Hay rivales y partidos que nos acompañan para siempre. No importa el tiempo que pase, no importan las veces que te lo vuelvas a cruzar en el camino posteriormente. Lees su nombre en el calendario y te trasladas, por un instante, a ese momento en el que fuiste tan feliz.
Eso es lo que me pasa con el RCD Espanyol. Veo sus siglas, veo su escudo y viajo, durante un suspiro, a la Ciudad Deportiva de Abegondo en la mañana del 8 de septiembre de 2019. Cierro los ojos y todavía noto el cosquilleo y los nervios de aquella primera vez. De aquella mañana en la que, por fin, el Dépor debutaba en Primera División.
El conjunto perico fue el primer rival de las coruñesas en la élite. Uno de los históricos, de los pocos que han alzado ligas y copas. Venido a menos, pero todavía uno de los grandes. Y, enfrente, nosotras las novatas. Con poca experiencia, pero todas las ganas del mundo.
Recuerdo que llegué justa al partido y no encontré hueco para sentarme. La grada estaba a reventar. La emoción se palpaba en el ambiente. Viví los noventa minutos pegada a la barandilla, en pie, gritando y animando. Aquel día me quité el cartel de periodista y lo disfruté como aficionada.
Cuando leo “Espanyol” mi mente reproduce el primer gol del partido, el primer gol del Dépor en la máxima categoría. Firmado por Alba Merino y con todo el suspense del mundo, fue el primero de un encuentro que terminó 3-1 para las deportivistas (Alba volvió a marcar de penalti y Peke, por supuesto, no faltó a su cita goleadora). Un golpe en la mesa y el inicio de un sueño en blanco y azul.
Tras ese partido, vinieron unos cuantos más. De hecho, desde ese debut en primera, se han medido en cinco ocasiones y nunca han empatado. Tres victorias para las gallegas y tres para las catalanas. La última cita en la Dani Jarque, eso si, supuso un cambio de ciclo.
Fue la temporada pasada, en un escenario similar al que se da para este fin de semana: las pericas llegaban al partido con dudas tras un inicio irregular y las herculinas estaban lanzadas en lo alto de la tabla. Pero dos goles de Adriana Martín (en el día, además, en el que volvía a casa tras el mercado invernal) supusieron un punto de inflexión. Desde ese 2-0, el Espanyol comenzó una línea ascendente que les duró hasta final de temporada (perdieron el ascenso en el último partido ante el Levante las Planas), mientras que el Deportivo comenzó a titubear hasta terminar en la sexta posición y jugando playout de permanencia.
Este curso, las cosas no están siendo sencillas para las barcelonesas. Marchan octavas, 5 puntos por debajo de las deportivistas (terceras). Unas deportivistas que, pese a que fuera de casa sufren un poco más, llegan en un buen momento tras la contundente victoria contra el Granadilla la pasada semana.
Pero Irene Ferreras lo advertía en sala de prensa: pese a las dificultades, siguen siendo un rival directo. Porque al final, como bien sabemos en A Coruña, la grandeza no se mide según la categoría. Y en un futfem que acelera y avanza a pasos agigantados, el Espanyol pelea por volver al lugar que, por trayectoria, le pertenece. No quiere quedarse atrás, no quiere que, cuando hablemos de fútbol femenino nacional, su nombre suene a ecos del pasado. Para eso debe espabilar y empezar a escalar posiciones. Para eso va a pelear esta jornada contra el Deportivo. Y por eso, precisamente, son un rival tan peligroso pese a lo que indiquen las estadísticas de estas primeras 10 jornadas.