Columna de opinión de Anita Guerra.
Iago Aspas marca en Riazor. Acto seguido se señala el escudo y se encara con parte de la grada. No le culpo de la alegría. Supongo que a todos nos gusta dar en la boca a los que nos odian –ya lo dijo Arribas: “Si a un jugador se le odia en algún sitio, será por algo”-. Lo que reprendo es que, en la Liga ‘limpia’ de Javier Tebas, hay días en los que, desde la grada, uno no se puede casi mover sin miedo a que le caiga una receta con carga sanción económica.
Según el artículo 70 del reglamento de la RFEF, “los comportamientos y gestos agresivos y manifestaciones antideportivas de los futbolistas cuando se dirijan al árbitro, a otros jugadores o a los espectadores (…) que inciten a sus equipos o a los espectadores a la violencia” conllevan una multa dineraria.
Este gesto, sin duda, incita a la violencia por provocador. Y por lo tanto, si en un sentido las sanciones llegan semana tras semana, en el otro, debería ser de igual manera. Pero ya se sabe que, últimamente, el nuestro fútbol las varas de medir tienen diferentes raseros dependiendo de quien la haga: no todos pagan.
Se echa de menos que los jugadores del Deportivo –a excepción de Poroto Lux- se lo reprocharan. Que le dijeran: “Eh, chaval, con los nuestros no”. Que dieran la cara por una afición que llenó el estadio y se volvió a ilusionar para desinflarse cuando la pelota entró en la portería.
Se echa de menos esa raza: la de señalar un escudo y matar por él. La de no bajar los brazos y hacer de la necesidad virtud. Correr hasta el 90 aun cuando el fuelle empieza a fallar. Vamos, resumiendo, tener en mente que los derbis son otra cosa diferente a un partido al uso. Concienciarse de que no hay solo tres puntos en juego, sino la honra y la historia.
No hubo de esto. No hubo tampoco defensa a la hinchada. Quedan, de nuevo, las dudas de si nos habremos ilusionado demasiado pronto, aunque los resultados –mayormente el empate ante el Atleti y las victorias en Gijón y contra el Barça- eran esperanzadores. Veremos en las próximas jornadas si somos los que fuimos y no deseamos ser o los que realmente se desea que sean.
Hay una semana de tregua. El asalto a Valencia es una buena oportunidad para recuperar una honra menor y dar otro bocado al objetivo de la permanencia.