La historia de Diego Rivas Rego (Narón, 27 de mayo de 1987) es la historia de uno de esos futbolistas aventureros que se han atrevido a salir del continente por jugar al fútbol. Como hicieran anteriormente los también gallegos Iván Carril o Gustavo Souto, el ferrolano apostó por Nueva Zelanda como primera piedra de toque en el exterior. Y no le fue nada mal. “Una experiencia muy buena, tanto deportiva como personal”, recuerda. Y culminada, además, con la reconquista de la Champions League. “Es el objetivo que teníamos cuando fui, volver a ganar esa competición, sabiendo que es la más importante y la que te da la posibilidad de jugar el Mundialito de clubes”, reconoce feliz, con la tranquilidad que aportan los objetivos cumplidos.
Pero para hablar de este Diego Rivas emigrante, hay que echar la vista atrás, y hablar, primero, de aquel Diego Rivas que deslumbraba en el Anxo Carro o en Ipurúa. Y es ahí, en el templo armaginak, donde aparece también la figura de Gaizka Garitano, el nuevo técnico del Deportivo –y, en 2013, el del guardameta departamental, aunque no lo alineara mucho-. “Yo de él sólo tengo buenas palabras”, aclara Diego, suplente de Xabier Irureta aquel año. “Mi situación allí no era fácil, porque yo llegué con la idea de intentar contar con muchos minutos. Gaizka optó por otro compañero, y la verdad que fue una situación un poco complicada para mí. Pero yo siempre que fui a hablar con él, siempre me recibió con las puertas abiertas, siempre dispuesto a escucharme, siempre dispuesto a darme su versión. Y en ese sentido, a pesar de que con él deportivamente no tuve mi mejor temporada, sí que mantengo una relación muy cordial. Recuerdo gratamente aquella época porque fui muy claro conmigo desde el principio.” Y no cree que esa virtud cambie ahora en el nuevo equipo. “Va a seguir siendo así. Él es un trabajador muy humilde, le gusta decir las cosas cara a cara. Y lo que sí, es muy exigente, y lo mismo que exige él, se lo va a exigir a los demás”, avisa.
Y es que a la hora de hablar del técnico vasco, Rivas destaca constantemente su trabajo y su apuesta por unir al vestuario. “Se pasaba muchas horas en la oficina analizando a los rivales y preparando todo tipo de cosas para que mejorara el equipo. Es un hombre que cree mucho en el trabajo de equipo, en el grupo”, declara. “Creo que esa tiene que ser una de las claves del Dépor”, reconoce el ex fabrilista, que tampoco olvida sus entrenamientos. “Muy intensos, la verdad. Él incide mucho en la intensidad, en apretar juntos. Un poco ser ese equipo valiente que él quiere proponer. Y para eso hay que ser intenso, hay que trabajar mucho, hay que acompañar a los compañeros… Creo que esas son las bases de su trabajo y, a partir ahí, él siempre trata luego con balón, de hacer muchas cosas bien“, concluye.
Siguiendo con la charla sobre Garitano, es imposible que por el medio no aparezca aquel equipo armero que ascendió a Primera con el deriotarra al mando. Por eso, de entre todas las plantillas que este dirigió, el portero gallego destaca a ese “Eibar que aquel año sorprendió a todo el mundo”. “Es el mejor ejemplo”, dice. “Era un equipo muy compacto, muy difícil de hacerle gol, pero que luego con balón hacía las cosas muy bien y que hacía daño a los rivales con facilidad.”
Por eso, también, y con conocimiento de causa, ve en él un buen ocupante para el banquillo de Riazor. “No sé cuáles eran las opciones que tenía el club, pero más allá de eso, está claro que es muy trabajador, que conoce muy bien la competición, nuestra liga… Conoce muy bien a muchos jugadores y, sobre todo, va a conseguir sacarle mucho rendimiento a la plantilla que le den. A partir de ahí, evidentemente, los resultados van a dictaminar su valor, pero lo que nadie puede dudar es que él va a poner todo de su parte para que las cosas salgan bien”, afirma rotundamente. Para concluir, ya en un tono más subjetivo. “Como deportivista deseo que le vaya muy bien, porque eso querrá decir que al Deportivo le va bien también, que es lo que todos queremos”.
Ya saben lo que cuenta la leyenda. Para conocer cómo es un entrenador con sus futbolistas, hay que preguntar la opinión de los menos habituales. De los que lo sufren en el banquillo, de los que no escuchan su nombre cuando el míster da el once. Uno de ellos, por si acaso, ya ha hablado. Ongi etorri, Gaizka. Tu suerte será la nuestra.