Me siento delante del ordenador y me vienen muchos recuerdos teñidos de color blanquiazul. La primera Copa del Rey ante el Valencia, el penalti de Djukic, el gol de Donato contra el Espanyol, el Centenariazo en el Bernabéu y las grandes gestas de este equipo en los campos más míticos de Europa.
Por todo ello, cuando el otro día asistí al Real Madrid – Dépor una extraña sensación recorría mi cuerpo. Las circunstancias son muy diferentes y poco tienen que ver aquellas grandes plantillas con la de ahora. Jamás criticaré una derrota del equipo en el Bernabéu, pero las formas son importantes. La actitud derrotista y algunos ejemplos de falta de tensión y atención en algunas acciones reflejan que hay actitudes que deben cambiar.
Nadie puede jugar con el sentimiento de una afición que dio una nueva lección en el estadio madridista. La única voz que se oía era la de esa gente vestida con su camiseta del Dépor que observaba como los suyos eran un juguete en manos de los blancos.
El destino ha querido que dentro de tres días el equipo regrese a Madrid. Lo hará para medirse a un Rayo Vallecano que tampoco atraviesa su mejor momento. Es hora de reaccionar y el equipo necesita ahora un punto de inflexión que debe nacer en Vallecas. La Liga acaba de empezar, pero es clave no instalarse en una dinámica negativa de resultados.
No fallarán los de siempre. Los que estuvieron en todos esos escenarios citados en el primer párrafo que también animaron al equipo en el infierno de la segunda división. Y aunque los objetivos hayan cambiado, los sentimientos siguen floreciendo en una hinchada admirable.