El canterano deportivista se ha convertido con el paso de los meses en un jugador importante para Fernando Vázquez, respondiendo a dicha confianza con goles, asistencias y una gran visión de juego.
El futuro no pintaba demasiado bien para Juan Carlos Real Ruiz al inicio de temporada. El diseño de la plantilla y la llegada de varios jugadores que se ubicaban automáticamente en tres cuartos de campo parecían cerrarle las puertas de la titularidad, y así fue. Con todo, Fernando Vázquez decidía darle una oportunidad a finales del mes de septiembre, tras perder frente a Murcia y Sporting. Eran momentos de dudas en los que Culio no acababa de arrancar, momentos espesos, por lo que el entrenador necesitaba cierta clarividencia en esa zona del terreno de juego donde mata la intuición.
La respuesta del frágil mediapunta fue de nivel. Utilizando sus mejores armas (último pase, juego entre líneas), ampliaba los recursos del equipo y asistía a sus compañeros para decir “aquí estoy” con voz tenue pero muy fiable a ojos de un entrenador que desde octubre lo ha venido utilizando regularmente (acumula 25 apariciones en Liga, 1163 minutos en total).
Si tenemos en cuenta el devenir de los acontecimientos en la parcela que ocupa (salida de Culio, llegadas de Sissoko y Rabello), la contribución de Juan Carlos no deja de sorprender. Su presencia, lejos de disiparse, se ha fortalecido, lo que no deja de ser extraordinario para un jugador al que no se le presupone un carácter fuerte y que ha venido jugando fuera de sitio a lo largo de la temporada. Asistencias, goles (lleva tres, lo cual no está nada mal dado el nivel anotador del equipo) y, recientemente, papel destacadísimo dentro del 4-1-4-1 diseñado por Vázquez frente a Recre y Mallorca.
Son, sin duda, buenos números para el coruñés, y credenciales más que decentes para que su continuidad en el equipo y su condición como jugador de primer nivel sean al menos objeto de debate al final de temporada. Todo un logro.