La derrota del Fabril ante el Atlético de Madrid B en Abegondo certificó el descenso matemático del filial a Tercera División tras una temporada desastrosa y de la que se pueden extraer pocas conclusiones positivas. Este descenso de categoría, supone también la caída del Laracha, equipo con el que el club había firmado un proyecto de colaboración para foguear a los jugadores más jóvenes que salían de su etapa juvenil.
Nadie se podía imaginar allá por el mes de julio una situación así. Tras completar una de las mejores temporadas de la historia y jugar el playoff de ascenso a Segunda División, el Fabril iniciaba un año ilusionante a pesar de contar con bajas muy importantes como las de Caballo y Expósito, que entraron a formar parte de la primera plantilla, Pinchi, Borja Galán o Romay.
Todos los cambios que vivió el club en esos meses en la dirección deportiva afectaron a un Fabril que acusó en exceso una mala planificación deportiva. Algunos jugadores vieron como se les cerraba la puerta del primer equipo de manera automática y sin tener ni una sola oportunidad. Lejos de salir del club algunos de ellos permanecieron en la disciplina blanquiazul conscientes de que no tenían ninguna posibilidad de llegar a la primera plantilla. La línea defensiva sufrió pocas variaciones, pero el equipo perdió mucho en materia ofensiva. El club firmó varios futbolistas de este perfil en los últimos días de mercado y algunos llegaron con la temporada ya iniciada.
Tito Ramallo fue el elegido para dirigir a un equipo que no tuvo suerte en el inicio de liga. En las primeras jornadas, los blanquiazules se dejaron muchos puntos en acciones concretas y errores individuales. Además de ello encajó un importante número de goles a balón parado. Fue el inicio de una dinámica muy negativa de la que el Fabril ya no se recuperaría a lo largo del año. El club decidió prescindir de Tito Ramallo y reclutó a Sergio Pellicer, un entrenador con experiencia en categorías inferiores que no logró cambiar el rumbo de los blanquiazules. En un movimiento desesperado y en busca de un milagro deportivo, Carmelo del Pozo le entregó el equipo a Luisito, un técnico carismático y exigente. Pero ya era demasiado tarde. La mejoría del filial no fue suficiente para llegar con alguna opción de salvación y a falta de cinco jornadas, el Atlético B dio la puntilla definitiva a un Fabril que cierra de esta manera una época muy importante.
El máximo exponente de la cantera peleará el año que viene por regresar a la categoría de bronce y lo hará plagado de cambios. Se cierra aquí un ciclo muy importantes para jugadores que serán recordados por lograr el ascenso a Segunda División B ante el Cacereño y firmar la que para muchos fue la mejor temporada de la historia del filial.