Durante muchos años decidí perder la batalla, me di por vencida . Me negué a responder a ciertas preguntas, pasé de argumentar ciertas afirmaciones. Que por qué me gustaba el fútbol, que si las niñas no tenían calidad, que si no entendían el juego. Hablar con alguien sobre un tema que sabes que no le interesa es absurdo, una pérdida de tiempo . Yo, habitualmente, solía sonreír, sin más; como quien oye pero no escucha. O mejor dicho, no quiere escuchar.
A veces sonaba borde, a veces resultaba paradójico. Porque cuando una cosa no se entiende, lo lógico es explicarla , pero, para quien no quiere comprender, ni el ejemplo ni la palabra bastan. Daba igual afirmar que el fútbol es una pasión de cuna, que no entiende de género. Si no querían comprar tu discurso, no les iba a servir tu respuesta.
De campo en campo. De domingo en domingo. Órdenes-Racing Villalbés, Cerceda-La Muela, Mesón-Olímpico… Me pasé muchos años viendo fútbol regional , fútbol de Tercera, fases de ascenso, fútbol de Primera… Y sin embargo, me pasé muchos años de mi vida sin conocer el fútbol femenino . Demasiados. Hasta que un día, en las páginas de un periódico coruñés, me tropecé con un derbi: un Victoria-Orzán B. Y me animé a ir. Y me enganché. Y comprobé que había muchas niñas que tenían la misma ilusión que yo.
Fue un punto de inflexión, fue un golpe de realidad (bonito) . Desde aquel instante, la visión que yo tenía sobre el fútbol mudó por completo. Inconscientemente aquellas chicas anónimas fueron mis primeras referentes . Porque sí, en aquel momento, hace ya más de 10 años, apenas había focos aún. Yo, diariamente, leía diarios nacionales y locales, y los apuntes de fútbol femenino eran escasos, casi invisibles.
Fui creciendo, y con ello, empecé a imaginarme y a soñar con cómo sería el futuro. A decir verdad, no tenía demasiadas certezas a las que agarrarme, pocos hechos me invitaban a pensar que aquel mal endémico, su visibilidad, su normalidad, cambiarían algún día. Sin embargo, al mismo tiempo, algo dentro de mí me decía que sí, que lo inteligente era esperar .
Carecer de algo provoca que cuando te llega lo valores más. Poder ver un Estados Unidos-España anoche en televisión me arrancó una sonrisa. Estuve desde la 21h hasta las 22h impaciente, mirando el Betis-Real Madrid y descontando minutos. Hay partidos que me tocan la fibra, partidos que me reconfortan con mi deporte. Hay días que pienso: «Lo que han luchado estas tías para que esto se vaya convirtiendo en algo normal». Porque sí, hay que decirlo más: si hoy somos es porque ayer fueron. Y mañana serán porque hoy somos.
Anoche, Lucía García volvió a liarla parda contra Estados Unidos. Con su verticalidad habitual, montó los mismos contragolpes en Nueva Jersey, contra la mejor selección del mundo, que en la Grela 2, hace no tanto, con el Oviedo B, jugándose la permanencia.
El talento inspira, y a mí la Primera Iberdrola me ha inspirado, me ha enganchado por completo. Ha despertado una parte de mi ser que se había anestesiado, una parte de la infancia. Cuando veo a una futbolista celebrar un gol, emocionarse por la repercusión de sus actos en el terreno de juego… Me siento identificada. Me evoca a otra época y vuelvo a sentirme jugadora. Noto de nuevo aquel cosquilleo: la emoción de vivir el fútbol, de ser futbolista. Sin género.
Algún día me entenderán, algún día nos entenderán. Y sino, seguiremos sonriendo como si nada. Feliz 8 de marzo.