«Es el jugador con más calidad que he entrenado nunca». Esta lapidaria frase salió de la boca de uno de los entrenadores que tuvo a Yeremay en sus filas. Sorprendentemente, como sucedió con otros técnicos, apenas contaba para él. Peke tuvo que ganárselo. Contracorriente, como tantas y tantas veces en su alborotada vida.
La renovación de Yeremay es una victoria de todos. Comenzando por Albert Gil, quizá el hombre más importante en la aún corta carrera del canario. Solo hay que recordar las palabras del extremo cuando el Deportivo decidió prescindir de Gil como responsable del fútbol formativo: «Gracias por ayudarme a crecer como futbolista y sobre todo como persona, por protegerme y cuidarme en los malos momentos, por apostar y creer siempre en mí. Gracias por convencerme para quedarme y lo intentara otra vez, gracias a ti sigo en el Dépor».
Albert lo tuvo claro desde que lo fichó procedente de la cantera del Real Madrid. Lugar donde, según cuentan los que seguían sus pasos en la capital, Yeremay ya destacaba como infantil y cadete por su prodigiosa calidad y por tener un contrato firmado con Nike, que, siendo un niño, le otorgaba una cuantiosa cantidad en material deportivo. Pese a ello, la indisciplina se paga. Y a Yeremay, sus reiterados malos comportamientos le costaron la salida pese a ser uno de los jugadores más vistosos de La Fábrica.
En Abegondo siguió mostrando ambas conductas. Ángel y demonio. Eso le sirvió para dejar boquiabierto a unos y para redactar informes negativos a final de temporada a otros. Hubo que mimarle, apretarle y enseñarle los pasos obligatorios a cumplir para ser profesional. Terminar de tallar un diamante en bruto que tenía lo más complejo, pero que erraba en aspectos básicos como la nutrición, el descanso, o la concentración en los entrenamientos y partidos. Incluso, tuvo entrenadores que suplicaron a aquella pequeña perla despistada que entrase en juego si su equipo no era capaz de atacar.
Yeremay también es el ejemplo de que en el fútbol no todo es inmediatez. Suplente en el Juvenil campeón de España, vio como Noel o Trilli coparon las portadas como las grandes perlas de la cantera blanquiazul que destacaban con el primer equipo. Él siguió en silencio, alternando frustraciones, entrenamientos no considerados aptos y apenas disfrutando de contadas alegrías en aquellos inquietantes momentos. Hoy es una lección de que la prudencia, la calma, el trabajo y la madurez da frutos.
La renovación del canario también es una victoria del club, con Escotet al frente. En seis meses ha logrado dos veces lo que en estos casos suele ser un imposible: retener a un jugador de una categoría superior. Yeremay es un nuevo ejemplo blanquiazul contra el dictado del fútbol moderno. Y si decide irse en las próximas temporadas, el club habrá vuelto a ganar con el que con casi total seguridad sería el traspaso más elevado de su historia. Tampoco nos engañemos, si se hubiera ido ahora la operación también sería espectacular teniendo en cuenta la cantidad recabada. Vamos, un win-win de manual.
La celebrada continuidad de Peke debe ser ahora el acicate perfecto para el aterrizaje de nuevos peloteros de primer nivel en Segunda y un mensaje claro a la cantera: el que trabaje y cumpla, aquí tiene su hueco.