El Deportivo sigue sin arrancar y los problemas se acumulan en una lista que posiblemente daría para cubrir el estadio de Riazor. Uno de ellos, y aunque intangible más importante de lo que pueda parecer, es el miedo. Porque no es que Anquela les esté facilitando las cosas a los jugadores con sus planteamientos, pero lo cierto es que apenas hay candidatos que den un paso al frente y tengan los arrestos necesarios para asumir responsabilidades.
Se buscan valientes para algo tan fundamental en el fútbol como es dar un pase que rompa una línea. Pase, que no pelotazo. Y también para ofrecerse y no esconderse cómodamente detrás de un rival. Lamentaba el técnico que el conjunto blanquiazul apenas pudo sacar el balón limpio ante el Mirandés y en eso tiene mucho que ver la timidez y la evidente falta de confianza de cada miembro de la plantilla. Nadie se atreve. Y los que sí lo hacen, aciertan poco. Porque Montero y Mollejo muestran pecados de juventud, pero amilanarse no es uno de ellos. Lo intentan, fallan y lo vuelven a intentar. Ya es más que de lo que hacen muchos de sus compañeros. 20 y 18 años…
El Dépor no trenzó una jugada colectiva con cierto criterio en toda la primera parte y el único tiro a puerta llegó en un balón suelto que le cayó a Borja Valle. No mejoró demasiado tras el descanso, saliendo además con una falta de tensión que quedó patente en el tanto visitante. Ni rastro de fútbol, ni rastro de personalidad en un equipo en el que sobran miradas y faltan muchas ideas.
El faro de Nolaskoain
La única noticia positiva fue el esperado regreso de Peru Nolaskoain. Y en unos pocos minutos dejó detalles que explican por qué Anquela lo esperaba con tanto deseo. Lo que todavía es difícil de entender es cómo el técnico duda sobre qué posición otorgarle al vasco. Porque el domingo quedó claro lo que aporta en el centro del campo y, al mismo tiempo, lo desaprovechado que estaría en el eje de la defensa. Con él sobre el césped el Dépor pareció tener un jugador más, tanto por presencia física como, sobre todo, por saber qué hacer con el balón y estar dispuesto a hacerlo. Es la tierra firme a la que sus compañeros deben agarrarse.