El Algeciras 1-2 Deportivo permitió a Óscar Cano encadenar por primera vez dos victorias consecutivas como técnico blanquiazul. Y, además, alcanzar su primer mes como entrenador del Dépor con un bagaje de 9 puntos de 12 posibles. Sin embargo, el encuentro del cuadro herculino en el Nuevo Mirador estuvo lejos de ser óptimo.
Ante un rival tremendamente incómodo, que planteó una presión muy agresiva y un ritmo muy alto de juego, el bloque de A Coruña estuvo lejos de estar a gusto. Por momentos obtuvo soluciones para atacar y defender. Pero no llegó, ni por asomo, a fluir. Pese a ello, encontró el gol en dos acciones que le permiten afrontar el parón con la dosis extra de confianza que dan los resultados.
El Dépor más directo
El Deportivo se iba a medir en Andalucía a un contrario tremendamente agresivo en su juego. Porque el Algeciras es un equipo volcánico, que apuesta por una presión muy alta y por ser vertical en sus ataques. Sin embargo, el cuadro blanquiazul sabía que esa condición de su rival le iba a conceder ventajas: espacios a la espalda de la defensa. En su mano estaba aprovecharlos. Y en el primer tiempo, lo hizo.
Óscar Cano está demostrando ser un técnico mucho más pragmático de lo que los prejuicios por su discurso y forma de ser indicaban. Ante la presión alta del rival, el preparador andaluz apostó por jugar mucho más directo que de costumbre. Bien fuese de primeras con golpeo de Mackay, bien fuese a través de pases cortos en el inicio para el posterior pase en largo. Pero hay dos formas de jugar directo: a la disputa, o al espacio. Y cuando el Deportivo inició en corto, fue casi siempre para atraer la presión del rival y buscar ese espacio.
Clave en ese juego fue la figura de Max Svensson, un delantero capaz de ‘cuerpear’ de espaldas, pero sobre todo hábil trazando rupturas. El patrón de salida se repitió una y otra vez: Villares entre centrales -como estuvo toda la primera mitad- para generar una primera superioridad, Lapeña abierto para recibir con tiempo y espacio y decidir si filtraba el pase raso o golpeaba más directo. No fue casualidad que el Deportivo saliese casi siempre por ese lado derecho: en ese carril se encontraba un Antoñito más capaz de acompañar la jugada que Carnero, Quiles y, sobre todo, Jordi Figueras.
El Dépor atrajo al extremo Ferni con la posición de Lapeña, Antoñito elevó su posición para que sobre él saltase el lateral Tomás y provocar un espacio que Max, más veloz que Figueras, buscó constantemente. En el otro lado, Soriano no caía a la zona para provocar que Nico Van Rijn, mucho más rápido que su compañero en el eje de la zaga, estuviese cerca para hacer la cobertura.
Así buscó el Deportivo atacar en la primera mitad para sortear la presión del Algeciras. No sacó de esas situaciones una producción excelsa. Pero, al menos generó la clara situación que acabó en el 0-1 y evitó pérdidas en campo propio, siempre con Max como faro sobre el que pivotar tanto para que la aguantase, como para que corriese. En su contra, esa tendencia a ser más directo le impidió llegar a alcanzar el control. Ni siquiera con marcador a favor fue el equipo visitante capaz de bajarle las revoluciones al choque, asentarse y juntarse. Todo iba a mucha velocidad. Muchos duelos y pocos pases.
Con red, pero con problemas
Sin embargo, ese ida y vuelta no condujo a que el equipo se desordenase en la primera mitad del Algeciras 1-2 Deportivo. El conjunto coruñés tenía claro que no podía exponerse. Por eso mismo apostó por el juego directo: para no perderla en zonas comprometidas y para tener red de seguridad tras pérdida ante un rival que, corriendo hacia atrás, estaba poco preparado para contraatacar.
De este modo, a la escuadra de Riazor nunca la pillaron durante el primer tiempo al contragolpe. Su transición defensiva siempre fue buena. Bien por activación, bien por número de futbolistas por detrás del balón. Normalmente, por ambas. Los dos centrales, un lateral, Villares y Olabe nunca superaban la línea de balón. Además, si el Algeciras intentaba transitar directo, el equipo coruñés sabía cómo temporizar, agobiar al poseedor de balón y evitar líneas de pase. El Deportivo está mejorando claramente en esta faceta y ante el Algeciras lo volvió a demostrar.
Pero si la transición defensiva está siendo buena, algo más le está costando la defensa posicional. El Deportivo mantiene en esta fase su prioridad de no ser superado. Apenas es agresivo. Pero ese comportamiento le está llevando a ser, en ocasiones, algo contemplativo. Es cierto que con la inclusión de Villares como tercer central durante el primer tiempo tanto Lapeña como Pablo Martínez tuvieron menos cadenas para perseguir los desmarques de apoyo de sus pares. Pero aún así, el Algeciras encontró ventajas en desajustes que el equipo aún debe pulir.
En uno de ellos llegó el 1-1. La estructuración en 5-4-1 hacía que tanto Quiles como Soriano estuviesen en línea intermedia entre el central, el lateral y el mediocentro de su lado. Pero, realmente, no terminaban de ir a por ninguno de ellos. De hecho, si el central progresaba, en muchas ocasiones era el mediocentro el que acababa yendo a por él. La medida tenía sentido, pero exigía que los otros compañeros de la zona ajustasen ese salto de línea.
En el gol, no fue así. Díez fue a por Figueras algo tarde y dejó su espalda libre, Quiles no se activó y Antoñito ‘saltó’ a por el lateral cuando este ya había decidido lo que iba a hacer: filtrar el balón dentro para Elejalde. Con Ferni abierto y Lapeña pendiente de él, Villares no pudo perseguir al segundo punta, que pudo girarse y atacar la defensa en velocidad. El resto es historia.
El Deportivo buscó no desordenarse y en el primer tiempo lo logró relativamente bien. Pero un desajuste fue suficiente para condenarle al 1-1. Y varias situaciones con el balón muy descubierto le obligaron a sufrir en los desmarques largos diagonales de los atacantes del Algeciras. El Dépor no era sólido del todo sólido sin balón. Aunque no es nada fácil serlo contra este Algeciras tan descarado.
De presionar arriba, a esperar el Algeciras 1-2 Deportivo final
Ese escenario en el que se encontraba el encuentro no gustó a Cano, que al intermedio apostó por cambiar y presionar mucho más arriba. Villares se adelantó y Rubén Díez, también. El Deportivo empezó a emparejarse. Díez, con un central y Svensson con otro. La intención era evitar que el Algeciras progresase cómodamente. Y aunque provocó que su rival ya no jugase en corto, la cosa fue a peor. Porque el conjunto local empezó a jugar más largo. Directo al espacio.
El encuentro se convirtió en un correcalles, con dos equipos poco pacientes. El Algeciras terminó por romper al Dépor, que en esos minutos sufrió mucho porque volvía a tener que correr hacia atrás, algo que no había tenido que hacer hasta ese momento. Así llegaron varias situaciones por banda que acabaron con los remates más peligrosos del segundo tiempo.
Por ir a presionar más arriba, el Deportivo había generado un encuentro todavía más descontrolado. Entonces, apostó por resguardarse algo más. La presión no era tan agresiva ya. Y el equipo, incómodo con el balón, empezó a buscar más bien, el contraataque aprovechando la presencia de Narro. No terminó de fluir del todo en esa transición ofensiva. Pero una jugada embarullada que acabó en la clarividencia de Díez y el despiste del rival, corriendo hacia atrás únicamente atraído por el balón, condujo al Algeciras 1-2 Deportivo.
Ese Algeciras 1-2 Deportivo era excesivo, pero el equipo supo aguantarlo luego. De nuevo con corazón para defender su área y con una dosis de fortuna arbitral, que le concedió una bola extra que en la primera mitad se le negó. Fue una victoria absolutamente contra natura. Pero, al fin y al cabo, un triunfo de los que hay que conseguir a lo largo de una liga si se quiere ser campeón. Porque ganar cuando se juega bien es fácil. .