Sara Gallego escribe sobre la importancia de Ainhoa Marín en el Deportivo Abanca. En su columna de opinión sobre el conjunto herculino, además, trata lo que significa la 14 para el club. Una jugadora que también ensalzó Irene Ferreras en su rueda de prensa.
La pasada temporada hubo varios nombres propios en Abegondo, pero si alguno trascendió las fronteras de A Coruña fue el de Ainhoa Marín.
La joven futbolista catalana asumió por primera vez el reto de jugar lejos de casa y demostrar su fútbol fuera de su zona de confort. Llegó siendo una desconocida para muchos, tras despuntar en el Seagull -previo paso por la cantera del Espanyol-, pero para el final de curso ya se había convertido en ídola de la grada.
Arriesgada, valiente y letal en el uno para uno. Eléctrica. Especialista en arrastrar por banda hasta la línea de fondo y dejar goles en bandeja a sus compañeras. Decidida para jugársela ella sola y batir a las guardametas rivales.
Salvando las distancias, el deportivismo no tardó en ver en ella destellos de aquella Athenea tan descarada que despuntó en primera división. Con el 14 a la espalda, llegó al Deportivo para divertir y divertirse. Y lo consiguió.
Muchos se sorprendieron cuando, en marzo de este mismo año, renovó por tres temporadas. Su apuesta al blanquiazul llamó la atención por dos motivos. El primero, que el futuro del equipo todavía estaba en el aire. Cuando el club oficializó el movimiento, aún no se sabía si el Dépor ascendería, se quedaría en segunda o si acabaría descendiendo. Y, segundo, porque todo el mundo asumía que tendría opciones lejos de aquí. Ofertas y llamadas de equipos de Primera que, por su buen rendimiento, la seguían desde la distancia. Las hubo, le llegaron y las valoró. Pero las descartó, porque en A Coruña había encontrado su lugar.
Este año, su segundo como deportivista, es un reto para Ainhoa Marín. Porque el curso pasado llegó, sorprendió y brilló, pero ahora hay que mantenerse.
El miedo a no estar a la altura estaba ahí justo antes de empezar. El contexto del Dépor ha cambiado, en el campo y en el banquillo, y los focos se han repartido más allá de su figura. Las expectativas sobre su papel en el equipo la hicieron dudar por un instante. Pero entonces empezó a rodar la pelota. Y Ainhoa sigue siendo Ainhoa.
Solo que esta Ainhoa 2.0 es incluso mejor. Lleva solo un gol en este inicio de curso, pero sobre el césped vemos a una futbolista mucho más madura. Del aprendizaje del curso pasado ha salido una futbolista que continúa siendo vibrante, pero es más sacrificada. Que sigue pareciendo una niña jugando en el parque, pero domina mucho más los aspectos tácticos. Ya no es una desconocida sin nada que perder; ahora es una de las jugadoras insignia del club y asume esa responsabilidad.
Este curso, que debe ser el de su consolidación, el papel de Ainhoa vuelve a ser importante. Ha entendido lo que se espera de ella y lo que implica su crecimiento en esta nueva temporada. Ha aceptado que su rol tendrá más peso y que cada detalle se medirá con lupa, para lo bueno y para lo malo.
Será difícil, seguramente. Habrá tramos del año en los que vuelva a dudar. Tendrá presión. Y cuando lleguen los baches, la gente mirará hacia su banda esperando un chispazo de magia que los resuelva. Porque ya ha demostrado de lo que es capaz y se ha ganado la exigencia del deportivismo, pero también su confianza. Las comparaciones con el pasado son inevitables, pero Marín es consciente de ello. Y asume las expectativas que recaen sobre su persona, las abraza y las convierte en fútbol.