El Deportivo ha cosechado cuatro puntos en sus dos primeros partidos de la temporada y sin embargo en ninguno de ellos ha dejado buenas sensaciones. Como ante el Salamanca, el equipo volvió a ser incapaz de imponerse al Compostela más allá de unos minutos en la segunda parte y dejó de nuevo la sensación de que, tanto a nivel individual, por rendimiento y estados de forma, como colectivo, en lo que se refiere a automatismos, está muy lejos se ser el equipo que todos esperan.
Lejos. Quizá ese sea el mejor concepto para describir gran parte de los problemas que está teniendo el Deportivo en su regreso a Segunda B. Ahora mismo, el blanquiazul es un equipo kilométrico. Tanto sin balón, como cuando le toca tenerlo. Molina, mediocentro del Salamanca, debió de salir de Riazor con un subidón de autoestima. Seguramente no fue diferente en el caso de Antas, que en el Vero Boquete marcó el ritmo del encuentro a su antojo. Lo hizo en esa llanura que quedaba a la espalda de Beauvue y Nacho, a la que Álex Bergantiños no podía hacer más que mirar mientras se las arreglaba para apagar todos los fuegos que prendían Josiño y Brais Abelenda a sus costados.
Al Dépor no le falta esfuerzo en la recuperación tras pérdida y eso es lo que mejor está ejecutando. Pero si no consigue robar en los primeros segundos de posesión rival, después sufre demasiado. No tanto para defender, porque la seguridad de Mujaid y Granero están siendo una gran noticia, pero sí para empezar a atacar. Hace tiempo que Álex Bergantiños no se encuentra cómodo entre centrales para poner la primera piedra, pero la tortura es todavía mayor si lo abandonan. El equipo blanquiazul es demasiado largo también para atacar, con Borges y Nacho todavía sin entender su cometido. Es ese triángulo en el que se pierden la mayoría de intentos deportivistas. Y es también lo que resume el actual momento del equipo. Pocas herramientas y automatismos en la pizarra que se agravan por el bajo nivel de forma de futbolistas como el tico, lento de cabeza y piernas. El cuadro herculino hace circular la pelota sin ritmo ni convicción y sólo las excursiones esporádicas de los centrales permiten prender la mecha.
El faro de Uche Agbo y el 4-2-3-1
El Deportivo mejoró ligeramente en la segunda parte. Primero porque el Compos se fue quedando sin fuerzas. Pero también porque el ajuste blanquiazul, con un 4-2-3-1, permitía una ocupación de los espacios con mucho más sentido. La entrada de Uche Agbo por Borges acabó por decantar la balanza. El nigeriano le dio el relevo a Bergantiños, que con un socio y liberado de tener que iniciar el juego sumó el doble. Nacho se movió más cómodo solo en el enganche, tanto manteniendo a raya a Antas como generando entre líneas, donde casi marca con un gran disparo. Esto permitió además activar a Keko, que durante 15 minutos sometió a los locales al mayor momento de agobio.
Al conjunto blanquiazul le faltó el último empujón y fue el Compos el que terminó más entero. Un cambio de ritmo que tenía que haber llegado desde el banquillo. En parte por tener que hacer dos cambios obligados por lesión, en parte por la elección de las sustituciones. Gandoy y Galán se quedaron sin minutos después de su buen papel como revulsivos hace siete días. Sí los tuvo un Rui Costa que, como al equipo, todavía le falta mucho.