Nueva edición de la columna de Dani Cancela, ex del Depor y coruñés, enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década. En su serial titulado ‘Desde la (semi) burbuja’, nos cuenta las sensaciones que le dejó la victoria contra el Zamora, que pese a todo no sirvió para entrar entre los tres primeros:
Hubo un momento en el que las cuentas salían. El Coruxo ponía al Celta B contra las cuerdas y el Dépor ganaba y se gustaba contra el Zamora… todo demasiado bonito para ser verdad. Pero no, al final no sonó la flauta.
Lo que no depende de ti es incontrolable, y contra eso no se puede luchar. La realidad es que el equipo se reconoció a sí mismo demasiado tarde, y cuando quiso acelerar, no llegó a tiempo. El Celta B reaccionó e hizo lo que tenía que hacer: ganar. Y al Racing, mermado por el Covid en un momento crucial de la temporada, no le dio.
La sensación que queda en el deportivismo es de rabia. Rabia por ver que le metiste 0-3 al primero del grupo y 2 0 (y pudo ser un carro) al que llegaba líder a Riazor. Rabia por ver que el equipo crece a cada partido y porque cabe pensar que seguiría creciendo en la segunda fase hasta llegar en un gran estado de forma al momento decisivo… Rabia, en definitiva, por descubrir, como se intuía, que se podía sacar más de esta plantilla.
Porque ahora da gusto ver jugar al Deportivo. Como se mueve, como aprieta arriba, como combina… Éste es Dépor que quería ver la gente este año en Segunda B. Un equipo que es protagonista con y sin balón. Claro que no se puede ganar todos los partidos por 0-3. Entre otras cosas porque la categoría se define sobre todo en la eficacia de cara al gol, y en eso el Dépor todavía tiene que crecer. Pero se puede dominar, someter a los rivales… Hacía tiempo que no veía un partido y me daban ganas de aplaudir, aunque sea delante de la tele, una triangulación, un regate, un tiro con intención, un robo de balón… En una palabra, hacía tiempo que no disfrutaba con el equipo.
Eso es lo que hizo el Dépor este domingo. Dominar. Liderados por un Keko que cada día que pasa es más decisivo, el equipo va encontrando la alegría en ataque. Rubén tiene un once tipo que vamos sabiendo de memoria, pero más que eso tiene un sistema, un modelo de juego reconocible y en el que los jugadores creen. Eso hace que no echemos de menos a los que faltan, como Héctor, o que el equipo incluso mejore con los cambios. Porque ahora todos suman, y el rendimiento se multiplica.
Por eso la rabia de lo que pudo haber sido y no fue, la sensación de ser mejores que los que siguen en la carrera del ascenso mientras nosotros nos quedamos. Pero no se puede vivir del «y si», y la realidad nos dice que quedan seis partidos para amortiguar la caída y quedar en el mejor de los peores escenarios. Partimos con cierta ventaja, un calendario relativamente favorable y las mejores sensaciones de toda la temporada. Es trabajo del entrenador y de los profesionales mantener la intensidad y no bajar los brazos por verse fuera del ascenso. Hay un objetivo claro, un escudo que defender y honrar y, sobre todo, unas bases que crear para que el proyecto del año próximo sea firme y no haya que tirar media temporada a la basura.