Me han pedido que escriba sobre la temporada del Dépor, y yo me pregunto: ¿Escribo como aficionado? ¿Como ex jugador? ¿Puedo hacerlo de una manera sin tener en cuenta la otra? La respuesta es no. He sido aficionado, jugador y ahora ex jugador y aficionado del Dépor. No puedo excluir ninguna categoría.
Así que allá voy. Cronológicamente la temporada no empezó mal, victoria contra el Eibar, empate contra el Betis… ilusionante, creo yo. Todos parecíamos felicitarnos con el nuevo técnico y la plantilla, pero pronto empezó la cosa a torcerse, dos derrotas en casa y un empate contra el Alavés. No nos gustaron. Además perder contra el Leganés, como que dolía más.
A veces no entendemos que ganar, es difícil, muy difícil, sea a quien sea. Pero la cosa empezaba a ponerse peor de lo que nos gustaría. Solo una victoria antes del derbi… y 4-1 …podría seguir, pero no es necesario. Todos sabéis lo que ha sido la temporada en cuanto a números, pero ¿qué hay de la temporada en sensaciones? ¿En sentimientos?
Desde la distancia, parecía que una vez más nuestro irreductible espíritu deportivista, a prueba de marexadas, maruxias e mares grosas aguantaría inquebrantable los malos resultados pero sucedió algo distinto.
De hecho, unas semanas antes del cambio de técnico, la Peña deportivista Miau Miau – a los que aprovecho para saludar- me invitó a ver un partido en su sede de Barcelona. Acepté encantado y asistí resignado igual que ellos a una nueva derrota. Pero por encima de la derrota, que sí que puede pasar porque es fútbol y en la liga española ganar es muy difícil, empecé a vislumbrar un sentimiento de resignación, abatimiento y distanciamiento entre nosotros los aficionados y el equipo.
No me malinterpretéis, siempre se animó al equipo y se le intentó insuflar ánimo desde Riazor, pero algo, a mi parecer, estaba cambiando. Un atisbo de tristeza se entreveía en l@s deportivistas que acudíais a Riazor cada 15 días. Un «ruxe ruxe» de que algo no andaba bien. El desánimo comenzó a calar entre nosotros como el agua entre las rocas, poco a poco haciendo mella en nuestra inquebrantable voluntad… pero como el agua entre las rocas, tanta decepción fue horadando al deportivo desde el césped hacia la grada. Y se produjo algo que no había vivido nunca como jugador, ni hasta hoy como aficionado. Una pequeñísima fractura entre equipo y afición. Desafortunadas declaraciones y gestos, tampoco ayudaron a mantener la cohesión. Y eso es lo peor que, repito desde la distancia, nos ha dejado la temporada.
¿Buscar culpables? No creo que solucione nada, de hecho yo soy más de buscar soluciones. La primera, ya me dais vosotros, por que lo sé, volveréis a haceros socios en masa, demostrando el amor al azul y blanco. Pero algo os pediré, vosotr@s sois el alma del Dépor, desde siempre. El equipo os ha necesitado, en las duras y en las maduras, y vosotros siempre habéis respondido, no dejéis nunca de hacerlo, por favor.
A los jugadores les pido que sean conscientes de a dónde vienen a jugar, el Depor es un club especial, un club que pertenece a sus socios, y a ellos se deben. Ganar o perder es fútbol, pero la pasión, la entrega, el sacrificio y el respeto no se negocian, van con esta camiseta y este escudo. Seguro que muchos lo han sentido y lo sienten así, igual más de los que creéis, porque eso se siente y se vive, aunque a veces no se pueda demostrar. Si alguno no lo siente así, tiene deberes para el verano. Los que vengan, deberían entender que no es una crítica, es un consejo de un perro, algo viejo, que ya se puso alguna vez esa camiseta que ellos visten ahora.
También pondré deberes a la directiva si me lo permiten. Entiendo que el esfuerzo para reducir la deuda está siendo titánico y complica el tema económico para confeccionar una plantilla, pero creo que su turno es el de la ilusión. No es necesario un gran desembolso, ni grandes cracks internacionales, se necesita pasión por este deporte, ganas de crecer, de ser mejor. De hacerse más grande de la mano del Depor, no a costa del Depor.
Animo a la dirección deportiva y a la junta a buscar esa plantilla que vuelva a llenarnos el pecho de ilusión, se gane o se pierda. Esa plantilla hecha de hombres, más que de nombres, de la cual nos sintamos orgullosos todos los deportivistas, y los jugadores orgullosos de pertenecer a ella. Lo pueden hacer, conocen el fútbol y a los futbolistas, confío en que lo harán y lo harán bien.
No quiero extenderme mucho más, me senté a hablar del pasado, y he acabado hablando del futuro, pero qué le voy a hacer, el pasado es inamovible, y yo soy un optimista, ya lo dijo Sir Winston Churchill : «Sí, soy optimista, no parece útil ser otra cosa». Por ello, miro al frente con ilusión y ganas, con la esperanza de que en poco tiempo pueda acompañar a mis hijos a Riazor a ver el Depor y ver en su cara la misma emoción que yo tenía cuando mi abuelo me llevó al estadio la primera vez. Aquel día me daba igual el resultado, iba a ver al Dépor, a mi Dépor.