Cinco puntos de nueve ha sumado el Deportivo en este arranque de temporada después del empate ante el Tenerife. Un inicio complicado por las tres salidas consecutivas, pero también por esa transición, todavía incompleta, de cola de león a cabeza de ratón. Porque, a día de hoy, y después de los últimos cuatro años en Primera, el conjunto coruñés todavía se maneja como un equipo perdedor. Algo que es comprensible si miramos al balance liguero desde 2014: 29 triunfos en 152 encuentros.
Y es, en parte, esa sensación de miedo a que se te escape lo que ya tienes, lo que provocó la reacción del equipo canario, como ya antes habían reaccionado Albacete y Extremadura. Esa carencia de instinto asesino, ese casi pedir perdón por adelantarse en el marcador… son de los factores en los que más debe incidir Natxo González a nivel mental. Porque por mucho que la revolución en la plantilla haya sido total, el Deportivo, como club, debe también aprender a ganar de nuevo.
Hubo otros factores, en este caso tácticos, que provocaron el repaso del Tenerife en el final de la primera parte y ya por completo en la segunda. Exteberria se la jugó retirando a uno de sus mediocentros para meter a otro delantero y subió la presión casi de forma kamikaze. Le salió bien porque el equipo coruñés se vio sorprendido y sin respuestas. Ni en el campo, ni desde el banquillo. Nadie supo poner la pausa necesaria para dar un pase más y aprovechar las hectáreas libres entre los dos bloques de un rival completamente partido.
Por primera vez se vio al Dépor desbordado en defensa sin ser desde el juego directo, como en los anteriores encuentros. Especialmente señalado queda Bóveda, cuya falta de contundencia en el eje de la zaga provocó varias ocasiones claras. Empató Acosta y no se adelantaron los locales por falta de acierto, porque tuvieron a los blanquiazules contra las cuerdas durante más de media hora.

Señalaba Vicente Gómez al final del partido que faltó «personalidad, saber que somos importantes». Precisamente esa actitud del canario es la que necesita un equipo que sí dio sensación de tiranía en los primeros 30 minutos. Empezó mandando, con grandes ocasiones y juego. Carles Gil dio un paso al frente y se manejó a la perfección apuñalando una y otra vez la espalda de Milla y Alberto. Con Caballo y David Simón llegando mucho y bien y logrando adelantarse en el marcador gracias al tanto de Quique de penalti. El Tenerife estaba al borde del precipicio, pero el conjunto gallego decidió darse la vuelta y esperar a que se cayera solo. Demasiada inocencia.
Todo desembocó en unos últimos minutos locos en los que reinó Didier Moreno. El colombiano creció cuando las fuerzas fallaron en ambos bandos y sostuvo a los suyos, asistiendo a Valle en lo que parecía el gol de la victoria. Pero incluso en un minuto le dio tiempo al Dépor a mostrar la poca soltura con la que gestiona las ventajas, regalando una falta lateral, como las numerosas concedidas en Almendralejo. Esto, unido a uno de los recurrentes errores en la portería que parecían ya olvidados, castigó esta vez a un equipo que necesita acostumbrarse a ser mejor que su contrincante.