del Mediterráneo y ponía aún más nervioso al banquillo de Víctor Sánchez del Amo, a los jugadores del Camp Nou y a A Coruña entera. «Esto es un desastre». Menos mal que el asistente de Clos Gómez anuló un gol de Messi en el 14′ y que Fabricio levantó de su letargo a la afición blanquiazul con una doble parada sensacional al 10 y a Pedro en el 17′.
El Dépor, con sufrimiento, conseguía aguantar el 1-0. Mientras, desde Almería, llega el 1-1 de Nicolás Otamendi en el 28′. El Valencia empata y deja provisionalmente al Granada en Primera División nuevamente. «Coño, ¿y qué pasa con el Granada?». Al Atlético le valía el empate y al Granada también si no ganaba el Almería, así que se esperaba poco movimiento desde Los Cármenes. Obviamente, seguirían especulando con lo que sucediese en otros partidos.
«¿Y el Córdoba hace algo en Ipurúa? ¿Se meterán al menos en el partido?». Querían pensar desde Coruña en un milagro ajeno más que uno propio. Nada, gol de Capa en el 34′, 3-0 para el Eibar. «Ya está, ahora solo dependemos de empatar nosotros». Los hinchas coruñeses se dieron cuenta de que ya no importaba lo que sucediese en otros campos. El Granada iba a empatar sí o sí, el Eibar iba a ganar y daba igual lo que pasase en los Juegos del Mediterráneo, porque el triple y el cuádruple empate salva al Dépor.
En el Camp Nou se lesiona Canella en el 39′ y no atina a golpear con certeza Cavaleiro un centro de Lucas en el descuento. Nos vamos al descanso y dejamos la aplicación del móvil para dar paso a abrir los 10 millones de mensajes que llegan de los múltiples grupos del Whatsapp. Pocos creen en el milagro. «Lo mejor es llegar 1-0 al 75′ y que cambien a Messi, Xavi y compañía. A partir de ahí igual podemos empatar». «Hombre, es mejor llegar 1-1», dice otro. «Bueno, pero es mejor el 1-0 que el 2-0», responde el primero. «Venga, pide otra Estrella». Pues sí, muchos se agarran a la botella, otros más supersticiosos se intercambian camisetas o sillas, aunque la mayoría aún están fuera, fumando. Algunos incluso fuman dos pitillos seguidos porque luego no hay tiempo y quizás ni ganas.
Tras el descanso, el Dépor sale con la misma mentalidad. Esperar al Barça, darle otra vez el balón (80%-20% de posesión en ese momento), no hacerle daño y confiar en alguna muestra de osadía de Lucas, Salomão o Cavaleiro, o del balón parado. «Lo que decíamos». Menos de un cuarto de hora después, ¡zas! Gol de Messi. Corría el minuto 59 y la caída fue brutal. «Adiós. Se acabó». El mundo encima, la sensación de estar en Segunda y que te «regalen» 30 minutos más de sufrimiento. Esto no es justo. En el 62′ hubo un cambio que pasó inadvertido por la emoción del momento, pero que fue determinante en el devenir de la ruta por la montaña rusa. Con Oriol Riera el equipo activó los propulsores y se fue a buscar al Barça a su campo. En la primera acción le rompe el pómulo a Bartra y deja al Barça con 10 momentáneamente. Munir, que estaba a punto de entrar, vuelve al banquillo y se prepara Mascherano en su lugar. «¡Anda ya!».
LA REACCIÓN
Cuando los corazones deportivistas parecían estabilizados, ya pensando en cómo pasar el mal trago y en el equipo del próximo año en Segunda División, llega Lucas para desequilibrarlo todo y obligarlos a gritar de esperanza. Pisadita dentro del área y balón a la escuadra en el 67′. «Gooooooooooooool. Vamooooos». Tres minutos después, Medunjanin al larguero. Las emociones son inmensas, el Dépor se sube al carro y continúa presionando al Barça en su campo. ¿Y los aficionados? Los aficionados todavía son escépticos después de tantos mazazos en los últimos años. «¡Es que aún encima nos dan esperanzas!», manifiestan algunos. Y Fabricio vuelve a salvar en el 72′. «Me va a dar algo».
A la desesperada Oriol Riera tira una diagonal y dispara desde fuera del área. El balón da en el brazo de Mathieu al borde del área blaugrana y Clos Gómez pita falta. En esos segundos del minuto 75 en los que el bosnio prepara la pelota, ya no hay nadie que agarre una cerveza. Inconscientemente las manos de cada uno se juntan y se aproximan a la cara en la posición habitual de rezo. Y muchos ni siquiera son creyentes. Qué más da. «Vamos Haris, joder». Disparo, barrera, Rafinha, pim, pam, Salomão, pum, gol. «GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL». La emoción es incontenible, te abrazas a unos y a otros, al de allá y al de aquí, corres por el pasillo de casa, te encierras un rato en el baño, besas a la parienta, la camiseta, al perro o a lo que pilles más cerca. Lloras. Lloras mucho. «Todavía no me lo creo, faltan 15 minutos».
Exacto, 15 minutos para tocar el cielo. En la montaña rusa o en una avioneta, donde sea. Ahora ya es imposible estabilizarse, el pulso va a mil. El móvil ya no importa, y en consecuencia lo que pase en los otros campos tampoco. «Dependemos de aguantar esto». El Barça toca el balón, tranquilo con Xavi, Messi, Pedro y Sergi Roberto, acelerado por Neymar y Rafinha, y también por la afición que quiere ver una victoria. 10 minutos sin que Fabricio tenga que entrar en juego pero los nervios se multiplican. «Que no se nos escape». Y se retira Xavi en el 85′. Aplausos para un lado, aplausos para otro. «Que sigan la fiesta y nos dejen en paz. Despídete uno por uno de los 90.000 del Camp Nou». Entra Iniesta, ya podía ser otro, pero se acepta por animar la fiesta. Se acumulan las amarillas y las pérdidas de tiempo, Víctor sustituye a Lucas. Rendición. No vino aquí para dejar al equipo en Segunda.
Clos Gómez añade 5 minutos. «¿Pero cómo cinco minutos, maldito … -pongan ustedes el apellido-?». Que no se acerquen, que no se acerquen, que no se acerquen. El Dépor despeja una y otra vez, no quiere ni oler el balón. Aguante Dépor, que dirían en Sudamérica. Y aguantó hasta el 95:40. Como un campeón, celebrando una gesta mayor a la que iban a celebrar a continuación en ese mismo escenario. «Síííííííííí. Nos lo merecemos». El aficionado blanquiazul se baja de la montaña rusa más intensa de su vida. Había razón para no creer y les hicieron creer. Noventa minutos de intensidad y frenesí, noventa minutos de sentimientos que florecen, de desilusiones e ilusiones.
«Barça, Madrid, ¡el Dépor sigue aquí!»