Nueva columna de opinión de Dani Cancela, ex del Dépor y futbolista coruñés, enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década y ahora de vuelta en A Coruña para recuperarse de una lesión. En su nuevo serial ‘Fuera de la burbuja’, nos cuenta las sensaciones que le dejó el triunfo contra el Logroñés en Riazor.
Riazor es otra cosa
No llegaba el partido en el mejor momento para el Dépor. Con dos puntos menos de los que se pensaba a principio de semana y con los asuntos de Noel y Menudo enturbiando el ambiente, el equipo se enfrentaba a un aspirante al ascenso sintiendo en el cogote el aliento del Racing de Ferrol, que acababa de ganar su partido y empatar a puntos al cuadro blanquiazul en la segunda posición de la tabla.
Se daban todos los ingredientes necesarios para que el partido se pudiese hacer bola, pero el Dépor salió con el traje de Riazor, y así todo es más sencillo. En el día de las peñas, quiso que la fiesta que se vivía en los aledaños del estadio continuase dentro, y desde el principio puso sobre la mesa sus intenciones y sacó a relucir todas las virtudes que lo hicieron líder incontestable en la primera vuelta.
No estaba Jaime, pero Granero volvió a confirmar una vez mas que es un suplente que está por la causa y que ofrece garantías. Aguirre sustituyó a Héctor y demostró que el Deportivo tiene dos laterales izquierdos, por lo menos a nivel ofensivo, de gran nivel, y Antoñito dio un paso adelante en sus prestaciones. De hecho el lateral andaluz fue clave en el gran primer tiempo que hizo el equipo.
Y no por el gol, que es anecdótico por más que fuese el que abrió la lata, sino porque lo hizo todo bien. No fue muy exigido en defensa, pero sobre todo porque fue un martirio para sus rivales. Siempre incorporándose en el momento preciso, jugando rápido y dando soluciones cuando sus compañeros lo necesitaban. Su sociedad con William y con Villares hizo mucho daño a la UD. Era el Deportivo que recordábamos, con los dos laterales viviendo en el área rival, con Álex, Juergen y el propio Villares robando en campo contrario y creando situaciones de peligro.
Si a eso le sumamos que la pizarra funcionó otra vez con Lapeña, el resultado es que antes del cuarto de hora el partido estaba otra vez resuelto.
Es verdad que el primer gol del Dépor parece falta clara de Quiles, quizá un guiño desde la Federación a cuenta del atropello, pero también lo es que de principio a fin el equipo coruñés fue muy superior a un Logroñés que nunca supo como frenar a los blanquiazules. Bajo la batuta de Álex, el Deportivo atraía a su rival en el medio, donde Mario y William obligaban a los laterales contrarios a cerrarse mucho. Esos carriles los aprovecharon una y otra vez Aguirre y Antoñito para hacer muchos kilómetros y mucho daño, y de no ser porque a Quiles le faltaron varios centímetros en un par de ocasiones, el resultado al descanso hubiese sido ya definitivo.
Pero el equipo estaba a gusto, y Mackay sufría más por el sol que le daba de cara que por los ataques de los rivales. Granero y Lapeña vivían con mucho espacio a sus espaldas, pero la presión del equipo hacía que cuando llegaban pelotas en largo, fuesen sin precisión y sin ventaja para los atacantes. El plan de partido que mas le gusta a Borja se estaba ejecutando a la perfección.
No cambió mucho el guión en la segunda mitad. El Logroñés subió un poco sus lineas porque la presión del Dépor no era tan precisa, y los blanquiazules con balón no eran tan incisivos. Antoñito dijo que con cuarenta y cinco minutos de nivel era suficiente y Borja volvió al invento de Aguirre a pierna cambiada. El toledano conoce sus virtudes y sabe aprovecharlas, además de demostrar unas ganas terribles de hacer gol. En una de estas incursiones, tras un clínic de Quiles sobre cómo aguantar un balón en inferioridad, dar pausa al equipo y generar una transición de manual, provocó el penalti. No estaba Miku y Quiles, que llevaba una trayectoria inmaculada desde los once metros, falló. No tuvo demasiada importancia en el partido, pero tres penaltis fallados en la temporada no es el mejor dato para enfrentarte a partidos en los que juegas sin red y que se pueden decidir por mínimos detalles.
No es que Quiles necesitase el gol para su confianza, pero la mejor medicina tras fallar un penalti es arreglarlo con un tanto, y Héctor, que quiso sumarse a la fiesta de los laterales, lo sabía. No sé cuantas asistencias lleva el pucelano en lo que va de temporada, pero su producción y su importancia en el juego desde la linea de cal es espectacular. Marcó Quiles que no lo necesitaba y no pudo hacerlo Miku, que sí que precisa de la inyección del gol para volver a parecerse al de la primera vuelta. Sus compañeros lo saben y desde que entró lo buscaron para facilitarle la tarea. No pudo ser. Tampoco el de Rafa de Vicente, otro de los que suma siempre que entra, y al que anularon por un fuera de juego que no fue, pero para ese entonces el partido era una balsa de aceite. Una semana más de paz en Riazor, y a la que no le seguirá una de incertidumbre porque los puntos del Extremadura ya los tiene desde el sofá. Buena semana para recuperar a gente y mentalizarse para lo que llega. Al Dépor le quedan dos partidos en casa más el del Valladolid B. Haciendo los deberes en Riazor el segundo puesto está garantizado. Y si lo visto en los últimos partidos de casa puede ser referencia, que el playoff se juegue en casa es incluso mas importante casi que la ventaja que otorga ser segundo. Porque el Dépor, en Riazor, es otra cosa