Cuando aquel sábado 14 de Mayo de 1994 Djukic tomó aire justo antes de iniciar la carrera hacia un balón que podía suponer una liga, no sólo toda A Coruña y gran parte de España contuvo la respiración, sino que mucha otra gente amante del fútbol también lo hizo desde más allá de nuestras fronteras.
Desde Zagreb, capital de un país por aquel entonces envuelto en una guerra, un joven seguidor del Dínamo de Zagreb y apasionado del deporte llamado Marijan Rastic deseaba como el que más que aquel balón terminase en el fondo de la red y supusiese el primer título de liga para “el equipo de Bebeto”, club cuyos pasos llevaba siguiendo varios años, hasta el punto de haberse convertido en su segundo equipo.
Ese balón en lugar de terminar en la red, lo hizo en manos de un portero de infausto recuerdo para la historia de un club humilde que había puesto a los grandes contra las cuerdas, pero lejos de convertirse en el fin de un sueño para un equipo modesto, resultó ser todo lo contrario. El equipo empezó a dar sus primeros pasos por Europa, lo que hizo que estrechase sus vínculos con todos aquellos aficionados y simpatizantes repartidos por el continente que, meses atrás habían vivido el triste desenlace de la liga a miles de kilómetros, y se les presentaba la posibilidad de apoyar al equipo en persona. Jugase donde jugase, el Deportivo nunca estaba sólo. Cuando las cámaras enfocaban a las gradas, siempre se podía ver la presencia de aficionados blanquiazules de todo tipo, emigrantes gallegos, jóvenes Erasmus, militares destacados en misiones de paz…
Entre ellos, empezó a ser habitual la presencia de Marijan, quien ante la más mínima oportunidad, no dudaba en emprender viaje en solitario desde Zagreb para empaparse de ese sentimiento blanquiazul. Renunciar a días de vacaciones, viajes interminables, coste económico y dificultad para hacerse con entradas en las gradas destinadas a los deportivistas a pesar de no conocer a ninguno y no saber absolutamente nada de español. Nada frenaba a Marijan.
En uno de esos viajes, este hincha acudió a Turín a disfrutar de su Deportivo en un partido de Champions. Allí coincidió con un coruñés que por aquel entonces se encontraba de Erasmus en Italia y con el que hizo muy buenas migas durante el encuentro. Faltaba apenas un mes para que el Deportivo afrontase una final de Copa en el Bernabéu que estaba predestinada a acabar en las vitrinas del club blanco. Pero eso tampoco era motivo para que Marijan se echase atrás. Insistió a aquel coruñés que acababa de conocer, para que le sirviese de puente con alguna persona que pudiese conseguirle una entrada para asistir a esa final, y éste le facilitó el número de teléfono de un primo suyo llamado Alberto. El balcánico apenas tardó horas en ponerse en contacto con él. Ante lo insólito del caso de este croata, Alberto no dudó en gestionarle una entrada, algo muy difícil a escasas semanas y con todo el aforo vendido, por lo que terminó recurriendo directamente al club. Cuando Lendoiro tuvo conocimiento de la existencia de tan peculiar aficionado se comprometió a regalársela, y así lo hizo.
Con la entrada garantizada, cogió las maletas, su bufanda del Dépor y puso rumbo a España, pero no sólo para asistir al partido, quería conocer el Deportivo, la ciudad y a sus gentes. Unos días antes del evento, tomó un vuelo Zagreb–Madrid y posteriormente un tren que lo traería hasta A Coruña. En los apenas tres días que permaneció en la ciudad pudo vivir el ambiente previo a aquella final. Asistió a varios entrenamientos y a todo tipo de eventos en los que charló con Irureta, Makaay, Sergio, Djorovic… y sobretodo con Lendoiro, a quien quería darle las gracias en persona por haberle facilitado la entrada. Los goles de Sergio y Tristán en la mágica noche del Centenariazo pusieron un broche de oro a aquel viaje soñado por Marijan y lo unieron para siempre con Galicia y el Deportivo.
Aquella época dorada del Deportivo con viajes a Turín, Milán, Eindhoven, Manchester, o algunos más cercanos para él como a Split o Koprivnica ha quedado atrás, y con ella las participaciones año tras año en competiciones europeas. Pero ni eso ni tan siquiera los dos descensos y el paso por segunda división hicieron mella en el deportivismo de este croata. Años después de su primera visita a tierras gallegas, Marijan se encuentra de nuevo estos días en A Coruña, donde ha presenciado el empate frente al Valencia del pasado fin de semana y hará lo mismo este lunes con el duelo ante el Rayo antes de emprender el camino de regreso a tierras balcánicas con su sentimiento blanquiazul más vivo que nunca.