El 7 de abril de 2004 quedará grabado para siempre en la memoria del deportivismo.
Ya han pasado 10 años y a cualquier deportivista se le siguen iluminando los ojos al recordar aquel 4-0 al Milan en los cuartos de final de la Champions League. Los rossoneri estaban considerados como el mejor equipo del mundo en aquel momento -venían ser campeones de Europa y al año siguiente volverían a ser finalistas- y partían con un 4-1 de la ida. En San Siro, Pandiani había puesto el 0-1 en la primera mitad, pero en ocho minutos terribles los de Carlo Ancelotti anotaron ni más ni menos que cuatro goles para dejar la eliminatoria teóricamente sentenciada.
Solo teóricamente, porque según fueron pasando los días A Coruña empezó a creer en el milagro, en la osadía de remontar, por primera vez en la historia de la Liga de Campeones, una diferencia de tres goles a una plantilla que contaba con futbolistas de la talla de Cafú, Maldini, Pirlo, Seedorf, Kaká o Shevchenko.
Se especuló con la posibilidad de que Jabo Irureta juntara en el once a Djalminha y Valerón para tratar de tener más talento y desequilibrio en tres cuartos de campo, pero las únicas variaciones que realizó el técnico fueron en los laterales. Manuel Pablo y Romero, de mayor recorrido y capacidad combinativa, ocuparon el puesto de Scaloni y Capdevila, que venían siendo titulares.
En un Riazor en el que desde el inicio se respiró un ambiente de lo que a la postre sería una noche histórica, Pandiani abrió el marcador a los 5 minutos minutos de juego y alzó los brazos hacia la grada de Marathon para espolear a una hinchada que ya no callaría en todo el partido. Valerón, de cabeza y a centro de Luque en el 35, batió a un Dida renqueante tras un golpe y dejó la machada a solo un gol de distancia.
Justo antes del descanso, Luque, en la que seguramente sea la jugada más importante de su carrera, hizo el tanto de la noche: Molina sacó en largo, Nesta se comió el bote y el catalán se fue directo al gol pasando a Cafú en velocidad y fusilando a Dida con un zurdazo ajustado a la escuadra. Aún faltaba toda la segunda parte y el Dépor ya estaba por delante en la eliminatoria.
En unos 45 minutos en los que había que cambiar el chip y pensar en defender un resultado en vez de en remontarlo, los gallegos vivieron relativamente tranquilos y cerraron el partido de la mejor manera posible: Fran, que había entrado desde el banquillo, firmó el 4-0 final. Molina, prácticamente un espectador durante gran parte del encuentro, apareció después para sacar una gran mano a disparo de Rui Costa y evitar un gol que hubiera llevado a la prórroga.
Por primera y hasta ahora única vez en su historia, el Deportivo se colaba entre los cuatro mejores de Europa y lo hacía con una remontada que año tras año se pone como ejemplo cuando cualquier equipo busca dar la vuelta a una eliminatoria. Y se pone como ejemplo porque lo que pasó en Riazor hace hoy 10 años, fue único.