«Sigo siendo jugador. Estar sin equipo es una situación nueva e incómoda para mí, pero no desfallezco«. Seis equipos en su currículo y dos sellos en su pasaporte hablan de la vida de Dani Mallo, estrella incipiente del Fabril de Carlos Ballesta a mediados de los 90, estoico tercer guardameta en el Deportivo que asombró a Europa y que ahora, con 36 años en su carné de identidad, renuncia a decir adiós al verde y aguarda, desde su Cambre natal, una penúltima oportunidad para enfundarse los guantes.
Sin estridencias, al estilo de las dos etapas que marcaron su trayectoria en el Deportivo, el arquero coruñés conversó ayer con Riazor.org y aceptó de buen grado aclarar la reciente controversia generada a través de las redes sociales tras su malogrado retorno al conjunto donde se crió. «Había la posibilidad de volver. El club buscaba otro portero y tenía varios en la agenda. Yo era uno de ellos, pero no se pudo dar», explicó Mallo. Sin embargo, el resultado de la operación -con el posterior fichaje de Manu Fernández– tuvo más trascendencia de la esperada a nivel local y, en concreto, entre algunos aficionados.
«Lo que ocurrió más tarde fue una situación espontánea de la gente. Todos los que desean la polémica son aquellos que buscan tres pies al gato y quieren ver el mal donde no lo hay«, lamentó el futbolista gallego, que nunca -y así lo subrayó él mismo durante la charla- ocultó su deseo de regresar a su casa. «Le agradecí al club su interés y felicité a Manu, con quien había hablado antes. Soy deportivista y era una ocasión perfecta para un profesional. Además, el Dépor no es un club cualquiera. Es diferente. Hace poco llevé a mi hijo mayor a Riazor y vi la ilusión en su cara», recalcó con satisfacción.
Con más de 150 partidos oficiales a sus espaldas en las seis últimas campañas de la Liga Adelante, el antiguo integrante de los arcos de Girona y Lugo podría encontrar una vez más la puerta abierta en la división de plata: «Ayer (por anteayer) llamaron desde el Leganés a mi representante. Oficialmente, yo no sé nada». Mientras tanto, a la espera de que el teléfono le devuelva a los terrenos de juego, su carácter mantiene viva la tensión competitiva: «Quiero jugar. El año pasado sufrí una lesión al inicio que me tuvo fuera tres meses, pero luego me vi bien». Con hambre de fútbol, pero paciente, Mallo avisa: «No estoy para retirarme«.